Viva la periferia
Ninguno de los dos gallegos es un desconocido y, sin embargo, sus triunfos son como estallidos fugaces que se olvidan pronto
Los Juegos Olímpicos son la gran ocasión para que se luzca la periferia. Todo empieza en ese desfile inaugural en el que las estrellas de la NBA o de las grandes Ligas de fútbol se funden en la misma multitud que los anónimos levantadores de pesas de Tayikistán o los ignotos arqueros de Kirivati. Luego, en el día a día de la competición, descubrimos que hay chicas que juegan fantásticamente al waterpolo, que algunos españoles son estrellas mundiales del taekwondo y que, a pesar del abrumador peso del fútbol y del imperio del mercantilismo deportivo, todavía existe gente que entrega su vida al tenis de mesa, la lucha grecorromana o la esgrima poco menos que por amor al arte. Todas esas disciplinas, que viven cuatro años en las grisuras de la periferia, copan por unos días el centro del universo, discuten el protagonismo a Usain Bolt, LeBron James o Neymar y consiguen que en la era del deporte hiperprofesional perviva algo del encanto de aquel espíritu olímpico de los padres fundadores.
En el caso de España, los triunfos de Londres están resultando estrictamente periféricos. Por disciplinas, ha fracasado con estrépito el fútbol, el gran orgullo nacional, y en el atletismo, el rey de los Juegos, vamos de pena. Pero logramos grandes éxitos en taekwondo, piragüismo y waterpolo femenino. Desde una perspectiva de género, está claro que las triunfadoras son las mujeres pese al escaso fervor popular que despierta en nuestro país el deporte femenino. Y, desde un punto de vista territorial, las dos primeras medallas masculinas las han conseguido dos gallegos, gente nacida en la última esquina de la península, en el confín occidental de Europa.
Galicia es tierra de marineros y el piragüismo tiene una tradición bien asentada que ha logrado prolongar David Cal
Ninguno de los dos gallegos es un desconocido y, sin embargo, sus muchos triunfos son como estallidos fugaces que se olvidan muy pronto. Ahí está David Cal, que copa titulares y portadas cada cuatro años (son sus terceros Juegos consecutivos con medalla) para luego regresar a la tranquilidad de sus entrenamientos en el río Lérez, de Pontevedra, mientras los informativos volverán a estar monopolizados por Messi y Mourinho. De ese modo sigiloso, el palista de Cangas do Morrazo se ha convertido en el español con más laureles olímpicos de la historia. Galicia es tierra de marineros y el piragüismo tiene una tradición bien asentada que ha logrado prolongar David Cal. Casi nadie se acuerda ya de Gregorio Ramos Misioné, un piragüista de Lugo que, como Cal, marcó un hito en la historia del deporte nacional: fue el primer español en ganar dos medallas en dos Juegos, una de plata en los de Montreal 1976 y otra de bronce en los de Moscú 1980.
El triatlón es una disciplina mucho más reciente, pero, por alguna razón, también ha echado raíces en Galicia. Antes que Javier Gómez Noya ya apareció Iván Raña, otra figura mundial. El triatleta ferrolano lleva años en la élite de su deporte, pero casi nadie sería capaz de reconocerle por la calle. A pesar de todo, ha perseverado hasta lograr la medalla que se le escapó en Pekín. Cuando apareció en televisión tras su éxito de Londres, pidió con insistencia más atención para su deporte. Los presentadores se lo prometieron y él lo acogió con gesto escéptico. Ni siquiera a él se le escapa que el retorno desde la capital británica será un inevitable camino de vuelta a los territorios de la periferia.