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Anfitriones sin tradición

Ucrania apela al orgullo de su vieja guardia y a la condición de local para alcanzar los cuartos en su primera Eurocopa

Rafael Pineda
Oleg Blokhin, seleccionador de Ucrania, durante el amistoso con Estonia
Oleg Blokhin, seleccionador de Ucrania, durante el amistoso con EstoniaALEXANDER KLEIN (AFP)

Tener a Andrei Shevchenko, de 35 años, como el gran referente del equipo no dice demasiado en favor de la selección de Ucrania, uno de los anfitriones de la Eurocopa. Como país independiente desde 1991, jamás ha participado en una fase final del torneo continental y los aficionados ucranianos confían en que su equipo sea capaz de repetir lo desarrollado en el Mundial de Alemania, cuando su selección alcanzó unos históricos cuartos de final, para caer ante Italia (3-0), futuro campeón.

De aquel equipo sobreviven piezas básicas del actual grupo dirigido por el mismo entrenador, el gran Oleg Blokhin, el futbolista más condecorado de la Unión Soviética: son los casos del mencionado Shevchenko, Tymoshchuk, Voronin, Gusev y Milevsky. La esperanza del país, así, reside en que estos veteranos sean capaces de ensamblar de manera más o menos eficiente con lo poco que el fútbol ucraniano ha sido capaz de ofrecer en los últimos años. Rakytsky, defensa central del Shakhtar, y Konoplanya, centrocampista de calidad del Denipro, son algunos de estos jóvenes que han emergido en un fútbol cuyo carácter importador tapona a los talentos de la cantera local. Resulta difícil que surjan futbolistas de calidad con tanto brasileño destinado a marcar las diferencias en Ucrania.

Blokhin se ha encontrado, además, con problemas en defensa, donde no estará uno de sus jugadores más conocidos, el exazulgrana Chigrinski, por lesión, mientras que estos mismos contratiempos se reproducen en la portería, pues pierde a su meta titular, Shovkovskiy, internacional en 92 ocasiones, y a su suplente, Dykan. Pyatov, del Shakhtar, se perfila como el guardameta titular. El seleccionador, en definitiva, desea dar continuidad a una selección que ha cambiado de técnico en tres ocasiones en los últimos dos años –pero que ha cerrado el círculo en el propio Blokhin- y que no lleva demasiado bien la presión de una afición que le exige sacar rédito a su condición de anfitrión. En actuaciones convincentes como el empate a tres cosechado ante Alemania, el pasado mes de febrero, anidan los valores de un grupo que practica un fútbol de garra, verticalidad y una fuerte presión al rival. Conceptos como la posesión o el ataque estático brillan mucho más por su ausencia.

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