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La Juventus, tres tragedias y un escándalo

La historia del club turinés, gran ganador en Italia y gran perdedor en Europa, es una historia de renacimientos

José Sámano
Andrea Agnelli, presidente de la Juventus, y Elkann, presidente de Fiat.
Andrea Agnelli, presidente de la Juventus, y Elkann, presidente de Fiat.ALESSANDRO DI MARCO (EFE)

Tan italiana fue siempre la Juve que su indiscutible reinado doméstico contrasta con su tránsito mucho más peatonal por Europa. Nadie ha gobernado el calcio como el club turinés (33 Ligas) y nadie ha perdido tantas finales de la Copa de Europa (seis). La aristocrática Juve de la imperial familia Agnelli ha levantado dos “orejonas”, tantas como el Nottingham Forest. Campante por Italia, en Europa sufre mal de altura. Y no será por falta de potencial financiero u olimpo de jugadores: Sívori, John Charles, Boniperti, Altafini, Capello, Zoff, Scirea, Rossi, Bettega, Boniek, Platini, Baggio, Del Piero, Nedved, Zidane, Buffon…

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Símbolo de la gran nomenclatura financiera italiana, el club antepuso siempre la cultura del esfuerzo y la humildad. Quizá por ello no cuajaron todas sus estrellas ni hay rastro de una Juve de época europeoa al estilo del Inter de Helenio Herrera o el Milan de Sacchi y Capello. Sí de un equipo competitivo, abnegado y siempre temido.

Fundado el 1 de noviembre de 1897 por estudiantes locales que se uniformaban con camisa rosa y corbata o pañuelo negros, su incubación tuvo miga. El empresario textil suizo Alfred Dick asumió la presidencia en 1905, pero un año después, por desavenencias internas, cruzó de calle y alumbró al Torino, el otro gran club de la ciudad.

La Juve quedó tocada hasta que en los años 20 tomaron el mando los Agnelli, ya entonces propietarios del majestuoso emporio Fiat y una especie de “real” familia italiana. Edoardo Agnelli, hijo del fundador, Giovanni, fue el primero de la saga en presidir la Juve. Hoy, 94 años después, el cargo lo ocupa su nieto Andrea. Lo mismo hicieron su tío Gianni (1947-1954) y su padre Umberto (1955-1962). En 2010, a Andrea le aupó al cargo su primo y predecesor, John Elkann. En la Juve todo queda en casa de la Fiat.

La muerte de Edoardo, el pionero al mando, en un accidente aéreo en Génova el 14 de julio de 1935, anticipó el primero de los cuatro sucesos que han marcado la historia del club: las tragedias de Superga en 1949 y Heysel en 1985 y las fechorías internas que en 2006 le costaron su único descenso de la Serie A.

Con los Agneilli, hasta el fallecimiento de su primer dirigente, la Juve había logrado seis títulos de liga. Tras la defunción tardaría doce temporadas en recuperar el trono. Y su regreso al éxito tuvo que ver con una catástrofe. A las 17.05 del 4 de mayo de 1949 un avión se estrelló contra un muro de la parte posterior de la Basílica de Superga, en una colina de Turín. Era la expedición del Gran Torino, el conjunto dominante de la época. El equipo regresaba de un amistoso en Lisboa frente al Benfica. Murieron 18 jugadores, entre ellos Valentino Mazzola, su principal icono, y otras 13 personas más, entre periodistas, técnicos, dirigentes y empleados de la entidad. Desde 1942 hasta el curso del siniestro total, el Torino había ganado las cinco ligas disputadas, ya que la 43-44 y 44-45 se suspendieron por la Segunda Guerra Mundial. No fue casual que la Juve de nuevo hiciera bingo tras una larga travesía en el desierto justo la temporada siguiente al duelo que conmocionó al mundo entero.

Con otro Agnelli al gobierno, Umberto, llegó el segundo gran momento de la institución. El club alistó a dos de sus jugadores más legendarios: el argentino Omar Sívori, apodado el “Cabezón”, y el galés John Charles, etiquetado como “El Gigante Bueno”. Junto a Giampiero Boniperti, la Juve formó el “Trío Mágico”, con el que arrasó en el calcio. Como prueba, un 9-1 al Inter en 1961 con seis goles del fabuloso Sívori, Balón de Oro esa temporada.

La conexión galesa

Con Charles, con sus casi 190 centímetros un goleador diferente al fabuloso Sívori, llegó la primera conexión galesa de los juventinos. Aunque sea entre los más veteranos de la afición de Gales, no solo Bale tiene tirón en Cardiff. Si el madridista llevó a Gales a su primera Eurocopa, Charles le condujo a su primer y único Mundial (1958). Al contrario que Bale, no nació en la ciudad sede de la final, sino en Swansea, pero jugó en el Cardiff City de 1963 a 1966. Fue el primer gran futbolista galés, un tipo con enorme gancho entre sus paisanos y los juventinos, para los que se alistó entre 1957 y 1962. Nada que ver con el tránsito por la entidad piamontesa del segundo ilustre galés. Ian Rush, mito del Liverpool, apenas dejó pisadas en el Piamonte y solo duró un año. En algunas encuestas populares entre la hinchada “bianconera”, Charles fue elegido como el segundo mejor de la historia del club tras Michel Platini. Precisamente con Platini como testigo principal llegaría otro cataclismo: Heysel.

Antes del funesto 29 de mayo de 1985, la Juve vivió otro periodo de esplendor. Con Boniperti en el sillón presidencial desde 1971 el club fichó a lo mejor de Italia (Zoff, Capello, Bettega, Causio, Rossi, Galderisi) y en 1973 alcanzó su primera final de Copa de Europa, en la que sucumbió ante el Ajax de Johan Cruyff. Desde el año siguiente y hasta 1984 cosechó seis títulos de la serie A, aunque por el camino perdería su segunda final europea, ante el Hamburgo (1983). Ya con Platini llegó a la tercera cita con la Orejona. Le esperaba el Liverpool en el estadio de Heysel, en Bruselas. Y también una masacre.

Un monstruoso ataque de los “hooligans” ingleses acabó con la vida de 39 personas, 32 seguidores de la Juve, cuatro belgas, dos franceses y un británico. Las autoridades decidieron que el partido se jugara, aún con cadáveres presentes, y el cuadro italiano ganó su primera Copa con un gol de penalti de Platini. Una Copa en la que nada hubo que festejar. Eso sí, la Juve, que ya tenía la UEFA de 1977 y la Recopa de 1984, se convirtió en el primer club en conquistar los tres títulos europeos.

Los nauseabundos sucesos de Heysel marcaron de nuevo el devenir de los piamonteses. Si bien ganaron la Intercontinental en diciembre de 1985 y otra liga en junio de 1986, tardarían nueve años en atrapar otro “scudetto” y once volver a una final de Copa de Europa –ganada al Ajax por penaltis en 1996-. Menos suerte tuvo en las dos ediciones siguientes, una perdida con el Borussia Dortmund y otra con el Real Madrid, que se resarció después de 32 años de sequía para disgusto de Zidane.

Tres años después de su quinta derrota en la final (esta vez con el Milan), en 2006 llegó el cuarto punto de inflexión juventino. No por una muerte propia (Edoardo Agnelli), una tragedia (Superga) o una matanza (Heysel). Esta vez por las turbias maniobras de Luciano Moggi, un director general con querencia a manejar a los árbitros a su antojo. Le pillaron tras unas escuchas telefónicas. La Juve fue desterrada a la Serie B y se le despojó de sus ligas de 2005 y 2006. Un escándalo mayúsculo.

De las cenizas de su primer y único descenso, el club regresó al curso siguiente a la máxima categoría y, en esta ocasión, no tardó tanto en resucitar. En 2011 reconquistó el calcio y lo ha gobernado con puño de hierro hasta la fecha, con seis tronos consecutivos. Como es costumbre, en Europa otra Copa esfumada (en 2015 frente al Barça). Pero la Juve, pase lo que pase, sea largo o medio el parón, siempre vuelve. Para deleite del 35% de los seguidores del calcio que, según una encuesta del Instituto Demos de 2015, se declaran hinchas de una institución más enraizada en Italia que en la propia Turín. Lo mismo da que se le tenga como el gran perdedor en Europa. Resurrección a resurrección, la Juve no marchita.

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Sobre la firma

José Sámano
Licenciado en Periodismo, se incorporó a EL PAÍS en 1990, diario en el que ha trabajado durante 25 años en la sección de Deportes, de la que fue Redactor Jefe entre 2006-2014 y 2018-2022. Ha cubierto seis Eurocopas, cuatro Mundiales y dos Juegos Olímpicos.

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