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Un faraón muy poco egipcio

El Shaarawy, ‘pichichi’ del ‘calcio’ con ocho goles, ya ha debutado con la selección italiana y ha mantenido a flote al Milan

Eleonora Giovio
El Shaarawy, durante un partido con el Milan
El Shaarawy, durante un partido con el MilanDANIEL DAL ZENNARO (EFE)

Con 11 años se subía todo los días al coche del señor Sbravati. Le acompañaban otros dos chiquillos de su edad. 50 kilómetros de ida y 50 de vuelta para ir a entrenarse en las categorías inferiores del Génova. Ahí se formó Stephan El Shaarawy, hoy máximo realizador del calcio con ocho tantos. Es el que ha mantenido a flote el Milan de Massimiliano Allegri en los últimos partidos. Luce una cresta enorme, de las que se llevan ahora. Tiene 20 años y le llaman Il Faraone por sus origines egipcios. El padre, psicólogo, nació y estudió en El Cairo hasta que decidió buscar fortuna en Italia. Aterrizó en Savona (una pequeña provincia de Liguria) y allí conoció a la señora Lucia, que trabaja en un ambulatorio. De egipcio, El Shaarawy tiene justo el apellido. Nació en Italia en 1992 y ha pasado por todas las selecciones inferiores de La Azzurra; en agosto fue convocado por primera vez por Cesare Prandelli. Debutó y ya forma parte de la nueva generación de promesas sobre la que el técnico quiere construir la selección para el Mundial de Brasil 2014.

“Es un chaval con grandes valores. Y para el grupo eso es fundamental”, dice Devis Mangia, técnico de la sub-21. “En la última concentración a la que vino llegó bajo de ánimos, por lo que estaba ocurriendo en el Milan. Trabajamos en eso más que en otra cosa porque es un jugador con una calidad notable”, añade Mangia, que ha tenido que prescindir de él después de que le llamara Prandelli. El Shaarawy es un producto de Allegri. El entrenador del Milan fue integrándolo poco a poco al equipo, quitándole presión, gestionando minutos y apariciones. El año pasado sumó 798 y esta temporada, la de su explosión, ya lleva 930.

En Milanello, la ciudad deportiva rossonera, ha heredado la habitación de Gattuso y la comparte con Antonini. Sus compañeros hablan de él como de un chico disciplinado, educado, centrado y discreto; un tipo que se hace querer. Y que, visto lo visto, además marca goles. “Empezó como exterior en el centro del campo, con los años se ha hecho más ofensivo. Puede jugar de extremo y ocupar varias zonas. Lo único que no puede hacer es de delantero centro puro porque necesita espacio y campo. Es de esos jugadores que necesitan arrancar desde atrás ya que su punto fuerte es entrar al hueco sin balón”, le describe Michele Sbravati, el que le hacía de chófer hace 10 años. Fue él quien le descubrió en el Legino, club afiliado al Savona, y fue él quien lo llevó al Génova, donde lo entrenó durante tres años.

“Si marcas siete goles antes de Navidad te pago las vacaciones”, le dijo Ambrosini. Ya lleva ocho.

Fue GianPiero Gasperini el que le hizo debutar en Primera con 16 años. Era 2008. Se marchó dos años después cedido al Padua, en Segunda, para foguearse, y el experimento funcionó tan bien (7 goles en 25 partidos) que le fichó el Milan. “Le vi con ocho años. No era un fenómeno de esos que regateaba a todos. Pero sí se notaba que era futbolista por la capacidad que tenía de hacer gestos técnicos a gran velocidad”, añade Sbravati. En el Milan sí le consideran un fenómeno, básicamente porque ha conseguido encabezar la clasificación del pichichi jugando en un equipo que está en crisis. “Si marcas siete goles antes de Navidad te pago las vacaciones”, le dijo Ambrosini hace un mes. Ya lleva ocho. El Shaarawy puede ir buscando hotel.

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Sobre la firma

Eleonora Giovio
Es redactora de deportes, especializada en polideportivo, temas sociales y de abusos. Ha cubierto, entre otras cosas, dos Juegos Olímpicos. Ha desarrollado toda su carrera en EL PAÍS; ha sido colaboradora de Onda Cero y TVE. Es licenciada en Ciencias Internacionales y Diplomáticas por la Universidad de Bolonia y Máster de periodismo de EL PAÍS.

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