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EL CÓRNER INGLÉS
Columna
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Animales en las gradas

Dani Alves pidió medidas contudentes por los gritos racistas que se produjeron durante el clásico en el Bernabéu

Dani Alves, durante la rueda de prensa en Barcelona.
Dani Alves, durante la rueda de prensa en Barcelona.FERNANDO ZUERAS (DIARIO AS)

Llama la atención que el aparente insulto esta semana de Leo Messi a Aitor Karanka, el segundo entrenador del Real Madrid, haya generado mucho más ruido y polémica en España que las denuncias de Dani Alves contra el racismo en el fútbol español. Que Messi le hubiera dicho a Karanka que es el “muñeco de Mourinho” ofende a algunos, da risa a otros. Una anécdota más para nutrir la rivalidad infantil entre los aficionados de los dos equipos más privilegiados de la Liga.

"Racismo: el máximo odio con el mínimo de razón." Abraham Joshua Heschel, teólogo judío.

Lo del racismo en los estadios debería ser motivo de preocupación general y de debate en todas las esferas de la sociedad, independientemente de la afiliación tribal o incluso de si a uno le interesa el fútbol o no. Pero no lo es. Ni da señales de que lo sea. Como dijo Alves, resignado, tras el partido entre el Barcelona y el Madrid, en el que aficionados del Bernabéu imitaban los gruñidos de un mono cada vez que tocaba la pelota, “es una guerra perdida”.

La inevitable reacción de muchos madridistas fue interpretar sus palabras como otra escalada en la guerra verbal entre los dos clubes. Pero —oh, sorpresa— resulta que no se tomaron la molestia de escuchar bien lo que dijo. “No es algo puntual, que pase allí”, apuntó Alves, refiriéndose al Bernabéu, “pasa en todos los campos”. Y agregó: “El Bernabéu no es de los campos en que más agredido me siento. Hay peores. En España en general sucede. Ya lo viví con el Sevilla… Desde que llegué a España [HACE 10 AÑOS]siempre ha sido así”.

Mucho peor que las chorradas que se han dicho sobre las sobrias observaciones de Alves en las redes sociales fue la respuesta atribuida a una de las figuras emblemáticas del Real Madrid, Manolo Sanchis. Quizá se le citó mal, quizá hubo un error de comunicación. Ojalá. Porque lo que se publicó fue que Sanchis dijo en la Cadena Cope que Alves era “un jugadorazo, pero fuera del campo no tiene demasiadas luces, no me gustan sus declaraciones”. O sea, una leyenda del Real Madrid da luz verde al racismo. Esperemos, repetimos, que se le haya citado mal, o fuera de contexto, o algo.

En España se tolera el racismo, incluso parece que se defiende. En Inglaterra, no

Lo que es cierto, por otro lado, es que las palabras de Alves tendrían aún más peso si denunciase los mismos gritos racistas cuando se oyen en su propio estadio, el Camp Nou. Marcelo, su compatriota brasileño y lateral del Madrid, ha sufrido idénticos insultos de la afición barcelonista y, que se sepa, Alves no ha dicho nada al respecto. Tampoco hubiera estado de más que Michael Essien, el jugador ghanés del Madrid, se hubiera sumado esta semana a las protestas de Alves. Y mejor aún, que todos los jugadores de ambos equipos, independentiemente de sus razas, hicieran causa común con él. Y los presidentes de todos los clubes también. Pero no. Silencio total.

Alves propuso como única solución imponer “castigos severos para terminar con este cáncer del futbol”, agregando que las autoridades deberían “dar ejemplo y mirar a Inglaterra”. Allí, dijo, “las medidas son duras”. Lo son. Hay cero tolerancia en el fútbol inglés con el racismo, dentro y fuera del campo. Si se aplicaran los mismos criterios en los estadios españoles que en los ingleses las cárceles españolas estarían llenas y los estadios aún más vacíos. En Inglaterra al aficionado que se detecta en televisión haciendo gestos o ruidos de mono hacia un jugador negro es buscado por la policía, detenido y llevado ante un tribunal. En la temporada 2001/2012 se dieron 23 casos; en la temporada anterior, 43.

Una ley solo sirve si cuenta con apoyo masivo social. En Inglaterra esta sí la tiene. Al punto de que el mayor freno al comportamiento racista en los estadios no es la amenaza de intervención policial sino el oprobio de las personas que están sentadas al lado de uno. En España se tolera; incluso parece que se defiende. En Inglaterra significa ser visto como un animal.

No hay comparación entre el racismo en los estadios ingleses y en los estadios españoles, pero aún así un comité del Parlamento británico publicó un informe sobre el tema el año pasado que dijo que todavía quedaban “problemas significativos”, aunque señaló que se habían visto “enormes” mejoras desde los años 70 y 80. En España, donde cerdos volarán antes de que el Gobierno investigue el racismo en el fútbol, se sigue en la edad de piedra.

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