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Descartado el encuentro con Mandela, Obama le rinde homenaje a su familia

El presidente de EE UU predica la esperanza en la región y reivindica el "mensaje eterno" del líder surafricano

Antonio Caño

Barack Obama no pudo finalmente encontrarse con Nelson Mandela, uno de sus héroes y fuente de inspiración personal y política. El delicado estado de salud del último gran referente moral de la Humanidad recomendó no someterlo a este tipo de tensiones. Obama se limitó a encontrarse con los hijos y nietos de Mandela, que siguen de cerca su evolución en un hospital de Pretoria.

La reunión familiar fue, sin embargo, suficiente para que Obama cumpliera con parte de la misión de este viaje a África: rendir homenaje a una figura irremplazable. “He expresado mi esperanza”, declaró el presidente norteamericano posteriormente, “de que Madiba encuentre paz y confort en el tiempo que pasa con sus seres queridos”. “También he manifestado el profundo impacto que su legado ha tenido para construir una Suráfrica libre y para inspirar a gente de todo el mundo, incluyéndome a mí. Es un legado al que todos debemos rendir honores por el resto de nuestra vida”.

Nada puede Obama aportar a la obra de Mandela más que repetirla y expandirla

Obama visita Suráfrica con la vida de Nelson Mandela pendiendo de un hilo y abrumado por una enorme carga simbólica en la que el ejemplo del inmortal héroe de los derechos humanos, la responsabilidad del primer presidente negro de Estados Unidos y el presente y el futuro de África, un continente dramático y espléndido, se funden en un guión escrito para la historia.

Aunque Obama y Mandela se encontraron en 2005, cuando Obama apenas había cumplido unas pocas semanas como senador, su presencia ahora junto a él, convertido ya en el mayor icono afroamericano desde Martin Luther King, significaría, entre otras muchas cosas, la victoria de la raza peor tratada de la historia. Si casi cualquier persona decente de este mundo debe de estar agradecida a la lucha de Mandela, qué se puede decir de un hombre humilde, el hijo de un africano, que, sorteando todos los obstáculos imaginables, accedió al cargo más relevante de la Tierra. Sin apenas conocerse, Obama es producto de Mandela, su descendiente y alumno.

Es dudoso que Barack Obama pueda tener en algún otro lugar más compromiso personal y más impacto que en África
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Nada puede Obama aportar a la obra de Mandela más que repetirla y expandirla. Así hizo el viernes. “El mensaje de Mandela será eterno”, declaró Obama el viernes, “porque está extraído de las elecciones que dio con su vida, una de las cuales es que, si África como continente puede actuar junto, si sus países están unidos, si se resisten a ser divididos por tribus, razas o religiones, entonces el levantamiento de África continuará”.

Es obvio que el presidente de Estados Unidos tiene en muchos otros lugares del mundo mayores intereses que defender que en África. Pero es dudoso que Barack Obama pueda tener en algún otro lugar más compromiso personal y más impacto que en África. No es ese un continente fácil, desde luego. Desde que está en el cargo, el presidente no ha podido visitar aún el país de su padre, Kenia, por la ausencia de democracia allí. Muchas carencias de índole económico y político mantienen a África postrada y dan argumentos a quienes no creen en su despegue.

Pero Obama está obligado en este viaje a predicar la esperanza y a dejar su visión. “Todo lo que hacemos”, explicó, “está diseñado para asegurarnos de que dejemos de ver a África como un continente dependiente, como un caso de caridad, y empecemos a verlo como un socio, que en lugar de estar crónicamente necesitando ayuda, empieza a reclamar comercio, que empieza a alimentarse a sí mismo, que empieza a producir sus propios bienes. Eso es lo que África quiere”.

Todo lo que hacemos está diseñado para asegurarnos de que dejemos de ver a África como un continente dependiente" Barack Obama

Las palabras de Obama no se corresponden con la política de su país.África, no solo está en la última fila de los intercambios comerciales de Estados Unidos, sino que, en los últimos años, ha tenido que buscar alianzas más rentables en otras latitudes. China, India, Brasil, entre otros, han comenzado a ocupar los espacios que EE UU ha ido dejando.

Obama entiende que el interés de esos países “no es necesariamente una mala noticia”. Al contrario, sostuvo, debería de ser al prueba de que África tiene un futuro luminoso. “Debería de ser”, añadió, “una señal de que existe allí una gran oportunidad, que EE UU no debería dejar pasar por estar anclados en viejos estereotipos sobre ese continente”.

El éxito de África depende, según lo expresó el presidente norteamericano de tres condiciones: democracia, transparencia y responsabilidad. El éxito depende, según él, “de que las empresas se sientan confiadas en que habrá transiciones pacíficas del poder político, de que se persiga la corrupción, de que se respete la ley, de que se respete la propiedad privada y de que los Gobiernos no sean salvajemente ideológicos”.

El papel de Obama en África sería más sencillo si su propia presidencia fuese más exitosa o más consecuente, o si los medios de comunicación se tomasen tanto interés como cuando viaja a Europa o Asia. Pero, aún así, esta es una gran ocasión para que la antorcha de Mandela no quede sin dueño. El legado de Mandela es demasiado pesado para que lo cargue una sola persona. Pero nadie está en mejor posición que Obama entre el grupo de herederos.

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