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Lorenzo es el campeón de hielo

El mallorquín, calculador y menos pasional esta temporada, gana por segunda vez el título de MotoGP en una campaña en la que no ha cometido ni un solo error

Nadia Tronchoni
Pedrosa se va al suelo y es adelantado por Lorenzo.
Pedrosa se va al suelo y es adelantado por Lorenzo.WILLIAM WEST (afp)

Jorge Lorenzo es un témpano de hielo. Siempre fue un piloto muy pasional. Era todo corazón: entraba al juego a la mínima provocación, atacaba cada curva como si fuera la última. No soportaba perder. Y para él perder era ser segundo. Aquella precipitación le valió tantas críticas como caídas y visitas al hospital. Sin embargo, a los 25 años, y de la misma manera en que ha ido moldeando su carácter, el de ese niño complejo que fue educado para ser campeón del mundo antes que persona, ha trabajado también en su pilotaje. Lo ha hecho desde el coco, no desde la muñeca, donde se esconde el genio de un corredor, ese que dicta cómo aprovechar el gas. La muñeca ya estaba enseñada. Siempre fue rápido. Pero no pensaba lo suficiente sobre la moto. Hasta ahora. Hoy es más duro que una piedra. Impermeable ante los ataques o la presión del entorno y sus rivales, pura cabeza a lomos de una máquina de 1.000cc.

Se empeñó en cambiar hace unos meses, cuando vio un documental sobre el piloto de fórmula 1 Alain Prost en el que el francés explicaba que fue el primero que empezó a conducir rápido pero seguro. “Eso es muy complicado. Intenté mejorar mentalmente para aprender dónde estaba mi límite. Hay pilotos rápidos, pero no pilotan seguro. Así era yo hasta el 2009. Pero cuando te haces daño no quieres volver a pasar por esa situación. El motociclismo es un deporte de riesgo, así que si sabes dónde está el límite es mucho más fácil”, explicaba ayer Lorenzo nada más proclamarse a los 25 años campeón del mundo de MotoGP por segunda vez, al acabar segundo, solo por detrás de Stoner, y con Pedrosa por los suelos en los primeros compases de la carrera, en Australia.

Lorenzo se propuso conocer dónde estaban sus límites y los de su moto y los fue encontrando en cada curva, en cada circuito, se empeñó en bordar la perfección con todo aquello que estuviera en su mano y lo logró. Ganó cuatro de las seis primeras carreras y no ha cometido ni un solo error en todo el curso. Solo cuenta con un cero en su casillero y no fue responsable del abandono —Bautista le tiró en la primera vuelta—; después, haciendo gala de esa novedosa parsimonia, supo gestionar aquella ventaja lograda hasta la mitad del campeonato —con una quinta victoria en Mugello y una sexta en Misano, gracias al choque de Barberá con Pedrosa— y aprendió a conformarse con los segundos puestos que antes despreciaba.

Es un deporte de riesgo. Si sabes dónde está el límite es más fácil” Jorge Lorenzo

Lorenzo es tan delicado en la trazada, tan fino en su pilotaje, tan constante vuelta tras vuelta, tan buen frenador y tan atrevido en el cuerpo a cuerpo como lo era hace dos años, cuando ganó su primer título de MotoGP. Pero ya no teme los inicios de las carreras, donde flaqueaba: primeras vueltas, primeras curvas, el neumático frío, malas salidas.

Ha pulido todos esos defectos. Y, además, es psicológicamente el piloto más fuerte de la parrilla. Ha exprimido su Yamaha al máximo en uno de los años en que las dos grandes marcas japonesas han estado más igualadas, aceptando el reto de la competencia de una Honda bárbara llevada al extremo, además, por dos pilotos a la altura: Dani Pedrosa, excelso, más fuerte, más atrevido; y el siempre magnífico Casey Stoner, lastrado por una lesión en verano.

Todo se le puso de cara cuando vio a escasos metros a Pedrosa por los suelos

Hoy Lorenzo ya no se enfada los domingos en los que no sube a lo más alto del podio. Sabe saborear un segundo puesto como el de ayer en Phillip Island. Salió como una moto, pronto cedió el paso a Pedrosa y a Stoner. Y todo se le puso de cara cuando observó a escasos metros el fallo de su rival por el título, Pedrosa, que se iba al suelo en la segunda vuelta, pensando como estaba en que a él no le valía nada más que salir vencedor de aquel duelo.

Desde entonces Lorenzo mantuvo la calma. No quiso pensar en el Mundial que estaba a punto de ganar, ni para bien, ni para mal: no buscó ni arriesgar más, ni bajar el ritmo, solo se esforzó por mantener un ritmo constante, en ocasiones similar al de Stoner al frente del pelotón, a quien dejó marchar, pues ganarle hubiera sido imposible.

En este circuito tan complejo, con tantos baches y un asfalto tan delicado uno no pude pensar más que en la siguiente curva, explicaría luego el piloto español, él que a cada giro abría mayor distancia con el tercero, Crutchlow. “Solo pensé en el campeonato en las últimas curvas”. Sumó otro segundo puesto. Y otro título mundial, el cuarto de su carrera, el segundo de la categoría reina.

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Sobre la firma

Nadia Tronchoni
Redactora jefa de la sección de Deportes y experta en motociclismo. Ha estado en cinco Rally Dakar y le apasionan el fútbol y la política. Se inició en la radio y empezó a escribir en el diario La Razón. Es Licenciada en Periodismo por la Universidad de Valencia, Máster en Fútbol en la UV y Executive Master en Marketing Digital por el IEBS.

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