_
_
_
_
_

La jequesa del arte

Mayasa, hija del penúltimo emir de Catar y de la glamurosa Mozah, lidera el mercado del arte propulsada por las grandes reservas de gas del mundo Instruida en EE UU, maneja cientos de millones al año. Su última compra, un tríptico de Bacon

Ángeles Espinosa
Mayasa bint Hamad al Thani, hija del penúltimo emir de Catar.
Mayasa bint Hamad al Thani, hija del penúltimo emir de Catar.K. JAAFAR (AFP)

Tal vez no haya heredado el glamour de su madre, pero desprende la misma seguridad y determinación. Ayuda, sin duda, ser miembro de la familia que gobierna sobre las terceras mayores reservas de gas del mundo. Mayasa bint Hamad al Thani es hija del anterior emir de Catar y su esposa favorita, la jequesa Mozah, pero se ha hecho un nombre propio por su labor como patrona de las artes, coleccionista y promotora cultural. Al frente del Organismo de Museos de Catar (QMA), maneja un presupuesto de 1.000 millones de dólares (739 millones de euros) anuales para la compra de obras de arte.

La adquisición de un bacon esta semana la ha convertido en centro de atención. Pero ¿cómo es esa mujer que a los 30 años se ha convertido en una de las personalidades más influyentes en el mundo del arte?

“Es como su madre, muy trabajadora, y se implica personalmente en los proyectos”, confía a EL PAÍS una catarí que trabaja con Mayasa en el QMA y que antes lo hizo con la jequesa Mozah en la Qatar Foundation.

Ambas instituciones encarnan la apuesta del jeque Hamad —que el pasado junio abdicó en su hijo Tamim— por las artes y la educación como pilares de la apertura al mundo de su pequeño pero riquísimo país. Con una extensión similar a la provincia de Murcia y apenas 250.000 habitantes, dispone de la renta per capita más alta gracias a la explotación de los hidrocarburos. Pero en lugar de contentarse con disfrutar de los beneficios, Hamad ha querido utilizar esos recursos para convertir Catar en una potencia cultural.

El emir padre puso a Mayasa al frente del QMA en 2006, recién salida de la Universidad de Duke, en Carolina del Norte (EE UU), donde estudió Ciencias Políticas y Literatura. La princesa tenía 23 años. Desde entonces ha supervisado la inauguración del elogiado Museo de Arte Islámico, obra de I. M. Pei, y del controvertido Museo Árabe de Arte Moderno (Mathaf); la construcción por Jean Nouvel de una sede para el Museo Nacional y, sobre todo, la compra de una millonaria colección de arte contemporáneo que ha revolucionado el mercado internacional. Ella misma reconoció en alguna entrevista que “no era consciente de lo que exigía el cometido”.

Esta corresponsal la conoció al poco de su llegada al QMA. La jequesa Mozah me invitó a comer y Mayasa se unió. En camiseta y vaqueros. Sin maquillaje. Su naturalidad contrastaba con la cuidadísima imagen de su madre, a la vez que decía tanto de su personalidad como de la educación que ha recibido. Una más entre los 24 hijos del emir con sus tres esposas, la primogénita de la favorita ha heredado la fortaleza de carácter de esta y la campechanía de su padre.

No fue una charla de cortesía. Madre e hija abordaron los temas políticos del momento sin recatarse en mostrar sus opiniones, desprovistas de cautelas diplomáticas. Fue entonces cuando la joven princesa contó que durante su año académico en París (2003-2004) había tenido la oportunidad de hacer un cursillo en España y había pasado un mes con una familia en una localidad de Burgos. Con la misma discreción, en el verano de 2002 estuvo de becaria en la sede de la Unesco en la capital francesa, y más tarde, en un estudio de Hollywood para prepararse ante sus responsabilidades culturales, que incluyen la dirección del Instituto de Cine de Doha.

Su curiosidad por el mundo y su interés por contribuir a mejorarlo le llevaron a fundar Reach Out to Asia (ROTA), una organización que promueve el acceso a la educación en las comunidades menos favorecidas de Asia. La foto en la que aparecía ayudando a descargar un avión con asistencia humanitaria en Cachemira tras el terremoto de 2005 fue casi tan revolucionaria como cuando su madre se mostró a cara descubierta en una región del mundo donde las mujeres rara vez aparecen en público.

Mayasa no tiene inconveniente en hacerlo y no solo participa en la inauguración de los grandes proyectos artísticos que impulsa, como la reciente retrospectiva de Damien Hirst, sino también en todos aquellos foros en los que puede promover la imagen de Catar. Habitualmente cubierta con la abaya, tiene dos temas recurrentes: la separación del islam de la violencia y la importancia de conciliar tradición y modernización. Está convencida de que el arte es un buen instrumento de comunicación.

“Está siendo valiente y abriendo nuevos horizontes en la sociedad catarí”, asegura una publicista que la trata profesionalmente. “Ella misma es una gran coleccionista”, añade. “El arte se convierte en una parte muy importante de nuestra identidad nacional”, defiende Mayasa. “Tenemos artistas, pero hay que descubrirlos; en pocos años tendremos nuestros Picasso, Cézanne…”.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_