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La tortura de Manolo Llorente

El presidente del Valencia se medica para soportar los cánticos en su contra durante los partidos del equipo en Mestalla

Manuel Llorente, junto a Florentino Pérez, en el palco de Mestalla
Manuel Llorente, junto a Florentino Pérez, en el palco de MestallaJuan Carlos Cárdenas (EFE)

En la última comida con los dirigentes del Real Madrid, el presidente blanco, Florentino Pérez, tomó la palabra: “Estos solares [los del viejo Mestalla] son los mejores de España, pero nadie se pone a construir. Este año va a ser peor incluso que el año pasado”. Florentino sabe de lo que habla: es el presidente de ACS, una de las mayores constructoras del país, pensaron los directivos del Valencia. Estos siguen respaldando a su presidente, Manolo Llorente, a pesar de que la imposibilidad de vender los terrenos de Mestalla lo abocan a un callejón sin salida. “Y eso que lo tuvimos vendido y firmado por Rodrigo Rato”, se lamenta un consejero valencianista en alusión al acuerdo roto de Bankia, que se quedaba el campo a cambio de la deuda de 200 millones del club con la entidad bancaria. El compromiso se rompió con el hundimiento y el posterior rescate de Bankia por parte del Estado. Y ahora es el Valencia el rescatado por la Generalitat, que debe pagar antes del día 31 la deuda de 86 millones de la Fundación de Mestalla con Bankia, avalada en su día por el expresidente del Consell Francisco Camps.

“Manolo está obsesionado con que le van a chillar”, cuenta un directivo. De hecho, en cada partido en casa se repite la liturgia. Gane o pierda el Valencia, el público se arranca a pedir la marcha del presidente. Una hora antes, Llorente se toma un tranquilizante. Todo comenzó el pasado 1 de diciembre. El Valencia perdió en casa ante la Real Sociedad (2-5), la grada cargó contra Llorente y este despidió al entrenador, Mauricio Pellegrino, una apuesta suya cuyo despido costó tres millones. El público le recrimina eso, así como su salario (340.000 euros anuales) y la poca sensibilidad con el alto precio de los abonos en tiempos de crisis. “Pero si él cobraba lo mismo como presidente del Valencia Básquet”, lo defiende el mismo consejero, “y tiene varias ofertas importantes, una de la Liga de Fútbol Profesional”.

En el palco desde junio de 2009, Llorente se siente maltratado por la afición y, dada su cuenta corriente, no tiene necesidad económica de seguir. Su familia le pide que lo deje. Pero él quiere continuar por “responsabilidad”. Con la angustia de entrar otra vez en Champions para volver a cuadrar el presupuesto. En caso contrario, habría un déficit de 18 millones. Los empleados de la sociedad, sin embargo, lo ven acabado, sin la ilusión ni la fuerza de antes. Rodeado de “inútiles y de pelotas”, afirman. En ese apartado sitúan a varios de los fichajes de Llorente procedentes de Mercadona. Un par de altos cargos. La empresa de su venerado Juan Roig sigue siendo su referente.

En el club no se avista nadie capacitado para sucederle. Los adversarios toman posiciones. El más abierto ha sido Fernando Gómez Colomer, exjugador y exdirectivo, a quien la Generalitat le ha dicho que si encuentra algún tipo de inversor tiene el camino libre hacia la presidencia. A su derecha, Alfonso Rus, el presidente de la Diputación de Valencia y alcalde de Xàtiva, también en busca de dinero para avalar su aterrizaje en Mestalla. Mientras tanto, Llorente, una hora antes de intentar remontar esta noche el 2-0 del Madrid en la Copa, se tomará la pastilla para lidiar con la dichosa cancioncilla: “Llorente vete ya, Llorente vete ya, Llorente vete ya”.

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