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Una fábrica contra el tiempo

El equipo español HRT trabaja en la Caja Mágica de Madrid para hacer competitivo un coche muy joven

GORKA PÉREZ

Material mecánico, pistolas de calor, bólidos destripados… atrezzo habitual de una fábrica de Fórmula 1, en este caso la del equipo español HRT, situado en el complejo deportivo de la Caja Mágica de Madrid, y sin embargo, ni un solo ruido rebota en las paredes. Son 11.000 metros cuadrados de superficie repartidos en tres plantas en las que trabajan 75 personas, y nada quebranta un hilo musical inexistente. Si acaso el traqueteo de las teclas del ordenador del departamento de ingeniería, o el golpe de una llave sobre el suelo del taller.

Desde que en 2009 HRT se convirtiera en el primer equipo español en obtener la licencia para participar en la categoría reina del automovilismo, hasta el 26 de marzo de 2012, cuando se produjo la entrada de los primeros trabajadores a la nueva sede madrileña tras cambiar el pasado verano de dueños, el equipo dirigido ahora por Luis Pérez-Sala ha sufrido una transformación que aún sigue adelante. “Estar aquí nos beneficia para tener una comunicación más cercana y hace palpable un proyecto que parecía estar un poco alejado de la sociedad española”, asegura el máximo responsable de la firma española.

Funcionamos con dos o tres carreras de antelación, aunque no es lo mismo trabajar en un tornillo que en un ala" Toni Cuquerella, director técnico

Una réplica del F112, el bólido español diseñado para la presente temporada, descansa junto a la entrada de la fábrica. Paredes blancas y una larga moqueta roja sobre el suelo adornan la fachada interior de una empresa dividida en cristaleras. No resulta complicado divisar varias reuniones simultáneas. Ingenieros, diseñadores, o responsables de marketing se juntan para poner en marcha el guion de una semana frenética. Algunas charlas se producen con la mirada puesta en un ordenador con esquemas de datos a la vista, otras, con papel y bolígrafo sobre la mesa. En todas ellas se trabaja con la única idea de mejorar el rendimiento de un coche joven que aun da sus primeros pasos en un mundo lleno de números. Con un presupuesto que ronda los 50 millones de euros, HRT compite sobre el circuito con proyectos multimillonarios como los de Ferrari o Red Bull, que superan los 250. Una diferencia que se refleja irremediablemente en los resultados sobre la pista.

Narain Karthikeyan, en el GP de Canadá.
Narain Karthikeyan, en el GP de Canadá.ROGERIO BARBOSA (AFP)

El flujo de trabajo dentro de un centro de alto rendimiento se activa, a estas alturas de campeonato, tras la conclusión de la última carrera. El equipo de carrera desplazado hasta la sede del circuito realiza los análisis acerca del funcionamiento del coche y traslada el balance a la oficina de diseño, donde se trabajará en la mejora de los puntos señalados y en las especificaciones necesarias en la puesta a punto del bólido para la siguiente carrera. “Funcionamos con dos o tres carreras de antelación. Una vez que hemos señalizado qué pieza se debe cambiar, ya sea por evolución o porque tenemos otro fabricante que nos la produce a menor precio, tratamos de producirla lo antes posible. Eso sí, no es lo mismo trabajar en un nuevo tornillo, que puede ser tan solo media hora de trabajo, que cambiar un ala del coche, lo que nos llevaría dos semanas”, explica Toni Cuquerella, director técnico del equipo.

“Estar aquí nos beneficia para tener una comunicación más cercana y nos acerca a la sociedad española” Luis Pérez-Sala, director de HRT

Con uniforme oscuro, un grupo de mecánicos que aun no han alcanzado la treintena pululan alrededor de los dos monoplazas que pilotan cada carrera Pedro Martínez de la Rosa y Narain Karthikeyan. Junto a las cajas de herramientas abundan los trapos, el elemento esencial, dicen desde el equipo, para mantener el orden logístico. Todo debe quedar visible sobre la mesa, también blanca, sin huellas de grasa. Es la vida en Indoor Sur, 4.500 metros cuadrados en los que se encuentra el taller de los monoplazas, la zona en la que aguardan los camiones (ahora en propiedad) que trasladan el material a los grandes premios, y el aparcamiento. Un espacio abierto en el que, de nuevo, no se oye más que el silbido lejano de las herramientas trabajando.

Pedro Martínez de la Rosa, piloto de HRT, durante una comparencia de prensa en Valencia.
Pedro Martínez de la Rosa, piloto de HRT, durante una comparencia de prensa en Valencia.RAFA RIVAS (AFP)

El grupo de mecánicos se retuerce bajo la panza del F112. Hay trabajadores franceses, ingleses y españoles. “Nuestro proyecto a medio plazo es organizar cursos de formación, un museo y una sala de conferencias”, adelanta Albert Fábrega, coordinador de HRT, mientras observa a los mecánicos desde el ventanal de la base principal de la fábrica. Estos espacios se ubicarán en la segunda planta baja, donde ya se encuentran la piscina y el gimnasio. Forma parte del proyecto de expansión de la marca.

La jornada discurre sin tregua para llegar a cabo los cambios necesarios en el diseño del coche teniendo en cuenta la exigencia aerodinámica del circuito urbano del Gran Premio de Valencia. Los departamentos se reúnen para comprobar el estado del coche y calcular si las evoluciones llegarán a tiempo. Es la lucha contra el reloj, igual de acelerada que en el circuito, pero más silenciosa.

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Sobre la firma

GORKA PÉREZ
Es redactor de la sección de Economía y está especializado en temas laborales. Ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Antes trabajó en Cadena Ser. Es licenciado en Periodismo por la Universidad del País Vasco y Máster en Información Económica de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo.

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