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Crónica:CICLISMO
Crónica
Texto informativo con interpretación

Un bronce de rabia

Joane Somarriba se desquita con su medalla en fondo de su cuarto puesto en la contrarreloj

Carlos Arribas

En Zolder hubo minas de carbón hasta 1992. Los mineros llevaban caramelos duros, bolas de azúcar quemado, moradas, con sabor a anís. Los chupaban sin parar. Así evitaban tragar polvo. Los organizadores del Mundial de ciclismo de Zolder han entregado a cada participante caramelos de anís. Ya no son trozos de azúcar, sino un símbolo: el del trabajo, el sufrimiento, el dolor, el orgullo, la rabia... También, el símbolo de Joane Somarriba.

'Aquello era un gallinero', contaba Somarriba, feliz, con una medalla de bronce al cuello; 'un circuito estrecho, lleno de curvas, peligroso, con las patas de las vallas en mitad de las cunetas. Y todas nosotras, nerviosísimas'. La española estaba en medio de una pesadilla, en el peor de los mundos, ella, fina escaladora, mujer de garra, ganadora de dos Giros, de dos Tours, mujer de montaña, allí, en un circuito de coches, en terreno llano.

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'Tenía que huir como fuera', decía. Huyó. Se fue cuando parecía imposible; cuando, a falta de dos vueltas, el grupo, desazonado, se preparaba para el sprint. En el repecho, la cuestecilla de 400 metros que era la gran dificultad, Somarriba se puso en cabeza, bajó un piñón, aceleró, tensó la cuerda, la rompió. A su rueda sólo aguantaron la suiza Nicole Brändli y la australiana Sara Carrigan. Eran más rápidas que ella. Pero daba igual. Las tres llegarían. 'Y yo sólo pensaba en subir en el cajón. Era lo único que me importaba', explicaba. Llegarían tres. Medalla para todas. Somarriba borraría el disgusto del miércoles, de su cuarto puesto en la contrarreloj, de aquella medalla de chocolate que se quedó a sólo tres centésimas del bronce. Una película preciosa. Ma non troppo, no tan deprisa.

Es la última vuelta. Faltan dos kilómetros. Las tres de delante, Somarriba dejando el alma en cada relevo, mantienen 15 segundos sobre el pelotón. Van a llegar. Por detrás empiezan a bajar el repecho. Llueve. La carretera es un espejo. Se lanzan detrás. Las más peligrosas. La sueca Susanne Ljungskog, la segunda del último Tour, la desconocida que se metió en un corte tonto y apeó a Somarriba de la segunda plaza, la corredora potente que desde aquel día de agosto es otra; la holandesa Mirjam Melchers, potentísima rodadora; la bielorrusa Zinaida Stahurskaya, ganadora del último Tour, campeona mundial de 2000. Si las cogen, Somarriba está muerta.

Se lanzan y Melchers se cae y Stahurskaya tropieza con ella y da una vuelta de campana. Las coge sólo la sueca. Sólo una, pero suficiente para echar del podio a la vasca. 'Ya está', se dijo Somarriba; 'ya somos cuatro. Otra vez seré cuarta. Y en el mismo momento en que lo pensé me negué a creérmelo. Yo era la más lenta, pero me dije que no sería la cuarta. Y llegué sin fuerzas. No sé de dónde las saqué. Y yo era pura rabia. Y era la más lenta, pero terminé tercera. El bronce me sabe a oro'. Sólo la superaron Ljungskog y Brändli.

Joane Somarriba, emocionada y extenuada tras haber alcanzado la tercera plaza.
Joane Somarriba, emocionada y extenuada tras haber alcanzado la tercera plaza.ASSOCIATED PRESS

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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