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L&L (Lengua y Literatura)
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

El peso del mundo (y de los rombos)

Hoy: palabras que pesan (segunda parte)

Dedicamos un L&L anterior a la figurada –y muy contumaz– relación entre peso y respiración y ahora nos gustaría repasar otros usos de pesado y pesadamente, que tanto abundan en el español de hoy, especialmente en traducciones. No podemos ser exhaustivos porque la polisemia –casi siempre forzada– de esta familia parece inabarcable, pero estamos dispuestos a presentar un buen número de casos.

Lo primero que nos gustaría aventurar es que en el español de hoy las acepciones más frecuentes de pesado son las que en el DRAE figuran en séptimo y octavo lugar: “molesto, enfadoso, impertinente” y “aburrido, que no tiene interés”. Como ocurre con tantas otras palabras, los sentidos figurados han acabado imponiéndose en el uso a los más antiguos, literales y etimológicos. Cierto es que pesado, en su primera acepción, significa “que pesa mucho”, pero quizá hoy preferimos otras construcciones para expresar este significado. Si una maleta pesa mucho, creemos que no decimos tanto Esta maleta es pesada como Esta maleta pesa (mucho). No es un caso especial. Pasa lo mismo con otros adjetivos: si una película es muy larga, podemos decir que es una película que dura mucho, pero nunca diríamos, aunque el adjetivo teóricamente nos lo permita, que es “una película duradera”.

Por otro lado, con pesado, unido directamente al sustantivo, parece que hemos establecido también limitaciones al uso, pues entre Llevaba dos pesadas maletas y Llevaba dos maletas pesadas, comúnmente elegiríamos la forma antepuesta, precisamente porque pesado en el sentido más frecuente de ‘molesto’ no suele anteponerse (si nuestro jefe es un pesado no decimos que es “un pesado jefe”). Por eso, creemos también que rara vez elegiríamos la forma pospuesta, y que, antes que Llevaba dos maletas pesadas, preferiríamos decir Llevaba dos maletas que pesaban mucho.

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Tampoco de una persona que pesa mucho decimos normalmente que es pesada, sino que está “gorda”, o “gordita”, o, bien, si nos ponemos en plan profesionales de la salud, “obesa” (segunda acepción del DRAE). E incluso decimos otras cosas.

Las acepciones más frecuentes de ‘pesado’ son “molesto, enfadoso, impertinente” y “aburrido, que no tiene interés”

Veamos dos ejemplos de una misma traducción:

“Bill Bonanno, un hombre alto y pesado, de pelo negro y treinta y un años…” (Gay Talese, Honrarás a tu padre (1971), Alfaguara, Madrid, 2011, trad. de Patricia Torres Londoño, p. 21).

“…llegaron con un tren eléctrico enorme y […] estos pesados y duros hombres se pusieron en cuatro patas […] para ensamblar trozos de rieles” (Talese, p. 382).

Para describir a una persona cuando queremos hacer hincapié en lo que pesa, creemos que normalmente, como decíamos, elegimos otros adjetivos. De hecho, la idea de lo que pesa alguien (y también algo), a nuestro juicio, está más lejos de nuestro pensamiento que la del aspecto físico: en la lengua común, para que nos decidamos a hablar del peso de algo, casi necesitamos haberlo sopesado, tenido en nuestras manos, haberlo pesado, literalmente. Y rara vez pesamos personas. Con las personas, cuando no son realmente (o no queremos decir que son) “gordas”, nos limitamos a observar que son “grandes” (“grandonas” o “grandotas” si somos muy expresivos, incluso “enormes”) o “robustas” o “corpulentas”… que nos parece que son los adjetivos que claramente reclaman los ejemplos aquí apuntados.

Cuando pesado se aplica a cosas, muchas veces también nos parece exagerada y poco justificada la obsesión por el peso, y más teniendo en cuenta que en ciertos casos podríamos perfectamente decir “grueso” o “macizo”:

“…cubriendo con dos pesados manteles de lino un par de mesas grandes y plegables de aluminio” (Talese, p. 164).

“…el uniforme de la cárcel –con aquellos zapatos grandes y pesados” (Talese, p. 577).

“Sentía curiosidad por saber cómo sería la casa de aquel sacerdote […]. La imaginaba sobria, con muebles pesados, y llena de cuadros de vírgenes y santos” (Julia Navarro, La sangre de los inocentes, Plaza & Janés, Barcelona, 2007, p. 520).

“Era una mujer grande, impasible, de rasgos pesados y boca de expresión rígida” (Arthur Conan Doyle, El perro de los Baskerville (1902), Edaf, Madrid, 2002, trad. de Alejandro Pareja, p. 136).

“La cara [del coronel] […] parecía tener forma de rombo grande y pesado” (Aleksandr Kuprín, El duelo (1905), Nevsky Prospects, Madrid, 2011, trad. de Gonzalo Guillén Monje, p. 40).

Bueno, hemos dicho que en algunos de estos casos bien habrían valido los adjetivos “grueso” o “macizo”. Pero admitimos que una mujer de rasgos pesados y una cara con forma de rombo grande y pesado no tenemos ni idea de lo que son.

Con las personas, cuando no son realmente “gordas”, nos limitamos a observar que son “grandes”

En cualquier caso, el interés léxico por el peso es realmente antiguo en español y en algunas ocasiones da pie a curiosas redundancias. A nosotros, por ejemplo, siempre nos ha llamado la atención lo de caer pesadamente porque, aunque es cierto que suele reservarse para cosas que en efecto tienen bastante peso (no suele decirse de una pluma o de las hojas de un árbol, por ejemplo), nos parece un poquito absurdo insistir en tales obviedades. La primera documentación que hemos encontrado de esta connivencia es de 1611:

“… en alto subieron el hermoso / árbol con esta ofrenda refulgente, / y en el hoyo con ímpetu furioso / lo dejaron caer pesadamente”. (Fray Diego de Hojeda, La Cristiada (1611), Rivadeneyra, Madrid, 1851, sin página en el corpus de la RAE).

Comprendemos que en 1611 –Newton no publicó sus Principia hasta 1687– la fuerza de la gravedad fuera todo un misterio y que a uno le fascinara que el peso y la caída estuvieran relacionados. Pero hoy no acabamos de entender qué aporta lógica o emocionalmente esta expresión ya fosilizada que seguimos leyendo una y otra vez:

“Finalmente se subió a una cornisa y se disparó un tiro en la sien derecha […]. Al caer pesadamente al vacío, quedó colgando del alambre” (Ernesto Sábato, Abbadón el exterminador (1974), Seix Barral, Barcelona, 1983, p. 380).

“Inmediatamente una barra de hierro le cae pesadamente sobre un hombro (Nut Arel Monegal, Para un jardín en otoño, Seix Barral, Barcelona, 1985, p. 24).

“… resbaló en el vino derramado y cayó pesadamente al suelo” (Jesús Torbado, El peregrino (1993), Planeta, Barcelona, 1994, p. 122).

Cuando se traslada a otros efectos gravitatorios, aún lo entendemos menos:

“Ya los llamé –dijo Magliocco, luego se sentó pesadamente en una silla” (Talese, p. 112).

Cierto es que algunos diccionarios se esfuerzan en legitimar este uso. La primera acepción de pesadamente en el Moliner dice: “Con mucho peso o con todo su peso: ‘Se apoyaba pesadamente en mi brazo’. Se dice de la manera de caer una cosa de peso considerable, cuando lo hace completamente abandonada a su peso: ‘Perdió el conocimiento y cayó pesadamente al suelo’”. Estos ejemplos inventados, si bien verosímiles, son menos interesantes que la definición que los explica, la cual, si nos fijamos, encierra todo un tesoro de sutilezas. Imaginemos que nos apoyamos en el brazo de alguien solo con la mitad o el tercio o la cuarta parte de nuestro peso: es bueno saber que entonces no podemos decir pesadamente. Y, respecto a la posibilidad de que algo caiga de otra forma que “completamente abandonada a su peso”, ¿qué cosa será ésa? Si no cae así, ¿cómo caerá entonces? ¿No cae hasta una pluma con todo su peso?

Aquí nos permitiríamos conjeturar que a esta definición la ha traicionado la misma confusión que traiciona a los autores a los que les gusta recalcar que las cosas caen (o se apoyan, o se sientan) pesadamente. ¿No se habrá tal vez querido adaptar aquí, dándole forma de adverbio en -mente, una locución fija como con todo su peso? Esta locución, redundante sin duda en su aplicación, tiene no obstante un claro efecto expresivo que, además de funcional, suena natural. Pero, como todas las locuciones, es fija, no se puede alterar.

Lo mismo ocurre con de peso, una locución figurada que significa ‘importante, considerable’ pero que nada autoriza a sustituir por el adjetivo pesado. Debemos insistir en el carácter fijo de las locuciones: del mismo modo que de tren de cercanías no se saca “tren cercano” (aunque juramos habérselo oído a un escritor por la tele), de currículum de peso no se saca “currículum pesado”. Y sin embargo:

Si de ‘tren de cercanías’ no se saca “tren cercano”, decurrículum de peso’ no se saca “currículum pesado”

“No era un abogado de currículum pesado” (Luis Gómez, “La estrategia de defensa de Iñaki Urdangarin ‘sentenció’ a la Infanta”, El País, 13/IV/13).

“… habrá que concluir que hay razones profundas, motivos pesados, que impiden lo que a todas luces parecería lo más razonable” (Ignacio Ellacurría, De El Salvador a Colombia: seis pistas para la paz, CINEP Bolivia, 1994, p. 109).

“… es el hijo de algún militar de alto rango, de algún empresario o de algún dirigente político pesado de la región” (Gustavo Azócar Alcalá, Las calaveras tienen lengua, edición del autor, Caracas, 1999, p. 44).

Volvamos, en fin, a las traducciones y a su infuencia. Es curiosa la recurrencia de la traducción del inglés heavy por “pesado”, porque los diccionarios suelen dar distintas equivalencias de heavy según su contexto. Nuestro viejo Collins bilingüe del año 1974 dice muy razonablemente que, cuando se refiere a build of person (constitución fisica de una persona), heavy equivale a “corpulento”. Del mismo modo se dice que, aplicado a cloth (ropa, tela), es “grueso”; a rain (lluvia), “fuerte”; a blow (golpe), “fuerte, duro”; a loss (pérdida), “considerable, cuantioso”; a responsability (responsabilidad), “grave”; a task (tarea), “duro, penoso”; a traffic (tráfico), “denso”; a part (papel dramático), “trágico, serio”; etc., etc.

Y sin embargo…

No dejamos de ver pesados por todas partes, sea cual sea el contexto, el concepto o el léxico al que se asocien. A veces da la impresión de que algunos traductores –y quienes los imitan– no consultan los diccionarios, que tienen impresa en la cabeza la ecuación heavy=pesado y no dudan ni por un segundo de que no hay otra solución:

Llovía pesadamente. Gotas gordas como panzas de sapo” (Adolfo Bioy Casares, La nueva tormenta, Ed. Francisco Colombo, Buenos Aires, 1935, p. 69).

“El oportuno gol de Delgado […] fue un pesado golpe para las aspiraciones del Almería” (“2-0: el Córdoba derrotó al Almería, para la tercera plaza”, El Mundo Deportivo, 18/VIII/74, p. 8).

“Lo que sonaba era el golpe pesado de un cuerpo” (Clara Sánchez, El palacio varado, Debate, Madrid, 1995, p. 152).

“Un conflicto termonuclear mundial... sería, desde luego, una pérdida pesada para la causa del comunismo (Javier Roiz, El experimento moderno: política y psicología al final del siglo XX, Trotta, Madrid, 1992, p. 166)

“En conjunto, es una responsabilidad pesada, de la que Franco llegó a afirmar que sólo aceptaba responder ante Dios” (Stanley G. Payne, Franco: el perfil de la historia, Espasa, Madrid, 1994, trad. de Carlo A. Caranci Díez-Gallo, p. 263)

“El dinero alcanzaba cada vez menos. Y eso que no tenían gastos pesados” (Eusebio Ruvalcaba, Mil novecientos noventa y cuatro, Seix Barral, México D. F., 1995, p 53).

“… el trayecto de casi una hora en el pesado tráfico” (Enrique Jaramillo Levi, Luminoso tiempo gris, Páginas de Espuma, Madrid, 2001, p. 49).

“Le brindaba la oportunidad de interpretar un papel pesado y dramático, pero no hay nada más peligroso que un papel pesado en un guión ligero” (Roger Ebert, Las peores películas de la historia, Ma Non Troppo, Barcelona, 2008, trad. de Jessica Lockhart, p. 372).

"Sí, estoy enterado –dijo Magliocco con su pesado acento” (Talese, p. 112).

Nos despedimos con dos automatismos que hemos encontrado aislados, y que no parece que estén de momento muy extendidos. Aunque, vista la querencia de nuestra lengua por este adjetivo, no podemos prometer nada:

“… agresivo, controlador, arrogante, mujeriego y bebedor pesado” (Christauria Welland y David Wexler, Sin golpes, Pax México, México D. F., 2007, trad. de José Antonio Valenzuela y Christauria Welland, p. 10).

“En sus antecedentes relata ser fumador pesado de 20 cigarrillos al día” (Ángela Mª Botero Botero y José Arnoby Chacón Cardona, El proceso diagnóstico, Universidad de Caldas, Manizales, 2007, p. 85).

Hasta la próxima. Un recuerdo especial a todos los heavies, que se han quedado en eso sin que se les haya ocurrido nunca llamarse pesados.

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