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Crónica:Mundiales de Atletismo en Berlín
Crónica
Texto informativo con interpretación

Kratochvilova regresa

Mayte Martínez, séptima en una final ganada por la surafricana Semenya con más de dos segundos sobre la segunda, la mayor diferencia de la historia

Carlos Arribas

Jarmila Kratochvilova, aquella atleta checa con barba y bigote, el terror de las pistas en los años 80, en los que destrozaba con una eficacia inhumana a todas sus rivales en 400 y 800 metros, debió de sentir ayer un pellizco en el corazón, de gritar algo así como un si esa soy yo, aunque en africana, si estaba viendo por televisión la final de los 800 metros, en los que una adolescente surafricana de cuyo verdadero sexo dudan las autoridades deportivas, arrasó, de una manera inhumana, más fuerte aún que Kratochvilova en la final de los 800 metros resuelta con mayor margen de la historia de los Mundiales.

En unos segundos 400 metros insoportables -los corrió en 58,62s-, Semenya se destacó del pelotón de corredoras, en el que penaba, a cola Mayte Martínez, un emplasto y un taping en la rodilla izquierda, recuerdo de los males que la han machacado los dos últimos años, y como absorbida por un ciclón desde la línea de llegada creó un vació a su espalda de casi cinco metros. Ganó tras su exhibición con la boca cerrada con un tiempo de 1m 55,45s, su mejor marca de siempre -que no es mucho, pues comenzó a correr este año-, la mejor marca mundial del año, la undécima de la historia de un ránking dominado desde hace 26 años, desde los tiempos en los que los controles antidopaje no pescaban ni una molécula de un centímetro cuadrado, por Kratochvilova con 1m 53,28s.

Los segundos 400 metros de la campeona fueron insoportables: 58,62s
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Una cuestión de sexo

Pero ni la mismísima Kratochvilova consiguió nunca lo que logró anoche Semenya -de la provincia de Pretoria: hace tres meses no había bajado de 2m 3s en los 800 metros, hace tres semanas llegó al territorio del 1m 56s-, que es dejar a la segunda a más de dos segundos, exactamente a 2,45s, el tiempo en el que Semenya aventajó a Janet Jepkosgei, una keniana esbelta que es nada menos que la campeona mundial saliente. Todo lo más que conseguía la checa era ventajas de segundo y medio, lo mismo que su sucesora en estilo, y antecesora de Semenya, la mozambiqueña Lurdes Mutola. En esa final histórica, que terminó Semenya, fresca como una lechuga, celebrando con su marca registrada, imitando el vuelo de un pájaro con los brazos, Mayte Martínez, la brava pucelana, terminó séptima. Una buena marca -1m 58,81s, el tiempo para el que estaba y había anunciado-, un puesto no muy brillante.

"Como la carrera ha ido muy rápida, he decidido ir a mi aire", dijo la vallisoletana, que salió descolgada igual que hace dos años en Osaka: entonces, más fuerte, mejor entrenada, la marroquí Benhassi la enlazó con el grupo, ayer nadie se ocupó de ella. Y, además, llegó a Osaka moviéndose ya en los límites del 1.57m. Ayer sólo estaba para 1.58. "Esperaba estar igual de bien que en Osaka, y creo que lo he estado, aunque con un poco menos de velocidad final porque las lesiones no me han dejado afinar, pero las rivales también han estado más fuertes". En la recta final, en vez del eslalon prodigioso que la llevó al bronce en Osaka hace dos años, Mayte no pudo sino superar a la británica Marilyn Okoro y empatar, lanzando el pecho adelante, con la italiana Cusma.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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