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Crónica:FÚTBOL | Semifinales de la Liga de Campeones, partidos de vuelta
Crónica
Texto informativo con interpretación

Un Milan menor, a la final

El Inter, pese a sus carencias, estuvo cerca de ganar en los últimos minutos

Santiago Segurola

Tanta pasión, tanto vértigo, tan poco fútbol en San Siro, donde el Milan hizo lo obvio: ganar porque tiene mejores jugadores en todas las líneas. El Inter interpretó el vulgar papel que le corresponde ahora mismo, el de un equipo incoherente, mal diseñado, remitido al turco Emre, el único futbolista potable que le queda. Porque Vieri, cuya lesión ha resultado devastadora en el Inter, marca diferencias en el área, pero no tiene ningún peso en el juego. El turco, o nada, y el turco salió de carrilero, condenado a galeras por Cúper, que hizo de la prudencia su divisa en un partido que necesitaba ganar. No lo consiguió, naturalmente.

El encuentro fue un monumento a todo lo que el fútbol tiene de acontecimiento social. San Siro reventó de color y ruido, como no podía ser de otra forma. Es conmovedor el ejercicio de fe de los aficionados italianos en sus equipos, en las esperanzas que les despiertan, en lo poco que reciben a cambio sin quejarse, desprendidos de la memoria. Del estado del fútbol italiano no habla tanto la situación actual, que hasta puede parecer magnífica ante la posibilidad de una final entre sus equipos, sino el recuerdo de otros clubes que, francamente, resultaban siderales en comparación con los de ahora. Es cierto que el virus catenacista anidaba en el Inter de Helenio Herrera, pero aquel equipo tenía el vuelo que le daban Suárez, Mazzola, Corso o Faccheti. Y qué decir de los sucesivos Milan, el tradicional italiano de Nereo Rocco con el gran Rivera, o el de Sacchi, que tanto impresionó y que tantas críticas recibió en Italia, porque no era culturalmente correcto, no se correspondía con el alma especuladora que tanto se jalea en este país. Era el Milan de Baresi, Maldini y los holandeses, y luego fue el Milan de Baresi, Maldini y los balcánicos. La comparación de aquellos equipos con estos es lo que mueve al desencanto, tanto como la negativa a reconocerlo en las principales tribunas de opinión.

INTER 1 - MILAN 1

Inter: Toldo; Javier Zanetti, Cannavaro, Materazzi, Córdoba; Conceiçao, Di Biagio (Dalmat, m. 46), Cristiano Zanetti, Emre; Crespo (Kallon, m. 72) y Recoba (Martins, m. 46).

Milan: Abbiati; Costacurta, Nesta, Maldini, Kaladze; Gattuso, Pirlo (Brocchi, m. 90), Rui Costa (Ambrosini, m. 63), Seedorf; Shevchenko e Inzaghi.

Goles: 0-1. M. 45. Shevchenko, tras pase de Seedorf, hace un túnel magnífico y forzado a Córdoba, que hasta le zancadillea para frenarle, pero el ucranio, cayéndose, marca por alto.

1-1. M. 84. Cannavaro despeja mal, alto y hacia atrás, y Martins, tras caer el balón, se adelanta a Maldini y bate por bajo a Abbiati.

Árbitro: Gilles Veissière (Francia). Amonestó a Gattuso, Inzaghi, Di Biagio, Rui Costa, Kaladze.

82.000 espectadores en el Giuseppe Meazza.

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La noche más esperada

Sólo basta este partido como muestra. En algunos aspectos no fue el peor posible, pero fue malo. Nunca alcanzó altura, ni era posible lograrlo. No, desde luego, por parte del Inter, equipo sin ninguna clase, sin otra cualidad que una especie de entusiasmo juvenil por correr, trabar y equivocarse. Un peñazo de equipo, en fin, que es la consumación de sus decepcionantes predecesores. Sólo cuando Cúper hizo virtud de la naturalidad, es decir, cuando colocó a Emre en el medio campo, a Dalmat por la derecha y a Conçeiçao por la izquierda, cuando el veloz juvenil Martins demostró que está por encima de Crespo y Recoba, sólo entonces el Inter metió en problemas al Milan. Pudo ganar en la frenética tromba final, con la hinchada enardecida, satisfecha con cinco minutos de coraje. Qué poco les basta.

Habla del Milan, y no bien, su sufrimiento ante un equipo tan vulgar. En el capítulo declaraciones, Ancelotti se marcó un tanto con la alineación de Pirlo, junto a Seedorf, Rui Costa -desacreditado después por una pésima actuación y, naturalmente, Gattuso. Se entendió como un acto de osadía frente a la decisión de Cúper, empeñado en su fórmula conservadora. La prudencia no le sirvió para clasificarse. Es más, posiblemente el Inter no se clasificó para la final porque tiró todo el primer tiempo con tantos centrales, con centrocampistas defensivos, con Emre orillado en la izquierda, con Crespo y Recoba abandonados a su suerte. Sin ningún alarde, el Milan se pasaba la pelota de vez en cuando, milagro que producía beneficios inmediatos cuando la jugada desembocaba en Shevchenko, como en el gol, interpretado por Seedorf desde la media punta y por el delantero en el área, con la colaboración de Toldo, que se acostó rápidamente y permitió el tanto.

El gol produjo una depresión infinita en la hinchada del Inter, que no tiró cohetes con la entrada de Dalmat y Martins. Debieron salir como titulares porque el equipo les necesitaba, porque esta partido no elogiaba la prudencia precisamente. No hubo una transfiguración del Inter, ni nada parecido. Simplemente dio la sensación de que los equipos se igualaban y que, sin autoridad en ningún lado, podía suceder cualquier cosa. Eso lo entendió muy tarde el Inter. Lo supo a última hora, tras el gol de Martins. En cinco minutos decidió enfocar el partido de la manera que debió hacerlo desde el principio. Demasiado tarde en una noche de grandes emociones y poco fútbol. Como casi siempre.

Los jugadores del Milan celebran la clasificación.
Los jugadores del Milan celebran la clasificación.ASSOCIATED PRESS

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