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LIGA | OSASUNA 1 - REAL MADRID 2

Un campeón no se rinde jamás

El Madrid logra su 31º título de Liga tras una heroica remontada final ante Osasuna. El equipo de Schuster mostró los atributos que le han entronizado: actitud, fe y coraje. El Barça le hará el primer pasillo

Un volcánico final de partido entronizó al Madrid por 31ª vez en su historia. No había dudas sobre que el equipo de Schuster ganaría el título tarde o temprano. Era cuestión de tiempo, pero no cabía sospechar la trama final de su duelo con Osasuna. El Madrid fue algo peor que el equipo local cuando se midieron once contra once, pero mucho mejor cuando se quedó con diez e incluso un rato con nueve. En este tramo estuvo a punto de aplazar el alirón, hasta que irrumpió el jugador más sospechoso ante el gol: Higuaín, al igual que hace un año, de nuevo protagonista en el último capítulo. Un cierre novelesco para encumbrar al mejor equipo del campeonato, al más regular y competitivo, el máximo goleador y el menos goleado. Anoche, en el Reyno de Navarra, el Madrid apeló a los atributos que más le han distinguido durante el curso: la actitud, el coraje y la fe. El equipo, con un segundo título consecutivo, ha recuperado el genoma ganador que ha abrillantado su historia. Su fútbol es más discutible; pero en este campeonato nadie ha tenido un mejor perfume.

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El partido se ajustó milimétricamente al guión previsto. Mucha lija, entusiasmo y poco fútbol, muy poco. Fiel a su genealogía, Osasuna quiso imponer ese juego marcial que le distingue y que tradicionalmente ha cortado la digestión al Madrid. El líder se mantuvo firme, sin grandezas, con el grado de competitividad que le ha llevado al trono. A lo largo de la temporada el equipo de Schuster no ha derrochado estilo, apenas ha habido rastro de la excelencia buscada, pero ha tenido pegada en las dos áreas y la mayor parte del colectivo ha sembrado algo. Anoche, en Pamplona no se alteró, no se dejó llevar por la ansiedad de subir a lo alto del podio cuanto antes. El Madrid se veía ganador y la cita con el Barça de pasado mañana podía resultar idílica.

Tras un primer periodo de contención y muchos nudos, el duelo dio un vuelco copernicano cuando Cannavaro atropelló de mala manera a Plasil recién iniciado el segundo acto. El italiano, que ya tenía una tarjeta, se despidió del partido. Por increíble que parezca, la expulsión tuvo un efecto pésimo sobre Osasuna, que se evaporó ante 10 jugadores. Lo contrario que el Madrid, que entonces mostró su mejor versión. Misterios del fútbol: en su peor momento, Heinze, dislocado toda la jornada, le regaló un penalti a Puñal que éste no desperdició. Por entonces todo apuntaba en dirección contraria.

Sin el capitán azzurro, Schuster amenazó con bajar la persiana al cambiar a Torres por Saviola. La decisión le permitía no sólo gobernar el empate, sino examinar la pareja de centrales que, previsiblemente, será titular el miércoles ante el Barça: Pepe y Sergio Ramos. Pero el equipo no capituló. Resulta que con un futbolista menos, el Madrid estuvo más cerca que nunca del gol y Osasuna se quedó tieso. Sobre todo tras un disparo de Sneijder, ayer menos participativo que en las últimas semanas, que desvió un defensa local y la pelota, en parábola, se estrelló en el travesaño de Ricardo. Sin Saviola como ancla, la defensa de Osasuna se quedó sin referentes, sin pistas que seguir. Además, al sentirse obligado a arriesgar el equipo se agrietó.

Osasuna, que vive angustiado por el yugo del descenso en su temporada más inversora, le puso decibelios al encuentro. Pero carece de templanza y su delantera está seca. Empezando por Portillo, al que rescató su técnico tras semanas de exilio. El ex madridista, que lleva un gol en la Liga, simbolizó de alguna forma la situación de Osasuna. Los arietes suelen ser egoístas, pero al de los navarros sólo le faltó rematar desde Zaragoza, cada vez que recibió la pelota buscó el imposible. Ofuscado Portillo, el cuadro rojillo aceleró por los costados, donde Azpilicueta dio la lata a Heinze, pero sus llegadas resultaban de fogueo por falta de dinamiteros. Sólo Murcia y Levante, ya afiliados a Segunda, han anotado menos.

Con Osasuna en plena tiritona e Higuaín por Raúl -con problemas físicos toda la semana- el Madrid dio un paso al frente, como si la baja de Cannavaro le hubiera activado. Al igual que frente al Athletic hace una semana, Schuster acertó con el cambio. Nada hacía presagiar el éxito osasunista, salvo algún hecho accidental. Llegó el manotazo de Heinze en su área y de nuevo el partido tuvo un giro inesperado. Con el central argentino curándose una herida en la banda ?es decir, con nueve jugadores del Madrid en el campo?, Robben empató con un cabezazo visto a distancia por la defensa roja. Un suspiro después, cuando ya se desmontaba La Cibeles, Higuaín, el chico que se acompleja ante el gol, marcó el más relevante de la temporada e hizo justicia con el mejor equipo. El gran campeón de la fe, el que no se rindió jamás.

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