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El Real Madrid de Laso, de la excelencia engañosa al batacazo inesperado

La derrota en la Final Four de Estambul sumió a los blancos en una depresión postraumática que fueron incapaces de frenar en la final de Liga ante el Valencia

FOTO: Piña de los jugadores del Real Madrid antes del cuarto partido. / VÍDEO: Declaraciones de Sergi Llul tras el partido.Vídeo: acbmedia / ATLAS
Faustino Sáez

Quería Andrés Nocioni cerrar su rutilante expediente profesional ganando la Liga ACB en su último partido, como solo Juan Antonio San Epifanio Epi (1995) y Alberto Herreros (2005) habían conseguido antes. Pero no hubo póster alzando el trofeo. El Chapu bajó finalmente el telón fundiéndose en un conmovedor abrazo con Gustavo Ayón en el banquillo de La Fonteta mientras el Valencia Basket festejaba la consecución del título en el cuarto asalto de la final. “Fue un honor ganar y perder con el Real Madrid”, dejó dicho el tótem argentino. Ni sus arengas ni las del resto de líderes del vestuario madridista sirvieron para frenar la deriva de una temporada en la que el conjunto de Laso viajó de la excelencia engañosa al batacazo inesperado después de nueve meses de tralla competitiva. No era cuestión de golpes de pecho sino de análisis clínico y reflexiones de diván. Tan atribulados como fundidos, los blancos cerraron su maratoniano recorrido de 82 encuentros oficiales, más que nunca en la historia, con un balance de 60 victorias y 22 derrotas, seis de ellas en el último mes. El viaje a Estambul en mayo delató los desajustes del proyecto más brillante y ganador del club en las últimas décadas, con 13 títulos en seis años y 18 finales sobre 25 posibles, y un mes después se refrendaron los síntomas.

En el curso de estreno de la nueva Euroliga del todos contra todos, el duopolio Madrid-Barça (que se había repartido todos los títulos nacionales entre 2010 y 2016) saltó por los aires y el baloncesto español deparó cinco campeones distintos: Herbalife Gran Canaria (Supercopa), Real Madrid (Copa), Unicaja (Eurocup), Iberostar Tenerife (Champions) y Valencia (Liga). Rumbo a la cima liguera, los de Pedro Martínez eliminaron con solvencia a los tres participantes de la ACB en la máxima competición continental. Los grandes difuminaron su caché intentando abarcar un calendario diabólico.

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El desarrollo y desenlace de la Liga se explica partiendo de dos derrotas crueles. El día que el Valencia perdió la Eurocup ante Unicaja, incapaz de imponer su condición de anfitrión y desperdiciando 13 puntos de ventaja en el último cuarto, los de Pedro Martínez se conjuraron para levantarse con rebeldía y estirar la excelencia en busca del premio a una temporada histórica, en la que llegaron al último asalto en las tres competiciones en las que participaron. Triunfó la perseverancia y el hambre de gloria. El día que el Madrid cayó en la semifinal de la Euroliga ante el Fenerbahçe, sin argumentos para equilibrar la dureza física y mental de los de Obradovic, el conjunto blanco rompió su cadena evolutiva y cayó en un hastío inédito en la era Laso. En el tramo final, la eclosión de Doncic languideció y dejó de tapar la ausencia de Sergio Rodríguez, el desenfoque de Rudy vació de puntos el perímetro, los fichajes americanos desmintieron su lustre y el equipo se volvió asimétrico y previsible. Draper y Thompkis no participaron ante el Valencia, Randolph aportó tan solo nueve puntos en cuatro partidos y Hunter apenas 10 y tres rebotes en toda la serie. En su mejor año, Llull fue el máximo anotador del Madrid en 40 de los 82 partidos, pero sus puntos pasaron de ser el espectacular sustento principal del equipo, a casi el único muchos días. Se desquició el ataque y palideció la defensa. Los de Laso fallaron 79 triples ante el Valencia (32 aciertos de 111 lanzamientos) y capturaron 30 rebotes menos que su rival. Una crisis espiritual y baloncestística a parte iguales.

El Madrid de Llull mantuvo su voracidad mientras su líder estuvo pletórico y acompañado, rescatando una Copa épica en febrero, sin ninguna holgura, a fuerza de canastas milagreras y remontadas inverosímiles. Pero el tercer viaje en balde a la Final Four vació el depósito físico y moral de un equipo que en los últimos años aprendió a reinventarse desde la victoria. En 2014, la derrota en Milán ante el Maccabi de Tyrese Rice, les costó a los madridistas la pérdida de la Liga ante el Barça por un depresivo efecto dominó y casi le cuesta el puesto a su entrenador en un verano de intrigas palaciegas. Sin embargo, el varapalo activó una catarsis, tan azarosa como atinada, que desembocó al año siguiente en la temporada perfecta con cinco títulos. La tesitura actual presenta muchas reminiscencias con aquella.

La caída en Constantinopla, factible en el resultado pero inopinada en la forma e inexplicada desde la autocrítica, sumergió a los de Laso en un laberinto de dilemas, incapaces de asumir cómo siete meses de solvencia y liderazgo continental se esfumaban en 40 minutos de pasión turca. No pudo el equipo blanco sobreponerse a la depresión postraumática de la derrota ante el Fenerbahçe. El resultado ha sido una temporada con una sola Copa con la que saciar unas vitrinas mal acostumbradas con tantos títulos en seis años como en los 20 anteriores. El mismo balance que en 2012 en el primer curso de Laso. La metáfora del círculo. La evidencia de la erosión de una etapa memorable que tocó techo en 2015. Con 11 jugadores y el técnico con contrato en vigor -solo Draper, Taylor y Nocioni tienen confirmada su salida-, queda por ver el margen de impulso y reinvención de un proyecto con tantas hipotecas emocionales como necesidades estructurales. Lo que más ha brillado en el Madrid de Laso, tanto o más que los títulos, ha sido el éxito de la estabilidad y la normalidad. “No hay que volverse locos. El proyecto debe continuar. Hay que seguir confiando en este señor [Laso] y en la mayoría del equipo. No hay que valorar solo los títulos sino también el camino”, sentenció Llull en La Fonteta, votando por la restauración frente a la reconstrucción.

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Sobre la firma

Faustino Sáez
Es redactor de deportes del diario EL PAÍS, especializado en baloncesto. Además del seguimiento de ACB y Euroliga, ha cubierto in situ Copas, Final Four, Europeos y Mundiales con las selecciones masculina y femenina. Es licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid y ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS.

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