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El incordio de Hondarribia

Unai Emery regresa al Camp Nou, donde nunca ganó, pero siempre causó problemas

Unai Emery, ayer en rueda de prensa
Unai Emery, ayer en rueda de prensaLLUIS GENE (AFP)

A Unai Emery (Hondarribia, Gipuzkoa; 1971) no se le recuerda sin un balón bajo el brazo. Nieto de Antonio Emery, mítico portero del Real Unión de Irún en los años gloriosos de la década de los 20 del siglo pasado, al que se conocía como Pajarito por sus vuelos, e hijo de Juan Emery, también portero, que jugó en mucho equipos de Primera y Segunda División, mamó el fútbol mientras crecía entre campeonatos con chapas en el pasillo de su propia casa y partidos en la plaza del pueblo o en la ikastola Jaizubia, en la que no solo era el mejor con el balón, sino que también ordenaba tácticamente a sus compañeros.

Emery, que solía coger el tren los domingos en Irún para acudir a los encuentros que la Real Sociedad disputaba en en Atotxa, donde presume de haber visto jugar a López Ufarte, su ídolo infantil, puede que ya fuera entrenador o eso creen quienes mejor le conocen. Hoy, como técnico del Spartak de Moscú, vuelve a España y lo hace por la puerta del Camp Nou y contra el Barcelona, un equipo al que conoce al dedillo.

“El haber hecho un buen planteamiento o haber puesto en dificultades al Barça no es suficiente. En el fútbol todo se reduce a ganar o perder”, recordó ayer

Como responsable del banquillo de Mestalla, siempre buscó las vueltas al Barcelona, aunque solo fuera porque solía analizar los sistemas defensivos que se le planteaban al cuadro de Pep Guardiola para aplicarlos en el Valencia, convencido de que a su equipo le oponían las mismas fórmulas. Nunca ganó en el Camp Nou. “El haber hecho un buen planteamiento o haber puesto en dificultades al Barça no es suficiente. En el fútbol todo se reduce a ganar o perder”, recordó ayer, consciente de que en las cinco visitas anteriores, una con el Almeria y cuatro con el Valencia, perdió siempre, acumulando 16 goles en contra y únicamente dos a favor.

Zurdo, fino interior, jugó durante cinco temporadas en el filial de la Real, en el que bebió en las fuentes de Mikel Etxarri, referente del fútbol formativo dosnostiarra, con el que acostumbraba a discutir por cuestiones tácticas de manera muy vehemente.

Emery, que llegó a marcar un gol en los cinco partidos que jugó con la Real, contra el Albacete, vuelve a medirse hoy al Barcelona con Tito Vilanova en el banquillo, un viejo rival, contra el que jugó de futbolista cuando militaba en el Toledo y el hoy entrenador azulgrana jugaba para el Lleida o el Elche.

En el Valencia convirtió en lateral a Alba, que sigue de baja por una amigdalitis

“A Unai le conocemos bien y él nos conoce bien. Siempre ha sido valiente. Nos ha presionado y nos ha complicado. Desconozco si con el Spartak hará lo mismo. Su presencia le da el punto de sorpresa propio de la Champions”, admitió ayer Vilanova.

El que Unai comparezca en el banquillo del Spartak de Moscú esta noche en Barcelona tiene que ver con su capacidad para marcarse retos deportivos y, también, con su inquietud personal, dispuesto siempre a conocer nuevos lugares, después de tres temporadas muy intensas en el Valencia, en el que encadenó tres terceros puestos en la Liga durante el desguace del conjunto, que, una temporada tras otra, vendió a Villa, Silva, Mata, Marchena y Albiol. Aun así, logró que su equipo fuera competitivo.

Allí conoció a Jordi Alba y le convirtió en lateral. “Unai me cambio la vida”, sostiene el jugador del Barcelona, que sigue de baja, recién salido del hospital, en el que ha estado ingresado por culpa de la fiebre generada por una amigdalitis.

Alba jugó su primer partido como lateral contra el Werder Bremen en la Liga Europa de 2010 en Mestalla, el día que se lesionó su compañero Alexis, titular. “Yo creo que fue contra el Brujas”, se confunde Emery al recordar aquel primer partido del canterano de La Masia como lateral. “No le gustaba nada jugar como defensa”, recuerda el técnico, que no olvida que, tras echarle una bronca enorme, avisado por su ayudante, Carcedo, de que había exagerado la repulsa, le pidió perdón delante de la plantilla.

Dicen que a Emery solo el fútbol le tira más que el mar. A fin de cuentas, en Hondarribia se le recuerda, de bien pequeño, con el balón bajo el brazo ejerciendo de entrenador.

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