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Djokovic funde a Murray

El serbio supera cinco bolas de partido y se impone 5-7, 7-6 y 6-3 al británico en la final del Masters de Shanghái, con lo que rompe una racha de siete derrotas contra los otros cuatro mejores

J. J. M.
Djokovic celebra un punto ante Murray.
Djokovic celebra un punto ante Murray.PETER PARKS (AFP)

Saltan trozos de plástico, se retuercen las cuerdas. Novak Djokovic destroza su raqueta contra el suelo y la lanza luego contra una silla, castigada como si la culpa fuera del arco y no del arquero. Andy Murray, el rival del serbio en la final de Shanghái, celebra su cuarto break en una primera manga que ve un total de siete. No hay espacio para florituras, no hay sitio para lo intrascendente. Este es un partido fiero, lo dicen tantas roturas, lo cuenta luego un tie-break espeluznante, lo resume, finalmente, un desenlace salvaje. El premio espolea hasta el límite a los contrarios. Hay dos cosas en juego. Una tangible, que es el título, y otra más sutil, el papel de Nole frente a los otro cuatro mejores: tras quedarse sin medalla en los Juegos y perder la final del Abierto de EE UU ante el británico, el serbio detiene en Shanghái (5-7, 7-6 y 6-3) una racha de siete derrotas seguidas ante Nadal (0-3), Federer (0-2) y Murray (0-2).

Es un duelo golpe contra golpe, tiro contra tiro, pierna contra pierna. Para cada ataque hay una defensa. Para cada defensa un contraataque. Para cada contraataque un último intento desesperado, agónico. Cuesta sumar un tanto. Cada tanto vale un mundo. El cruce crece con el reloj en un in crescendo imparable que culmina el fantástico tie-break del segundo set, en el que truenan los cañones, se desgastan las gargantas y sufren los marcadores. Cinco bolas de partido tiene Murray y las cinco se las niega Nole. Tres de set tiene el serbio y las tres las borra el británico. Se retuercen los tobillos, se doblan las rodillas, hay golpes en posiciones inverosímiles, muecas de dolor, gritos de sufrimiento. Ruge Nole. Ahora es Murray quien revienta su raqueta: ya está el partido en la tercera manga.

Murray rompe su raqueta durante el partido.
Murray rompe su raqueta durante el partido.MARK RALSTON (AFP)

Djokovic, acunado durante toda la semana por su espectacular ejercicio con el servicio, cuenta con alcanzar el trofeo con ese tiro. Murray le niega ese arma. El británico llega a poner en juego el 81% de los segundos saques del serbio y lo hace sin medianías: bien plantado dentro de la pista, da siempre un paso hacia adelante que le da el dominio, el mando, la brújula del peloteo. Djokovic no es inmune a esos ataques. Por momentos, parece que va a acabar desnudo. Tras alcanzar la final promediando casi siete aces por partido, Murray solo le permite un saque directo en las dos primeras mangas, tres en total. Nole tiene que jugar. No encuentra respiro en un punto gratis con su servicio. No hay un oasis que sacie su sed tras los interminables peloteos. Solo su capacidad competitiva le salva de la quema. Cinco bolas de partido tiene Murray. Todas las gana Djokovic, todas las busca el serbio. Son un compendio de decisión, de agresividad y hambre. Cada una lleva el mismo mensaje: gane o pierda, Nole escribirá su destino sin preguntarle a su contrario.

Con el triunfo en el Masters de Shanghái, el serbio vuelve a tener el número uno de Federer a tiro

Llega entonces la manga decisiva. Murray saca la lengua, resopla, estira una pierna. Djokovic anda por los suelos, boquea, sufre. El encuentro exige todo de los dos tenistas. A sus cabezas les pide respuestas, a sus tiros alternativas, a sus piernas, maratones. Son dos pesos pesados moviéndose con la agilidad de dos pesos pluma. Murray, sin embargo, compite hipotecado. Pesan mucho esas cinco pelotas de partido perdidas. Resuenan en su cabeza. Le provocan dudas. Nole pronto exige el cobro de la deuda, pronto capitaliza el primer vencimiento con un break, y al poco culmina la remontada con la naturalidad de la costumbre: sin aspavientos, frio, levanta el trofeo y se pone a pensar en el futuro. Tiene el número uno de Federer a tiro.

Watson, primer título británico en 24 años

Son meses revolucionarios para el tenis británico. Andy Murray se convirtió en su primer campeón de un título grande desde 1936 (Fred Perry) cuando ganó el Abierto de Estados Unidos. Laura Robson, ex campeona de Wimbledon júnior, se coronó como la primera finalista de un torneo WTA en 22 años en septiembre (Guangzhou).

Y hoy, tras más de tres horas de juego, Heather Watson, la compañera con la que Robson ha establecido una estimulante competencia, se ha alzado con el primer título femenino británico en 24 años: nadie sumaba uno desde los lejanos tiempos de Sara Gomer (1988).

Watson, ex campeona del Abierto de Estados Unidos junior, se impuso en la final de Osaka a la china Chang (7-5, 5-7 y 7-6) tras levantar cuatro puntos de partido en contra. Su triunfo, como el de Murray y el de Watson, tuvo un denominador común: Judy Murray, la madre del número tres mundial, que se ocupa ahora del tenis femenino británico igual que antes esculpió las bases de la carrera de su hijo.

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Sobre la firma

J. J. M.
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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