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Reportaje:La jornada de Liga | FÚTBOL

31 años esperando este día

3.000 seguidores apoyarán al Valencia en Málaga en su intento de ganar una Liga que se le ha resistido tres decenios

Tres decenios de grandes futbolistas no le sirvieron al Valencia para atrapar una Liga. No lo hicieron Kempes, Diarte, Bonhoff y Repp en los setenta; mucho menos Saura, Arias, Solsona, Subirats, Tendillo y Arnessen en los decadentes ochenta, ni tampoco Subirats, Fernando, Leonardo, Roberto, Quique Flores, Mijatovic, Piojo López y Mendieta en los noventa. La ristra de técnicos en ese periodo también es imponente: Víctor Espárrago, Guus Hiddink, Luis Aragonés, Claudio Ranieri, Héctor Cúper... Todos, por distintas razones, se alejaron de un torneo que el Valencia no conquista desde 1971, cuando Alfredo di Stéfano dirigía al equipo que perdió (1-0) en Sarrià en la última jornada ante el Espanyol, pero que se alzó con el título con el empate (1-1) de sus dos rivales directos, el Atlético y el Barcelona.

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Pero hoy (20.00, Teletaquilla), ante el Málaga, en La Rosaleda, el Valencia de Baraja y Aimar acaricia su quinta Liga, la que se uniría a las de las temporadas 1941-42, 1943-44, 1946-47 y la citada 1970-71. Sin embargo, así como a Sarrià fueron 15.000 los hinchas que le acompañaron, en Málaga, por la distancia y las restricciones de entradas por parte del club andaluz, sólo lo harán 3.000. Al Valencia le vale ganar, pero también perder o empatar siempre que el Madrid repita tal resultado. Claro que el Málaga no es un convidado de piedra, sino que se juega mucho en el envite: nada menos que clasificarse por primera vez en su historia para la Copa de la UEFA.

Hace más de 20 años que el Valencia no ha tenido la Liga tan al alcance: cuatro puntos de ventaja sobre el Madrid a falta de dos jornadas. Es cierto que fue el segundo en 1990, con Espárrago, y 1996, con Aragonés, pero en ambas ocasiones no se acercó de verdad a los respectivos campeones, el Madrid y el Atlético. Tampoco parece lógico que haya tardado tanto. El club de Mestalla es un gran clásico; casi siempre un escalón por debajo del Madrid y el Barcelona, pero con un notable respaldo social y económico, además de una considerable trayectoria en Europa: en su palmarés figuran dos Copas de Feria (la antigua Copa de la UEFA), una Recopa y una Supercopa.

Unas veces les faltó consistencia, como a aquel genial conjunto de Kempes y Bonhoff que sólo tuvo aliento para los torneos cortos, como la Copa de 1979 o la Recopa de 1980, pero no para el maratón liguero. Otras fue el carácter: el cuadro que entrenó Hiddink, con Penev, Mijatovic, Fernando y Roberto, falló siempre en los momentos decisivos. Y también hubo periodos de escasez, cuando en los ochenta se inició un deterioro económico que desembocó en el descenso a la Segunda División, en 1986. Entonces, de la mano del presidente Arturo Tuzón, hubo de tirar de la cantera propia -Fernando, Giner, Voro, Nando, Camarasa...- y de las ajenas -Arroyo, Quique Flores...- para recuperar las esencias. Tras la conversión del club en sociedad deportiva, en 1992, los noventa se caracterizaron por la fuerte convulsión social, acompañada de un aceptable rendimiento deportivo, aunque sin grandes alegrías hasta conquistar la Copa de 1999, lo que supuso el comienzo de la época dorada.

El nuevo siglo ha empezado con la efervescencia que experimenta la ciudad. Mestalla ha vivido un lustro a golpe de excitación y con un equipo exitoso a pesar de la inestabilidad directiva. El máximo accionista, el ex presidente Paco Roig, se ha perdido la fiesta contra su voluntad: quiere volver y no puede. El actual presidente, Jaime Ortí, es un pequeño accionista sostenido por los finos hilos de los excelentes resultados. El Valencia ha cambiado tres veces en cinco años de entrenador -Ranieri, Cúper y Rafa Benítez- y, pese a ello, se ha mantenido en la élite porque ha tenido un cuadro muy definido: poderoso atrás y efectivo adelante, muy fuerte anímicamente. Con un puñado de jugadores cuya estancia en el club no es casual que haya coincidido con esta gloria: tipos maduros como Cañizares, Djukic, Carboni y Pellegrino y actores secundarios con un gran espíritu colectivo y de superación que han propulsado a los demás. Más en concreto, el de este curso es un equipo de jugadores latinos y apasionados -sirvan como símbolos el italiano Carboni y el argentino Kily González-, dirigidos por un técnico recio y calculador que huye del amaneramiento, el madrileño Benítez. 'Puesto que el Valencia ha esperado 31 años, que espere una semana más', dijo el martes Benítez para rebajar la euforia. Pero no hubo manera.

El valencianismo está impaciente por su quinta Liga, hoy, en Málaga. Y los jugadores, también. Después de acariciar dos años seguidos la Copa de Europa, sienten necesidad de compensar esa frustración. 'La Liga no hay que esperarla. Hay que ir a buscarla', dijo Djukic en un resumen de lo que piensa la plantilla, conjurada para que el partido del viernes ante el Betis, en Mestalla, sólo sea el del festejo. Nadie quiere volver a pasar por las sensaciones de las dos finales perdidas, ante el Madrid y el Bayern de Múnich.

Dos seguidores dan <i>consignas</i> a Rafa Benítez, entrenador del Valencia, recién llegado al aeropuerto de Málaga.
Dos seguidores dan consignas a Rafa Benítez, entrenador del Valencia, recién llegado al aeropuerto de Málaga.JOSÉ JORDÁN

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