_
_
_
_
_
Reportaje:Luto en el fútbol

El vuelo más triste

El recuerdo de Puerta cubrió de silencio las cuatro horas de viaje desde Atenas

Los futbolistas, tanto individualmente como en conjunto, encarnan una de las más extendidas concepciones del éxito. Jóvenes, deseados, idolatrados, adinerados... Invulnerables. La vida les puede abofetear como a cualquier individuo, pero los más graves problemas a los que se enfrentan como grupo duran hasta que el balón rueda de nuevo en la siguiente competición. Los futbolistas del Sevilla se han encontrado de repente con un drama que no tiene partido de vuelta. Uno de ellos ya no está ni estará.

La plantilla sevillista se enteró mientras paseaba por Atenas de que Antonio Puerta se moría. Cada uno lo vivió a su manera y el grupo se llevó un mazazo que aún no se sabe cuánto daño hizo. Javi Navarro, el capitán del plantel, acompañó al presidente del club, José María del Nido, a negociar con los representantes de la UEFA el aplazamiento del partido que estaba previsto que disputaran pocas horas después con el AEK por una plaza en la Liga de Campeones. Presenció como el fallecimiento de Puerta, su compañero, su amigo, era el argumento de una negociación. Su cara se mantuvo dura, una máscara inexpresiva y muda. Poco después, en el aeropuerto, en la cola del control de seguridad, una policía griega se dirigió a él para decirle que tenía permiso para pasar los refrescos y los yogures que les habían repartido con vistas a las cuatro horas de vuelo hasta Sevilla. Navarro apenas pudo responder. De su garganta salió un gallo con el que mostraba la tensión que no se veía en la cara.

En la cinta de equipajes, las maletas daban vueltas y vueltas. Parecía que esperaban a alguien
Más información
Una ciudad rota por el dolor
Hace falta una norma

El Sevilla vive desde hace alrededor de dos años en un estado de efervescencia emocional. Hasta ayer, casi siempre se había vivido para disfrutar. Los vuelos que trasladan a los futbolistas, directivos, periodistas y aficionados siempre han sido una fiesta. Compadreo no había, pero no era raro ver cómo Alves bromeaba con quien ocupara los asientos de la última fila para que le dejara tumbarse o llevarse a Renato para charlar y soltar risotadas. Uno de los que más desesperaba a las azafatas era Puerta. Con su sonrisa rodeada de una perilla rala y sus dientes escalonados, charlaba con todo el mundo y bromeaba sobre todo y todos. Era un muchacho que se sentía en la cima del mundo, al que las cosas le iban requetebién y parecía que tan sólo podían irle mejor. Ayer sólo hubo palabras quedas y miradas bajas. Sus compañeros, todos ellos, incluso los que apenas acaban de incorporarse al conjunto, como Boulahrouz o De Sanctis, se frotaban los ojos enrojecidos por el llanto.

Una vez en Sevilla, los jugadores se juntaron para esperar la orden de subirse al autobús que les llevaría a la capilla ardiente de su compañero. El duelo había sido íntimo hasta ese momento. Fuera esperaban las primeras decenas de aficionados de entre los miles que verían y que les alimentarían aún más su pena. En la cinta del equipaje del aeropuerto, nadie recogía las maletas y las cajas de material del equipo, que daban vueltas y vueltas. Parecía que esperaban a alguien.

Arriba, aficionados despiden el coche fúnebre que traslada el cuerpo de Puerta. Abajo, la representación del Madrid, con Raúl, Saviola y el presidente, Calderón, al frente. Detrás, Baptista y Guti.
Arriba, aficionados despiden el coche fúnebre que traslada el cuerpo de Puerta. Abajo, la representación del Madrid, con Raúl, Saviola y el presidente, Calderón, al frente. Detrás, Baptista y Guti.EFE / GARCÍA CORDERO

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_