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Wiggins, en su burbuja

El Liquigas dibuja un podio final sin Evans, con el británico en la cima y Nibali tercero

Carlos Arribas
Wiggins, con Froome y Van den Broeck, en un descenso de la etapa de ayer
Wiggins, con Froome y Van den Broeck, en un descenso de la etapa de ayerJOEL SAGET (AFP)

Tourmalet es una palabra que se mastica, tres sílabas que se paladean, que hacen chillar de gusto a la imaginación. El Aspin es una serpiente sinuosa. En el Aubisque, cuando hay niebla, el ganado se queda clavado en el asfalto, se refugia en los túneles. El Peyresourde tiene un descenso fácil y veloz, de curvas anchas, no retorcido como un deseo, como desearía Nibali.

Clasificaciones

16ª etapa:

1. Thomas Voeckler (Fra./Europcar), 5h 35m 2s

2. Chris Sorensen (Din./Saxo Bank), a 1m 40s

3. Gorka Izaguirre (Esp./Euskatel), a 3m 22s

4. Alexandre Vinokourov (Kaz./Astana), m.t.

General:

1. Bradley Wiggins (G.B./Sky), 74h 15m 32s

2. Christopher Froome (G.B./Sky), a 2m 5s

3. Vincenzo Nibali (Ita./Liquigas), a 2m 23s

4. Jurgen Van den Broeck (Bel./Lotto), a 5m 46s

5. Haimar Zulbeldia (Esp./RadioShack), a 7m 13s

La gran travesía de los Pirineos son cuatro puertos que a la afición hace soñar la víspera, tumbada en las cunetas, mirando las estrellas, una noche cálida y gozosa. Para Evans, pobre Cadelito, son el recuerdo de los días grandes, de su victoria en el último Tour, y también el calor del infierno, y son también la señal del sufrimiento, de la derrota. Evans, hinchado, pesado, sin agilidad, solo su cabezón, su voluntad, tirando de su bicicleta, sin fuerzas, se arrastra en el Aspin. Por delante, Ivan Basso (“mi gregario de lujo”, dice Nibali, sin vergüenza por utilizar una frase hecha para resaltar un trabajo único) ha empezado a acelerar para ver no si Wiggins, inmaculado amarillo, afilado, cede, sino para ver si su equipo se descompone, o si no, para ver al menos si quitan del medio a Boasson Hagen, su gregario de cuarto nivel, el velocista noruego que ha marcado el ritmo en el padre Tourmalet. Sin embargo, para su sorpresa, quien cede al aumento casi imperceptible de velocidad es Evans, que empieza a boquear. Es la señal.

Luz Saint Sauveur, al pie del Tourmalet, es una caldera recalentada por el sol, que da duro después de unas semanas en las que la bruma lo velaba, y sus rayos, que al amanecer se cuelan por las rendijas de las persianas como si fuera humo claro, una niebla que invade la oscuridad, rebotan en el asfalto y machacan a todos. Pero a Wiggins, que odia el calor, ni le rozan. Wiggins viaja en una burbuja delimitada, por delante, por el gran culo de Porte, su gregario de tercer nivel, y, por detrás, por el aliento de Froome, su fiel segundo. Para Wiggins los Pirineos no existen, no hay ni Tourmalet, ni Aubisque, ni Aspin, ni Peyresourde, no hay resonancias históricas, ni miedo, ni sueños, escondidos en cada sílaba. Wiggins quiere ser una máquina sin sentimientos para quien cada subida, cada puerto, se reduce a unos cuantos minutos, 20, 30 o 50, depende, en los que su producción de electricidad no debe superar un número determinado de vatios, 300, 350, 380; en los que su consumo energético está calculado al gramo por minuto, y también la sed. Sabe que el Tour está ahí y no en ningún otro sitio.

Para el líder no hay Tourmalet, ni Aubisque, ni Aspin, ni Peyresourde, ni historia, ni miedo

Wiggins está en los Pirineos, pero para él, que no ve el público que grita, en español, sobre todo, “¡Ataca, Nibali, ataca!”, que no ve, mucho menos, la vegetación, el verdor absoluto, para él como si fueran las desoladas laderas del Teide en cuyas cuestas se ha preparado, se ha entrenado para resistir el calor, para hacerlo parte de su piel, porque la alternativa, hacer rodillo en un cuarto de baño con el grifo del agua caliente abierto, habría sido aburrido.

Nibali ataca cuando ya Basso ha provocado la definitiva crisis de Evans

Más tarde, en el Peyresourde, a cuatro kilómetros de su cima, cuando Nibali ataca, ya hay brisa fresca. Nibali ataca cuando ya Basso, él solito, ha provocado la definitiva crisis de Evans, de Cadelito, quien, orgulloso, se había negado a rendirse en el Aspin y había enlazado en el valle. Los escaladores que hacían daño a Indurain, el Wiggins de hace 20 años, Pantani, Chiappucci, atacaban con las tripas, con furia y un mensaje de todo o nada. Con su primera pedalada rompían cualquier vínculo con el realismo, con el cálculo. Nibali, el único rival finalmente de la pareja Sky, porque Froome sigue ahí, ataca con la cabeza. Es decir, no ataca. En sus palabras, acelera, y Froome, primero, y Wiggins después, aceleran también, pero poquito a poco, con más caballos, como el motor perezoso y ronroneante de un Rolls Royce al que no le gustan los sobresaltos, y avanza sin tropiezos. “He pegado tres, cuatro aceleraciones, pero no les he podido dejar”, dice El Tiburón de Messina, tan en su papel que hasta intenta lucirse en el veloz, sencillo, descenso hacia la meta, pero inútil, pues entran los tres de acuerdo, la foto del podio final.

Terminado el día, Zubeldia, resistente, está contento porque ha cedido Evans y ya es quinto; Nibali está contento porque han cedido Evans y un poquito Van den Broeck, y ya tiene asegurado el podio en París. “Aunque me gustaría también ganar una etapa”, dice, ilusionado. Queda una sola etapa de montaña, hoy. Wiggins sigue en su burbuja, en la que no entra ni un soplo de aire exterior.

Prólogo: Las variaciones Cancellara

Primera etapa: Los domingos generosos

Segunda etapa: Contra la melancolía, Cavendish

Tercera etapa: La construcción del personaje Sagan

Cuarta etapa: ¿Será Greipel el bosón de Higgs?

Quinta etapa: Y una montaña en San Quintín

Sexta etapa: Una guerra de guerrillas

Séptima etapa: El 'nuevo ciclismo' toma el poder

Octava etapa: Wiggins y sus 'enemigos'

Novena etapa: Wiggins, un Indurain muy locuaz

Décima etapa: Los maquis del Grand Colombier

Undécima etapa: Cuando el segundo es mejor que el primero

Duodécima etapa: Pedaleando en la luz

Decimotercera etapa: 14 de julio en Sète con Wiggins

Decimocuarta etapa: Luis León, la memoria genética y el instinto

Decimoquinta etapa: Una victoria sobre una garrapata

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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