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Una rivalidad con malas pulgas

Azarenka y Sharapova, las dos mejores, debutan con victoria una semana después de chocarse hombro contra hombro en Stuttgart

Juan José Mateo

Pasó la semana pasada en la final de Stuttgart. Antes de viajar a Madrid, donde el domingo Maria Sharapova derrota 6-0 y 6-3 a la rumana Begu y Victoria Azarenka se deshace 7-6 y 6-4 de la rusa Kuznetsova, las dos mejores tenistas del mundo se enzarzan en un doble episodio que marca a fuego su rivalidad. En un cambio de lado, se rozan hombro con hombro, intentando marcar territorio, no ceder el paso a la contraria. Es un gesto de desafío que demuestra que el pulso ya va rebasando los límites de la pista. Azarenka, que es la número uno, ha ganado dos finales (Abierto de Australia e Indian Wells) a su perseguidora en lo que va de curso. Sin embargo, Sharapova, la número dos, se tomó la revancha en Stuttgart, donde usó el discurso de la victoria para echarle más picante al asunto: “Una pena que Vika estuviera extremadamente lesionada y no pudiera jugar a su nivel”, ironizó, en referencia a las frecuentes pausas médicas de su contraria.

“Saque usted sus propias conclusiones”, le contesta la rusa en Madrid al periodista que le pregunta por el incidente del cambio de lado. “Estábamos tan concentradas… puro accidente”, añade, sarcástica, luego. “Las rivalidades son extremadamente importantes para el deporte, como vemos entre los hombres, que atraen a muchos seguidores con sus partidos”, prosigue. “Creo que he formado parte de muchas generaciones y rivalidades: al principio de mi carrera, fui rival de Serena (Williams), de Kim (Clijsters) de Justine (Henin), y era la jovencita”, continúa la rusa, de 25 años y ganadora de tres grandes. “Ahora estoy en la media, porque hay tenistas más jóvenes que yo haciéndolo bien. Todas tienen muchos estilos diferentes”, cierra, sin mencionar directamente a Vika.

“Maria es una de las jugadoras más duras que hay”, dijo antes Azarenka, que a los 22 años se mantuvo 26 partidos invicta en 2012, lo que aprovechó para conquistar su primer grande en Melbourne. “Por su juego, por su determinación, y, especialmente, por su mentalidad. Es una luchadora que saca lo mejor de mí”.

¿Llegará algún día la pareja Azarenka-Sharapova a alcanzar la notoriedad de la que formaron Jimmy Connors y John McEnroe? ¿Podrán captar tantos seguidores, tantas miradas, como los que en su día logró el enfrentamiento público entre los dos volcánicos estadounidenses? Ese, al menos, es el sueño de los ejecutivos de la WTA, que esperan una confrontación que revitalice las raíces de un circuito oscurecido por los frecuentes cambios al frente de la clasificación y la inestabilidad de los resultados de sus protagonistas. Sin embargo, para llegar a conseguir eso, la bielorrusa y la rusa necesitan más títulos, más finales y más encuentros épicos. En Madrid, Azarenka y Sharapova se miran de reojo mientras buscan el trofeo. Son las dos mejores, y mantienen un pulso con Roland Garros al final del camino.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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