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Pellegrini, la ovación de Barinaga

La Rosaleda premia la fidelidad y el papel del entrenador chileno en la resurgimiento del Málaga

Alejandro Ciriza
Pellegrini, durante el partido ante el Zenit
Pellegrini, durante el partido ante el ZenitSergio Torres (AP)

Encorsetado económicamente,toda vez que el jeque Abdullah Al Tani decidió cerrar el grifo de millones y desaparecer de la escena, el Málaga arrancó el verano sumido en una profunda depresión. Con el club en el escaparate de venta, las denuncias de varios futbolistas por impagos y la huida de su gran estandarte sobre el césped, Cazorla, además de la de su exdirector general, Fernando Hierro, el panorama invitaba a Manuel Pellegrini a tomar la puerta de salida. No lo hizo el chileno, hombre siempre ponderado, acostumbrado ya a los grandes desafíos después de guiar a la élite europea al Villarreal y obtener unas cifras de récord a su paso por el banquillo del Real Madrid.

No emigró el técnico, que anduvo el curso pasado con el agua al cuello por la irregular trayectoria de su equipo, ahora enderezado e instalado en la gloria. Y la grada de La Rosaleda, vestida de gala el pasado martes, extasiada por el triunfo de su equipo ante el rimbombante Zenit (3-0) en su puesta en escena en la Champions, se lo agradece sobremanera.

“¡Manuel, Manuel, Manuel Pellegrini!”, coreaban los hinchas malacitanos, históricamente comedidos en sus alabanzas hacia el banquillo, conforme se avecinaban los goles de Isco (2) y Saviola. Solo el preparador vizcaíno Sabino Barinaga, después de un 4-0 copero ante Osasuna en 1962, recibió una ovación de similar magnitud. “Es un premio, el público se lo merecía. Estamos concienciados para llevar a cabo el proyecto”, atenuaba con humildad El Ingeniero, convertido ahora en el pastor malagueño y cuyo estilo sobre el tapete es innegociable. No varió un ápice su guion durante la temporada 2010-2011, cuando las críticas arreciaban y el Málaga se encontraba empantanado en la zona de descenso –estuvo inmerso en él desde la jornada 20ª a la 31ª–, ni pestañea hoy día tampoco, cuando su equipo cabalga con soltura en la Liga –está ubicado en el segundo peldaño de la tabla, solo dos puntos por detrás del Barça– y ha irrumpido a lo grande en las altas esferas continentales.

“¡Manuel, Manuel, Manuel Pellegrini!”, coreó la grada de La Rosaleda en el duelo ante el Zenit

Maniatado por el plan de austeridad y reestructuración impulsado por los propietarios del club, no alzó la voz cuando dieron luz verde a la salida de Cazorla al Arsenal por 16 millones. Sin timonel, perdió además a un ariete de envergadura como Rondón (al Rubin Kazan, por 10 millones) y asistió al desfile de piezas importantes en su engranaje como Matijhsen (Feyenoord), Maresca (Sampdoria) o Apoño (Zaragoza). A cambio, reclutó a coste cero a futbolistas de vuelta como Iturra, Santa Cruz o un reverdecido Saviola y dio alas al joven canterano Fabrice Olinga, autor del gol más prematuro de la historia de la Liga con 16 años y 98 días. Solventó sin contratiempos la fase de acceso a la Liga de Campeones, en la que doblegó al Panathinaikos pese al yugo económico que pendía sobre el pase –un mínimo de 8,6 millones–, y dio empaque a una plantilla que en las tres primeras jornadas ha cosechado tres victorias ante el Celta (0-1), Zaragoza (0-1) y Levante (3-1), y solo ha cedido un empate contra el Mallorca (1-1).

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El equilibrio y la mesura de su gestión son la llave. Con una partitura ofensiva atractiva, fútbol asociativo y un correcto repliegue en la retaguardia, el éxito del Málaga se asienta en la fuerza del grupo. Solo Joaquín, alegre y bicicletero como en sus mejores tiempos, y la combustión de Isco, un joven de talento extraordinario que ha revolucionado a la hinchada, sobresalen entre los parámetros colectivos impuestos por Pellegrini. Cuenta además el chileno, contenido en siempre en su mensaje, con el buen hacer de futbolistas como Monreal o Camacho y el oficio de veteranos como Demichelis o Weligton. “La experiencia nos ha servido para convertirnos en una familia y fortalecer el grupo”, apuntaba este último, el capitán, que a la vez puntualizaba: “ahora solo falta que los dueños del club den la cara y hablen con nosotros”. No ha trascendido hasta ahora, no obstante, nada más allá de un escueto “congratulations” (enhorabuena) por parte de Al Thani cuando su equipo logró el billete para la Champions.

Poco parece importarle hoy día a la afición, cuya mirada ya no se dirige al palco. Los héroes están sobre el verde. Y, sobre todo, ejerciendo de forma silenciosa, en el banquillo.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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