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EL CHARCO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Alternancia inteligente

El sábado el Madrid amplió sus registros y mutó sobre la marcha

Sami Khedira marca ante el Barça
Sami Khedira marca ante el BarçaDavid Ramos (GETTY)

Si de algo no se puede acusar a Mourinho a la hora de planear cómo enfrentarse a este Barça es de falta de variantes. Dentro de las líneas que definen su estilo lo ha intentado casi todo. Después de la final de Copa probó con el repliegue total en la mitad de la cancha en la ida de las semifinales de la Champions. Luego adelantó 20 metros las líneas en el partido de vuelta. Esta temporada la abrió con presión total, portero incluido, en la Supercopa, y luego apostó por una presión alta y constante en el clásico de la primera rueda por la Liga.

En algunos clásicos la idea fue bloquear las avenidas que despeja el Barça para transitar. En otros intentar, desde la espera y la presión, condicionar los caminos del balón para luego emboscarlo y soltar el contragolpe. Otras veces procuró no dejar jugar al Barcelona y fue a recibirlo directamente al zaguán. Llegó incluso a dejar todas las esclusas abiertas para dejar que el juego fluya como el agua, como en el sorprendente clásico de la vuelta en la Copa en el Camp Nou.

Todos aquellos esfuerzos tenían algo en común: aunque diferentes entre sí, rara vez cambiaban durante un mismo partido. El sábado el Madrid amplió sus registros y mutó sobre la marcha. Para empezar no permitió las salidas en corto en los saques de meta de Valdés. Luego, ya con el balón en juego, el dónde y el cuándo a la hora de la presión alta se decidía en los tres cuartos de cancha. Gatillada unas veces por Benzema y otras por la propia posición del balón, una ola blanca cubría espacios en campo contrario con el 4-3-3. Si la presión no era clara no se iniciaba. En cambio, si tras la presión quedaba superada la primera línea, el repliegue era inmediato y reorganizaba el sistema: según la posición del balón, Khedira flotaba sobre Iniesta o se metía entre Arbeloa y Ramos, para liberar a Pepe del otro lado.

Si la gestión del balón del Barcelona no resultó más eficaz fue en gran parte responsabilidad del Madrid, que luego atacó con su descomunal contundencia habitual

Así, más allá de quien flotara por delante (Pepe de un lado, Khedira del otro, Ramos en ocasiones) la línea del fondo nunca se rompía, anulando el espacio a los penetradores libres que genera el Barça con el cambio de juego y la rotación posicional. El hueco que, al descender, dejaba Khedira junto a Alonso en el centro lo ocupaba Özil, flanqueado luego por Di María y Ronaldo. Por último, por detrás de la pelota, regresaba Benzema, la única punta del 5-4-1 (con línea de fondo dinámica y alternada) en el que mutaba el Madrid tras las incrustaciones defensivas.

Esta alternancia inteligente entre la atenta espera en tres cuartos, la presión muy alta, el repliegue rápido y la espera con achique defensivo de espacios en campo propio es una adaptación específica que presentó el Madrid al juego del Barça. A ese ensanchamiento del terreno que pedía a gritos con sus brazos Guardiola le opuso Mourinho variantes para ahogar el balón en distintas alturas y un sistema de pistones al borde del área que colapsaba espacios por delante manteniendo de aliado al offside.

El enfrentamiento de estilos y sistemas entre estos dos enormes equipos nos regala en cada clásico un guion diferente

La tarea no era sencilla: la alternancia en el quiebre de la línea de fondo debe llevar el mismo ritmo que producen el giro del balón y la movilidad del rival. Pepe, experto en romper desde atrás para salir a buscar a quien cae por su zona, siguió haciendo lo que suele hacer normalmente pero Khedira, inteligente, redondeó un partido tácticamente perfecto para complementar sus ausencias con precisión.

Si la gestión del balón del Barcelona no resultó más eficaz fue en gran parte responsabilidad del Madrid, que luego atacó con su descomunal contundencia habitual. Aunque los blancos mantuvieron su recelo por las circulaciones horizontales esta vez se permitieron mover de vez en cuando el balón hacia atrás. Cuando se animaron lograron esas bocanadas de aire extra necesarias tanto para obligar al rival a un esfuerzo mayor como para reiniciar la presión con intensidad.

Todo un arte: a un Barca especialista en liberar zonas para luego poder ocuparlas por sorpresa se le opuso un Madrid que ocupó zonas ya ocupadas para que luego no quedaran libres. El enfrentamiento de estilos y sistemas entre estos dos enormes equipos nos regala en cada clásico un guion diferente. Un duelo que el sábado dominó el Madrid para amarrar la Liga a Cibeles. Ojalá el espectáculo se repita en la final de la Liga de Campeones.

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