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SIN ESPINILLERRAS
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Un cruyffista en casa de Beckenbauer

Guardiola, heredero del ideario del holandés, aterriza en el club de su mayor rival en la decáda de los setenta

Ramon Besa
Beckenbauer persigue a Cruyff en un partido del Mundial de 1974.
Beckenbauer persigue a Cruyff en un partido del Mundial de 1974.AFP

La mayoría de decisiones que ha tomado Guardiola en su carrera han provocado controversia y una doble lectura. Tiene quien le adula sin condiciones y también difamadores que se manifiestan con más o menos disimulo en función de los resultados y, a veces, del trato personal que les ha dispensado. Ocurre con los periodistas y con los aficionados desde su época de jugador. Algunos le consideran patrimonio barcelonista y como tal le exigen que actúe en función de los intereses del club, sin que se sepa muy bien cuáles son, y también se cuentan quienes le tienen por un gurú que se ganó el derecho a decidir sobre todo, y mucho más sobre su vida.

La discusión ahora mismo está en si su elección en favor del Bayern Múnich, más allá del día —malo porque jugaba el Barça contra el Málaga— y del desmentido previo a un periodista alemán en la ceremonia del Balón de Oro —igualmente reprobable—, ha sido la más fácil y cómoda que podía tomar, o por el contrario se puede considerar inteligente y futurista, una dialéctica a fin de cuentas muy guardiolesca, como cuando se debatía sobre su ascenso del Miniestadi al Camp Nou, momento en que todavía se hablaba de nuñismo sociológico y de cruyffismo como religiones opuestas en el Barcelona. Las cosas con Guardiola son desde siempre así de complejas y difíciles de interpretar, y si no que se lo pregunten al director deportivo Andoni Zubizarreta desde que nombró entrenador a Tito Vilanova.

Hoy se puede defender con una cierta facilidad que a Guardiola le ha faltado valor para enfrentarse a la Premier, un torneo abierto, democráticamente salvaje y cuya selección es tan tribal que al final triunfa el más fuerte. El impacto mediático es incomparable y su llegada hubiera garantizado mucho ruido y hasta puede que algún tiro, sobre todo si también vuelve Mourinho. A Guardiola le encanta la mística del fútbol inglés y se tiene prometido pisar algún día aquella tierra desde que fue rechazado por varios clubes en su etapa de jugador. Ahora, sin embargo, desconfía de los amos del negocio, sobretodo del City.

El fichaje por el club inglés de Txiki Begiristain y Ferran Soriano se hubiera podido interpretar además en clave azulgrana, como si en Manchester estuvieran construyendo una réplica opositora al Barça. A Guardiola, que curiosamente pasó su tiempo en Catar, le preocupa que el fútbol en Inglaterra haya caído en manos de jeques y millonarios rusos o norteamericanos. Hay una notable recesión del juego y se extiende la sensación de que un equipo se construye con dinero fácil. No se trata de justificar tampoco la decisión de Guardiola a costa de renegar de la Premier, sino de ponderar las ventajas de la Bundesliga.

La Liga alemana es un torneo estable, saneado económicamente, bien organizado y en plena evolución futbolística. Mandan los exfutbolistas, se cuida a las canteras, los fichajes son razonables y los clubes no solo compiten sino que se permiten licencias como que el Borussia Dortmund felicite al Bayern por el fichaje de Guardiola. Hay buenos horarios y los precios de las entradas son asequibles, de manera que los campos se llenan y se impone la militancia activa de los aficionados en lugar de la cultura del telespectador. El líder del producto es precisamente el Bayern Múnich.

Y tanto el Bayern como la Bundesliga precisan de figuras para poner el foco futbolístico sobre Alemania. A falta del glamour y la liturgia de la Premier, reducida la jerarquía alemana al pulso Borussia Dortmund-Bayern, como si se tratara del Barcelona-Madrid de la Liga, se impone un ejercicio que combine el realismo financiero con el idealismo futbolístico.

Nada mejor para el proyecto que una personalidad como la de Guardiola, un cruyffista radical en su concepción del juego, convencido ahora de que no hay mejor escenario para dejar huella que la casa de Beckenbauer, el gran rival del holandés en los setenta, ahora igualmente seguro de que el desarrollo de su equipo pasa por mirar al Barça. Beckenbauer quedó fascinado por el Barcelona el 8 de abril de 2009, cuando el Bayern encajó cuatro goles en el Camp Nou en la vuelta de los cuartos de final de la Champions. Y los técnicos alemanes se pasaron 15 días en la ciudad deportiva para saber sobre el funcionamiento del fútbol base del Barça. Así que el interés de ambas partes es de hace tiempo.

A fin de cuentas, Guardiola es un romántico al que fascina más la historia del Bayern y su infraestructura futbolística que la fortuna del Chelsea o del City. La decisión que ha tomado, por tanto, es tan opinable como consecuente con la manera de ser y entender el juego del técnico. No se trata de inventar nada, ciertamente, ni tan siquiera de montar un equipo, pues la plantilla que le deja Jupp Heynckes es de fábula. El objetivo es dar credibilidad y dimensionar internacionalmente al Bayern con el entrenador que más títulos ha ganado en cuatro temporadas —14 sobre 19— con un fútbol que cautivó al mundo.

A Guardiola, que hoy cumple 42 años, siempre le preocupó envejecer siendo joven. Múnich puede ser un buen sitio para progresar como persona y entrenador, después de Nueva York y Barcelona. Los retos, en cualquier caso, siempre se los ha puesto el propio Guardiola, también en el Barça.

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Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.

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