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El baile de los debutantes

Estados Unidos domina a Europa por dos puntos de ventaja gracias a los ‘fourballs’

Carlos Arribas
Rory McIlroy saca la pelota de una trampa de arena.
Rory McIlroy saca la pelota de una trampa de arena.JAMIE SQUIRE (AFP)

Hablan los veteranos de la Copa Ryder del valor simbólico del primer golpe, cuando el rocío aún mantiene el campo blando, fresco. Hablan del síndrome de las piernas de gelatina, que no perdona a nadie. Ni a Ballesteros, según cuenta Olazábal. Fue en 1991. Hacían pareja en los foursomes(los golfistas de cada equipo golpean alternativamente la misma bola). Habían acordado que el vasco saliera en los hoyos pares, pero, al llegar al 1, el cántabro le dijo: “Por cierto, Txema, sales tú”.

McDowell, el norirlandés tranquilo que hacía dúo con McIlroy, su compatriota y número uno del mundo, sabía que tenía que dar el primer golpe del torneo en el complicadísimo campo de Medinah (Chicago) y, aunque le temblaban las piernas, no renunció al privilegio, a la responsabilidad. Lo hizo fatal. Quien dio el último golpe victorioso de Europa hace dos años en Gales se fue a una valla, pero probó que no es tan importante el primer golpe como el último: 18 hoyos después, un putt magnífico suyo acabó con los estadounidenses Furyk y Snedeker, que se negaban a perder. Fue una botella de oxígeno para el equipo europeo, que había sufrido minutos antes la derrota de su pareja invicta, Donald-García, machacados por un debutante, el gigante recto Bradley, quien, poéticamente, dio el último golpe, y un zurdo, el viejo Mickelson.

Donald y García fueron machacados por el ‘rookie’ Bradley y el viejo Mickelson

Olazábal, el capitán de Europa, pudo al fin sonreír. McIlroy es su faro y hacerle jugar el primero, en una táctica similar a la de los equipos de fútbol en las series de penaltis, era una necesidad, la de comenzar ganando y marcar terreno. Ganaron McDowell y McIlroy y también los sólidos y encendidos Poulter y Rose frente a Stricker y Woods, pero la sesión matinal terminó con empate: 2-2.

La diferencia no la marcaron los cracks, sino los debutantes, la apuesta arriesgada del capitán norteamericano, Love, que alineó a tres novatos en la competición (Snedeker, Dufner y Bradley) y dejó en la banda hasta la tarde a dos de sus mejores jugadores, Simpson y Watson, ambos ganadores este año de un torneo del Grand Slam. Fue el baile de los debutantes. También el casi desconocido Dufner, emparejado con el claro Johnson, triunfó con facilidad sobre los descompenetrados como pocos Westwood y Molinari.

Phil Mickelson, de pie, y Keegan Bradley, en el ‘fourball’.
Phil Mickelson, de pie, y Keegan Bradley, en el ‘fourball’.JEFF HAYNES (REUTERS)

Pero la mañana, igualada, vibrante, en un campo casi imposible cuando el viento secó el rocío, cuando los nervios y la ecuación riesgo-beneficio lanzó a casi todos a arriesgarse en casi todos sus golpes (animados también por la ausencia de maleza), fue sobre todo la de la historia cruzada de algunos de los mejores, de los clásicos. Las parejas Donald-García (imbatidos ambos por su lado y juntos en los foursomes) y Woods-Stricker, con algunos de los peores registros en la historia de la Ryder, funcionaban hasta entonces como ejemplos claros, esquemáticos, de la diferencia entre la mentalidad europea, siempre solidaria, y la estadounidense, la sublimación del individualismo. Sus límites, sus diferencias, se borraron como llevadas por el viento y ambos dúos disfrutaron poniendo en bretes insuperables a los compañeros. Woods, tan amante del extravío últimamente, llevó a Stricker a territorios que nunca había pisado y Donald intentó lo mismo con García. A ambos los sentó Olazábal en los fourballs (cada jugador, con su bola, al mejor resultado).

Lo malo es que McIlroy y McDowell no pudieron mantener su buen tono en su enfrentamiento en esta segunda modalidad con Mickelson y Bradley, que se impusieron con relativa facilidad.

En realidad, la jornada vespertina se torció enseguida para Europa, que fue a remolque de Estados Unidos en casi todos los duelos desde el principio. Lawrie y Hanson, los que abrieron la serie, no tuvieron una sola oportunidad ante Watson y Simpson, que les pasaron por encima y los echaron del campo cuatro hoyos antes de tiempo.

Como Rose y Kaymer tempoco pudieron con Johnson y Kuchar, la salvación del honor, un puntito al menos, recayó en Westwood y Colsaerts, que batieron a Woods y Stricker, sufridores así de su segunda derrota del día, de ahí sus muecas.

ESTADOS UNIDOS, 5; EUROPA, 3.

Foursomes (2-2): Furyk y B. Snedeker pierden ante R. McIlroy y G. McDowell por un hoyo. Ph. Mickelson y K. Bradley ganan a L. Donald y S. García por 4 y 3 (cuatro hoyos de ventaja a falta de tres). J. Dufner y Z. Johnson ganan a L. Westwood y F. Molinari por 3 y 2. T. Woods y S. Stricker pierden ante I. Poulter y J. Rose por 2 y 1. Fourballs (3-1): B. Watson y W. Simpson ganan a P. Lawrie y P. Hanson por 5 y 4. Ph. Mickelson y K. Bradley ganan a R. McIlroy y G. McDowell por 2 y 1. D. Johnson y M. Kuchar ganan a J. Rose y M. Kaymer por 3 y 2. T. Woods y S. Stricker pierden contra L. Westwood y N. Colsaerts por un hoyo.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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