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Purito se hace grande en el muro de Huy

El ciclista catalán, dos veces segundo, gana al fin la Flecha Valona

Carlos Arribas
Joaquim Rodriguez celebra la victoria en la línea de meta.
Joaquim Rodriguez celebra la victoria en la línea de meta. YVES LOGGHE (AP)

Lanzado por su amigo Dani Moreno, Joaquim Rodríguez demarró pronto y tremendo, a 400 metros, nada más pasar la curva de escarpia a la izquierda, donde en realidad comienza el muro de Huy y su 20% de desnivel, y llegó con tanta ventaja a la pancarta que se ganó el derecho a uno de los mayores placeres que se puede conceder un ciclista, el de disfrutar como un loco en el momento de una victoria. Se volvió a mirar a sus perseguidores según se acercaba a la pancarta, levantó el puño derecho, lo agitó en dirección a Albasini, el ciclista de moda, a Gilbert, casi resucitado, lejanos en la lejanía. Se llevó la mano a la cara, se frotó las gafas incrédulo. Feliz. ¿Purito? No, gracias. Cigarro ya, o habano.

Para una celebración completa solo le faltó el gesto aquel por el que se ganó el sobrenombre de Purito, el de hacer como que se fumaba un cigarro, signo supremo de la superioridad. Claro que no venía a cuento; Purito tiene ya casi 33 años, ya no es aquel insolente neo que llegó a la ONCE en 2000 desafiando, insensato, a los Beloki, Olano, Galdeano y compañía.

Purito no es más un niño, sigue siendo un ciclista de bolsillo por sus dimensiones físicas —1,69 metros mide, pesa 54 kilos o 53—, pero, por lo menos desde ayer, desde su victoria en la Flecha Valona, una de las clásicas que imprimen carácter, tiene derecho a sentirse grande, a ser considerado grande. Segundo los dos últimos años de la carrera que marca el ecuador de las Ardenas, y segundo también  en las otras dos, en la Amstel y en la Lieja (en sus tiempos de guardaespaldas de Valverde), Purito Rodríguez se convierte, tras Igor Astarloa (2003) y Alejandro Valverde (2006) en el tercer español que gana en el muro de Huy. “Es la victoria más deseada, la más increíble, el mejor día de mi carrera”, dijo el ciclista catalán del Katusha, uno que llegó a ser, hace un par de años, número uno del mundo y aspirante a ganar la Vuelta, pero cuyo palmarés hasta ahora se ha nutrido de victorias de etapa con final en repecho en todo tipo de pruebas por etapas, grandes y pequeñas, y en generales de vueltas pequeñas. “Soy un enamorado de las clásicas y había hecho siempre buenos puestos, pero me faltaba una victoria”, concluyó.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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