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CICLISMO | VUELTA A ESPAÑA
Crónica
Texto informativo con interpretación

El chupinazo alemán

Degenkolb bate en el ‘sprint’ al australiano Davis en un ejercicio de poderío absoluto Castroviejo mantiene el jersey rojo

John Degenkolb celebra la victoria.
John Degenkolb celebra la victoria.jose jordan (EFE)

Era agosto y no julio. Viana y no Pamplona, pero sí Navarra, aunque lo suyo fue un chupinazo en toda regla. Fue una arrancada brutal, demoledora, la de alguien muy fuerte, poderoso y se diría que hasta rabioso, harto de ver el sillín de sus oponentes. Allí, con su maillot blanco, bien sudado por los casi 40 grados que les acompañaron durante 181 kilómetros. Todo anunciaba el triunfo del australiano Allan Davis que pugnaba con el británico del Sky, Ben Swift, ambos con el mentón golpeando en el manillar sin mirar adelante, solo al suelo, en busca de esa línea blanca que dice que todo ha terminado.

Clasificación general

1. Jonathan Castroviejo (ESP-Movistar) 4h 57m 31s.

2. Nairo Quintana Rojas (COL-Movistar) m.t.

3. Javier Moreno (ESP-Movistar) m.t.

4. Alejandro Valverde (ESP-Movistar) m.t.

5. Benat Intxausti (ESP-Movistar) m.t.

6. Juan Jose Cobo (ESP-Movistar) a 04

7. Dennis Van Winden (HOL-Rabobank) a 10

8. Niki Terpstra (HOL-Quickstep) a 10

9. Kevin De Weert (BEL-Quickstep) a 10

10. Alessandro Ballan (ITA-BMC) a 10

32. Alberto Contador (Saxo Bank) a 14.

Y por un costado salió el cuerpo atlético de John Degenkolb, el sprinter de un equipo de sprinters, el Argos-Shimano, tirando de la bicicleta y de sí mismo a velocidad de vértigo, como si hubiera sacado la raíz cuadrada exacta entre las fuerzas que tenía y los metros que faltaban cuando soltó lastre y dio rienda suelta a su fortaleza. Los batió con la autoridad de un caballo ganador, más que con el estilo sigiloso de un galgo. Más que pedalear, golpeaba la bicicleta a fuerza de piernas y riñones, siendo más el caballo que el jockey sobre el artefacto de dos ruedas.

Conviene decir que John Degenkolb es alemán, del mismo centro, de Gera en el estado de Thüringen. Alemán de pro, ahora empeñado, como dijo hace unas semanas, en devolver “al ciclismo alemán al lugar que tenía antes. Y eso nos corresponde a la nueva generación”. Tiene 23 años y siempre destacó por su aptitud para el sprint y sus buenas maneras en las contrarreloj. Sprinter de fuerza, aunque no exento de astucia, a juzgar por cómo le birló la etapa al afamado Allan Davis, que golpeaba el manillar con el puño, ya no con el mentón, cuando se vio superado por el chico del maillot blanco que le adelantó por la izquierda. Swift, más roto, lo vio todo desde atrás, como si el viento que despedía Degenkolb le hubiera frenado en seco.

El primer duelo de velocistas (no habrá muchos a juzgar por el trazado de la carrera) se fue a Alemania, tras una etapa que cumplió el ritual: una fuga que murió tras el primer paso por meta de un navarro (Aramendia), un andaluz (Chacón) y un ruso (Ignatyev). Movistar la dejó crecer a sabiendas de que el calor y otros equipos con más intereses en la etapa la echarían abajo. Y la echaron en cuanto se atisbó el premio gordo. Eso sí, Alberto Contador se dio el gusto de pasar en cabeza del pelotón, incluso con unos metros de ventaja en el primer paso por Viana. Más que exhibicionismo, fue prudencia. La recta de meta venía precedida de una bajada pronunciada que moría en una rotonda peligrosa. Mejor delante que en el medio, pensó el de Pinto, no vaya a ser que reciba la visita de algún afilador inesperado.

Más que pedalear, golpeaba la bicicleta a fuerza de piernas y riñones, siendo más el caballo que el jockey sobre dos ruedas

Nadie gobernaba con mano de hierro un pelotón que sabe lo que le espera. Sin ir más lejos, el lunes tiene la primera llegada en alto, en Arrate (Eibar). Sin descanso, sin desmayo. El calor del norte hizo el resto. A Movistar la etapa le salió redonda: trabajó lo justo y se apartó cuando desfilaron las locomotoras de la carrera. Y mantuvo el liderato de Castroviejo. Su director, José Luis Arrieta, ya anunció durante la carrera que el equipo no trabajaría en el sprint para José Joaquín Rojas, su llegador. “Tendrá que arreglárselas solo”, afirmó. Y no pudo. De hecho, el sprint final fue más un asunto privado de los aspirantes que el fruto de un trabajo en equipo, de esos con lanzadores sucesivos que le dejan al jefe al pie de la meta.

Se corrió mucho en los últimos cinco kilómetros y eso fue seleccionando candidatos al triunfo. El hecho de que el último medio kilómetro fuera en una ligera subida favoreció las condiciones de Degenkolb, la del alemán potente, desbocado al que parece que se le van a saltar los huesos de las piernas de tanto estirar la piel en cada pedalada, en cada azote a la bicicleta, y que en vez de riñones tuviera misiles.

Fueron 18º kilómetros rituales que al menos le dio al navarro Aramendia, en su territorio, el placer de lucir el maillot de rey de la montaña, gracias a su primer puesto en el Alto de la Chapela. Menos da una piedra, debió pensar. Menos le dio a Allan Davis, que solo pudo ser segundo. Y ya se sabe que el segundo siempre es el primero en perder.

Etapa 1. Contrarreloj por equipos y liderato de Castroviejo.

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