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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Marqués de Hortaleza

Aragonés construyó la película donde lucían por fin los Cary Grant del fútbol.

David Trueba
Aragonés, manteado tras lograr la Eurocopa en 2008.
Aragonés, manteado tras lograr la Eurocopa en 2008.REUTERS

El fútbol no mira hacia atrás. No tiene tiempo. Siempre va hacia delante. En el fútbol siempre es mañana. Tanto que cuando un equipo celebra algún título, siempre promete a sus aficionados traer otro de nuevo o más importante el año que viene. Porque saben que los aficionados, aunque celebran el éxito, en realidad ya están pensando en el próximo. Entre otras cosas, la valoración de la Eurocopa de 2008, ganada por España, ha quedado como un remoto pasado. Y de entre todos los recuerdos, el más lejano resulta ser el de su entrenador.

Al Luis Aragonés de los meses antes se le hizo tan imposible la vida que ya acudió dimitido al campeonato. Con el sustituto en barbecho. Recuerdo que fui a un programa de tele a pocas semanas de empezar la Eurocopa y el presentador hizo bromas sobre Aragonés y el público aplaudió a rabiar cuando terminó diciendo que la mejor noticia sería su dimisión. Era una obligación defender a Luis más que nada porque había resuelto a un alto coste, quizá por primera vez desde el fallo de Cardeñosa en Argentina 78, a favor del toque, la clase y los jugadores de calidad.

Cuando Aragonés increpó a Xavi Hernández al terminar un entrenamiento y le advirtió de que lo vigilaba de cerca, trasladó sobre el mediocampista una responsabilidad que ni siquiera en su equipo de Barcelona le habían obligado a encarnar. Lo convirtió en el faro alrededor del cual iba a navegar el juego. Pero aún más difícil, Aragonés supo sobreponerse a las desmedidas críticas contra Iniesta al comienzo del campeonato hasta dotar al jugador del valor de la trascendencia, y aprendió a equilibrar la posición de Marcos Senna y Xabi Alonso, verdadero problema conceptual, incluso hoy, aunque con diferentes nombres, en el equilibrio creativo del equipo.

La furia la puso él y en torno a él se armó todo el ruido, pero eso permitió que en el campo quedaran los hábiles, los listos y el juego

A Luis Aragonés no lo hicieron marqués y de hecho algunos trataron de invitarlo a reproducir sus escabrosidades contra un Del Bosque que fue inteligente y hábil a la hora de prolongar su legado decisivo. Aragonés no es fino ni presenta la fotogenia del nuevo fútbol, pertenece a esa caverna anterior a que los jugadores se depilaran el entrecejo, pero de esa caverna sacó la luz de la selección española, que aprendió a jugar, contener y crear en aquella memorable Eurocopa de 2008 donde se empezaron a resquebrajar los tópicos y las maldiciones.

La furia la puso él y en torno a él se armó todo el ruido, pero eso permitió que en el campo quedaran los hábiles, los listos y el juego. Puede que no haya sitio en la aristocracia para un carácter tan abrupto ni su voz ronca sea la música del éxito, pero el fútbol español le debe la mayor apuesta por la sofisticación y la clase. Algo que hoy ya nos representa internacionalmente. Aragonés es más Shrek que Cary Grant, pero construyó la película donde lucían por fin los Cary Grant del fútbol.

No fue una ruptura ni tampoco la decisión más arriesgada del mundo, pero se necesitaba alguien sin miedo a tomarla. O al menos alguien que, quizá por tenerlo ya todo perdido antes de empezar aquella Eurocopa, decidiera morir con sus ideas puestas.

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