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Los demonios de Ibra

El delantero del PSG, tan genial como díscolo, es el segundo futbolista que más veces ha sido expulsado (3) en la ‘Champions’ tras Davids (4) ● Acumula 10 tarjetas rojas en su carrera

Alejandro Ciriza
Ibrahimovic hace una dura entrada a Guardado que le costó la expulsión.
Ibrahimovic hace una dura entrada a Guardado que le costó la expulsión.David Ramos (Getty)

“Le ha echado porque es él. Si fuese otro, no lo hubiese enviado al vestuario”, argumentaba el director deportivo del París Saint Germain, Leonardo, instantes después de que su equipo arañase un buen botín de Mestalla (1-2), ante el Valencia, en un duelo sellado con un inoportuno borrón para su equipo: la expulsión de Ibrahimovic. Tan díscolo lejos del césped como superlativo con la pelota en las botas, el sueco afeó la victoria de los parisinos con una plancha a destiempo sobre Guardado. Sin vacilar, el colegiado Paolo Tagliavento le envió al camerino para desesperación del técnico Carlo Ancelotti. Incrédulo, pero sin perder el aire altivo que preside su rostro, Zlatan abandonó el campo mascullando entre dientes. Una escena que se ha repetido ya en 10 ocasiones a lo largo de su carrera, salpicada además por numerosos episodios polémicos.

Criado en el marginal distrito de Rosengard, en la ciudad portuaria de Malmö, desde muy joven labró su fama de tipo duro como mecanismo de protección. “De pequeño no pasé hambre. Pasé mucha hambre”, ha recordado más de una vez Ibra, hijo de un inmigrante bosnio y una mujer croata, especialista en su adolescencia en robar bicicletas en su barrio y batirse el cobre en una cancha de cemento que hoy día lleva su nombre. Ese mismo escudo, ese recurso de autoafirmación que arrastra de forma recurrente al terreno de juego, le ha jugado muy malas pasadas, como la de anoche en Mestalla. Todo iba sobre ruedas para el PSG, hasta que al gigante se le cruzaron los cables, por más que la decisión arbitral fuese algo severa. “Solo intenta alcanzar el balón, pero como es grande [mide 1,95 y pesa 95 kilos] y tiene una etiqueta injusta le sacaron la roja”, reiteraba Leonardo.

Le expulsaron porque es él, por la etiqueta que tiene. La roja es injusta" Leonardo, director deportivo del París Saint Germain

No es la primera vez que le llevan los demonios a Ibra, capaz de combinar el control más delicioso con el mamporro más contundente. Con la de anoche acumuló su tercera expulsión en la Liga de Campeones y se convirtió en el segundo jugador que más veces ha sido expulsado en el torneo, junto a Drogba. El ranking lo lidera otro bad boy, el holandés Edgar Davids. El pitbull enfiló el túnel de vestuarios antes de tiempo en cuatro ocasiones. “No comprendo la expulsión. Esto es fútbol”, incidía Ancelotti, que perderá al ariete para la vuelta y también podría verse privado de él para un hipotético cruce en cuartos si la UEFA decide sancionarle con más dureza. El próximo día 27, deberá someterse a una audiencia disciplinaria. Tiembla el preparador italiano, que apoyado en el talonario millonario de los jeques ha moldeado un equipo de estrellas, pero dependiente en exceso del sueco. Ibrahimovic, epicentro del cuadro parisino, es el máximo artillero de la Ligue 1 con 21 goles en 21 partidos y acumula otros dos más en la Champions.

“Solo Dios puede juzgarme”, luce el goleador en uno de los múltiples tatuajes que envuelven su torso. Una adicción que cobró forma en Italia, después de despegar en las filas del Ajax y el fútbol holandés, donde su expediente conflictivo comenzó a coger cuerpo. Allí amenazó a su compañero Van der Vaart con romperle las piernas. Fue en el calcio, sin embargo, donde su figura de enfant terrible creció de forma definitiva. Indomable, solo Fabio Capello logró contener a la bestia que lleva dentro. En la Juve solo fue expulsado una vez, durante un envite europeo contra el Bayern. Eso sí, tuvo una refriega con su compañero Zebina. En su siguiente estación, el Inter, ya tuvo algunos roces con Roberto Mancini y vio tres cartulinas rojas: dos en la Liga, ante el Parma y el Lazio, y otra en la Champions, de nuevo ante el equipo muniqués.

Mourinho, después, sí logró comulgar con el sueco. “Él me estimulaba, es un ganador; no como Guardiola”, dijo en su día, después de desfilar durante un curso por el Camp Nou. En Barcelona, pese a firmar unos registros notables, también se las tuvo tiesas con el preparador. “El filósofo”, como le denominó de forma irónica antes de emigrar Ibra, al que las cámaras captaron en actitud burlesca hacia el técnico durante un entrenamiento y que en su autobiografía, Yo, Zlatan, describe una guerra con el catalán. El desencuentro alcanzó su punto álgido cuando abordó al de Santpedor, después de ser suplente en una cita frente al Villarreal, y lo acorraló en el vestuario antes de derribar una taquilla metálica de tres metros. En la Liga, pese a todo, solo figura una roja en su expediente tras acariciar a un futbolista del Almería.

El gigante, tan bueno como polémico, ha protagonizado incidentes en Holanda, Italia, España y Francia

Su actitud fue más volcánica en el Milan. Durante sus dos años en el conjunto rossonero fue expulsado en tres ocasiones. Primero por propinar un puñetazo en el estómago a un rival del Bari. El gesto le costó tres partidos de sanción. Nada más regresar, volvió a la ducha antes de tiempo por insultar al juez de línea en un pulso con el Fiorentina. “Creo que debe mirarse en el espejo y sentirse culpable”, le regañó, a modo de simple tirón de orejas, el propietario de la entidad, Silvio Berlusconi. En San Siro protagonizó varios altercados. Propinó un patadón de taekwondo a Strasser durante un entrenamiento –una escena que repitió en la selección sueca con Wilhelmsson, con Materazzi en un derbi y con su amigo Cassano en la celebración de un Scudetto– y se enzarzó en una brutal pelea con Onyewu. “Estuvimos a punto de matarnos”, recuerda.

En Francia, con el PSG, sus cortocircuitos no han cesado. Según informó el diario Le Parisien, se encaró con el brasileño Nené al poco tiempo de aterrizar en el Parque de los Príncipes para adueñarse del 10 y marcar territorio. Después, incrustó sus tacos contra el meta del Saint Etienne, pateó la cabeza de Lovren cuando el zaguero estaba en el suelo y en Mestalla volvió a exhibir su lado más oscuro. Volvieron los demonios.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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