_
_
_
_
_

El talento superprotegido

El mejor Ribéry emerge gracias al apoyo del club muniqués en sus múltiples conflictos

Ladislao J. Moñino
Ribéry, durante el partido de ida.
Ribéry, durante el partido de ida.KAI PFAFFENBACH (REUTERS)

Franck Ribéry (Boulogne-sur-Mer, Francia; 1983) es de esos futbolistas creativos e imprevisibles que los defensas interiorizan como adversarios indeseables no solo por temor a ser superados por ellos, sino porque sus regates son de los que retratan al que los padece. Los resoplidos de Arbeloa en el Allianz Arena, de Múnich, delataron el nivel de estrés al que fue sometido en la ida por la estrella del Bayern. Ribéry hizo soltar unas cuantas bocanadas de aire al lateral del Madrid pese a que este contaba con las ayudas de Khedira y Di María.

A Arbeloa le altera mucho la imprevisibilidad de Ribéry, con el que mantiene un pique desde un partido amistoso entre Francia y España (0-2) en París en 2010. Se encararon en Saint-Dennis y estuvieron a punto de llegar a las manos tras una dura entrada del español. El juego de cintura y piernas del francés, su cambio de ritmo y su tendencia a obligarle a perder su posición tensan al límite al zaguero. Se siente incómodo ante un jugador del que nunca sabe por dónde va a salir.

El actual es el mejor Ribéry que se recuerda desde que, a cambio de 30 millones de euros, firmó por el Bayern en el verano de 2007 procedente del Marsella. Su capacidad de desequilibrio le ha llevado a ser el futbolista que más faltas provoca en la Liga de Campeones (37), en la que es el mejor asistente junto a Benzema y Kaká (cinco pases de gol). Las 12 dianas que ha logrado en la Liga alemana también son su mejor marca desde que llegó a ella. Hasta las lesiones musculares, una constante en su carrera, han desaparecido gracias a un plan físico específico. “Hace horas extras en el gimnasio y trabaja hasta que el dolor ya es insostenible”, le elogia el técnico, Jupp Heynckes.

El francés fue multado con 50.000 euros por pelearse con Robben en el vestuario tras la ida

En Alemania aseguran que esta plenitud de Ribéry es una muestra de agradecimiento al club y en especial a su presidente, Uly Hoeness, por la protección que le brindó en sus peores momentos, cuando el escándalo por mantener relaciones sexuales con una prostituta menor de edad saltó a la prensa y pudo hundirle. “Ha dejado atrás una etapa difícil y ahora está emergiendo. Se ve en plena forma”, dijo Heynckes en la revista Kicker. Aquel incidente, que le obligó a pasar por los tribunales franceses, además de los 100 millones que Hoeness pidió, frenó la ofensiva del Madrid por contratarle. Florentino Pérez, aconsejado por Zinedine Zidane, otro de sus protectores, se había planteado muy seriamente su fichaje.

Entre las virtudes de Hoeness destacan su paternalismo y su querencia por tratar de domar los caracteres de los futbolistas conflictivos. Matthäus, Effenberg, Kahn y Schweinsteiger son algunos de los reconducidos por su método del palo y la zanahoria. Tras abroncarle, dio a Ribéry dos semanas libres para que se refugiara del acoso mediático y recapacitara. “Hoeness es como un padre para mí. En el Bayern he encontrado una familia”, confesó el francés en L’Équipe cuando empezó a recuperar su juego.

El actual es el mejor Ribéry que se recuerda desde que, a cambio de 30 millones de euros, firmó por el Bayern en el verano de 2007 procedente del Marsella.

Heynckes también ha adoptado ese papel paternalista con el chico travieso capaz de conducir y estrellar el autobús oficial del equipo durante la pretemporada invernal en Catar, de tirar un cubo de agua a Kahn desde el tejadillo de los vestuarios de la ciudad deportiva o de echar sal en los zumos de sus compañeros. “Ribéry solo podrá estar satisfecho cuando sea elegido el mejor jugador de Europa. Entonces le daré tres días libres”, advierte Heynckes. A él también le ha calificado Ribéry de padre tras su tormentosa relación con el autoritarismo de Louis van Gaal, que logró que adoptara una frase repetida hasta la saciedad ante los periodistas: “Van Gaal había conseguido que perdiera la ilusión por jugar y las ganas de divertirme en el campo”. La relación era tan inexistente que Ribéry se negaba a saludar al que consideraba un dictador cuando este le reemplazaba.

El intento por tapar lo máximo posible la trifulca de Ribéry con Robben, a puñetazos en el vestuario, por el lanzamiento de una falta directa en el partido de ida ante el Madrid también ha obligado al Bayern a desplegar ese proteccionismo. Fue multado con 50.000 euros. La orden fue no agrandar el asunto porque el Bayern se juega esta noche estar en la final que organizará el 19 de mayo. Los encargados de lanzar las faltas centradas son Kroos y Ribéry. Cuando no se ponen de acuerdo, lo sortean a piedra, papel o tijera en otra muestra del carácter infantil del francés. Que Robben mediara en el asunto no le agradó. El lunes, Lahm, el capitán, abrió el último paraguas institucional para Ribéry: “Ya es algo pasado. El club hizo bien en resolverlo internamente”.

Hoy, Ribéry puede corresponder a ese proteccionismo del Bayern: “El partido contra el Madrid es el más importante de mi vida”.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Ladislao J. Moñino
Cubre la información del Atlético de Madrid y de la selección española. En EL PAÍS desde 2012, antes trabajó en Dinamic Multimedia (PcFútbol), As y Público y para Canal+ como comentarista de fútbol internacional. Colaborador de RAC1 y diversas revistas internacionales. Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Europea.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_