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Messi y la falta de un plan B

En los partidos torcidos, los azulgrana reconvierten a los puntas rivales en laterales y a los propios en defensas

Jordi Quixano
Costant protege el balón ante Messi
Costant protege el balón ante Messi ALBERTO LINGRIA (AFP)

La figura de Messi cohíbe a la hora de fichar a un delantero centro nato, de esos que se atornillan en el área y que se alimentan de los centros laterales para destazar a las defensas rivales con cabezazos y remates de primeras. Messi quiere y tiene la plaza de ariete, donde se expresa mejor que nadie y donde se ha destacado como el mejor del mundo, quizá de la historia. Pero, como constata una larga lista de futbolistas completada en los últimos años por Bojan, Ibra y Villa, no parece dejar espacio para otro, para un delantero que ofrezca un plan B. Así, cuando se tuerce la historia, la alternativa a Messi es el central Piqué, una idea tan expresiva como cruyffista, retal que evoca a Alexanco y Nadal. Y, casualmente, la historia le queda tuerta cuando los delanteros rivales actúan de defensas.

Sir Alex Ferguson, técnico del Manchester United, decidió prescindir en 2008 del punch de Rooney a cambio de cerrar la banda y ganar solidez defensiva. Decidió que Wazza fuera un carrilero, un doble lateral para tapar a Alves, toda vez que Cristiano Ronaldo se proyectaba como ariete. Después de Ferguson, fueron varios los que probaron la argucia –ganó el MUFC la eliminatoria con un gol de Scholes-, que cogió forma y color con Mourinho, que dobló el recurso con el Inter de Milan en 2010, cuando los delanteros Eto’o y Pandev se encargaron de los costados. Argucia que también imitó Di Matteo con el Chelsea y en la figura de Fernando Torres, en las semifinales del curso anterior. Duelos definidos por el catennacio que descompusieron al Barcelona, lo mismo que el miércoles en San Siro, cuando la boya Pazzini, que se ensambla en el área rival a cada encuentro, actuó de mediocentro defensivo, cuando el extremo El Shaarawy se encargó de frenar a Alves y cuando Boateng, habitual trescuartista, ató en corto a Jordi Alba. Su generosidad defensiva, además, tuvo premio; Boateng hizo una diana e Il Faraone dio la otra. Goles que exigieron y apremiaron al Barça, incapaz de encontrar la rampa del gol cuando se bate con dos líneas de cinco, una en el balcón del área rival y la otra de la mano del portero.

El Shaarawy se encargó de frenar a Alves y Boateng ató en corto a Jordi Alba

Con el partido de vuelta en el Camp Nou en la mollera, Piqué no ascendió sobre el tapete con el balón controlado, quizá porque entendió que no era momento de provocar al rival, porque un error podía conllevar una factura de las gordas. Eso estimuló que Busquets bajara a pedir el balón y, en su efecto dominó, también Messi. Mala señal para el Barça porque el astro desciende en dos tipos de encuentros, en los que genera huecos con sus arrastres para dar el pase definitivo –no ocurrió contra el Milan, que vivía con la tranquilidad de la tensión pegado con Loctite en su área- y en los que se aburre porque no toca el cuero. La solución de emergencia, entonces, se buscó en Piqué. Una táctica que ya había hecho contra el propio Inter de Mourinho (marcó un gol), contra Estudiantes en la final del Mundial de Clubes (2009) y en alguna ocasión suelta más. No funcionó en San Siro la urgencia y el Barça perdió en el alocado juego de los delanteros.

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