_
_
_
_
_
Crónica:PEKÍN 2008 | Natación
Crónica
Texto informativo con interpretación

Phelps domina el miedo

El nadador vence al rival que más problemas le había creado, Lochte, y consigue su sexto oro con otro récord en 200 metros estilos

Diego Torres

Algo se revuelve en el alma de Michael Phelps. Algo le preocupaba mientras esperaba, sentado en la sala de llamadas de la piscina. Tal vez, el temblor nervioso en una de sus rodillas era el primer síntoma de que su organismo comenzaba a entrar en la zona de las carencias. Todos los campeones buscan desesperadamente un límite. Phelps temía encontrarlo en su 15º carrera: la final de los 200 metros estilos. Tenía nombre de espaldista: Ryan Lochte.

En la antigua Grecia, los atletas acudían a los altares y hacían libaciones para honrar a los dioses. En Pekín, los hijos de la modernidad conjuran el miedo con obsesiones que suelen acompañar de rutinas. Phelps tiene unas cuantas. Primero, se pone un gorro de látex. Luego, se ajusta las gafas y encima de la tira de goma de las gafas se pone otro gorro. Luego, coge el iPod y se incrusta los pinganillos en los oídos. Pulsa la pantalla y, antes de las carreras más inciertas, cuando le asaltan las dudas, pone Go Getta, un tema del rapero-traficante Young Jeezy que habla de clubes, pandilleros y mujeres sin escrúpulos. Todo esto, para sentirse más armado de coraje ante la inminencia de la prueba que le medirá a Lochte.

Lochte ganó los 200 espalda y 20 minutos después intentó derrotar a Phelps
Más información
Sin punto débil
El peligro viene de los Balcanes

El chico de Daytona Beach (Florida) es un alma cándida. Hijo de un técnico de natación, educado en el seno de una familia de clase media que practica el amor a los perros, llegó a Pekín persiguiendo un objetivo descomunal. Primero, derrotar a Aaron Peirsol en los 200 metros espalda. Después, arrebatar el oro a Phelps en los 200 estilos. Si hay un nadador capaz de cumplir con ese propósito, ése es Lochte. Pero las cosas le empezaron a ir mal. El programa determinó que ambas carreras se disputarían el mismo día. La primera, a las 10.20. La segunda, a las 10.45. Los fisiólogos aseguran que un nadador de élite es capaz de recuperarse en una hora. Nunca en 20 minutos. Lochte tuvo que nadar los 200 estilos con los músculos contaminados por el ácido láctico. Una final que demostró que Phelps tiene razones para temerle. En los 200 espalda, Lochte arrebató el título olímpico al hombre que reinó sobre la disciplina durante años. En el intento por defender su cetro, Peirsol se aproximó a su récord. Pero Lochte no le dio tregua y estableció uno nuevo convirtiéndose en el primer hombre en bajar de 1m 54s. Sin poder celebrar, salió de la piscina y se fue a beber un reconstituyente. Se puso las gafas de nuevo y allí, en los 200 estilos, le esperaba Phelps.

Phelps teme a Lochte por dos razones. Primero, porque en la historia de la natación el único hombre que ha nadado los cuatro estilos tan bien como él ha sido Lochte. Segundo, porque durante la prueba de clasificación olímpica, en Omaha, Lochte había conseguido bajar de 1m 56s a pesar de haber estado un mes sin poder mover un tobillo por lesión. Nadie, además de Phelps, ha hecho algo semejante. Para quedar primero, con 1m 54,23s, Phelps se vio obligado a batir su octavo récord mundial. Lochte, al contrario que Phelps, que apretó en la braza, se empezó a hundir a partir de los 100 metros. Pagó su esfuerzo contra Peirsol. "Intenté concentrarme en el 200 estilos, pero el dolor que se me quedó en el cuerpo tras la espalda fue insuperable", dijo. Lochte también pagó ciertos excesos culinarios en la Villa. En los corrillos circuló la versión de que, el sábado pasado, sufrió una gastroenteritis. Se presume que la contrajo en el McDonalds, patrocinador oficial de los Juegos.

"La nutrición es lo último que me preocupa", confirmó el nadador; "posiblemente sea mi perdición, pero he almorzado y he cenado en el McDonalds todos los días desde que llegué". Considerando que Lochte nadó con el cuerpo atestado de ácido láctico, aceites hidrogenados y grasas saturadas, su obra fue colosal. Se inmoló gloriosamente y se colgó la medalla de bronce. A su lado, Phelps, liberado de la presión, cazó su sexto oro en Pekín. Lo consiguió como los otros cinco. Con un récord y un apabullante sentido del dominio de sí mismo.

Michael Phelps se lanza al agua en las semifinales de los 100 metros mariposa.
Michael Phelps se lanza al agua en las semifinales de los 100 metros mariposa.REUTERS

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_