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Fútbol de claqué

Elogiado de forma unánime, Giggs pasó de ser un extremo vertiginoso a un refinado intérprete de los espacios y el pase ● Repase en vídeo los mejores momentos del galés

Alejandro Ciriza
"Tenemos a nuestro propio Messi, Ryan Giggs", dicen los aficionados.
"Tenemos a nuestro propio Messi, Ryan Giggs", dicen los aficionados.ADRIAN DENNIS (AFP)

Sir Alex Ferguson, su mentor y ahora cómplice, lo tiene grabado a fuego en su memoria. “Recuerdo el primer día que lo vi. Tenía 13 años y flotaba sobre el césped como un cocker spaniel persiguiendo un trozo de papel de plata arrastrado por el viento”, reconstruye el técnico del Manchester United cuando es inquirido sobre Ryan Giggs. Ya lo dice el técnico: “Simboliza todos los equipos que he tenido en el United. Se ha reinventado constantemente a sí mismo, adaptándose a los cambios en el juego y sin perder nunca el hambre del éxito”.

Poco queda ya de aquel chico de rizos locos y silueta enclenque que aterrizó en la ciudad deportiva de Carrington para entrenarse con el primer equipo. “Cuando le vimos, nos preguntamos: ¿de dónde ha salido este?”, recuerda Steve Bruce, el capitán de los diablos en aquella época. La respuesta llegó de forma fulminante, con apenas tres regates. “Me dije: ¡Woow!”, resuelve el fornido zaguero. “Era como un bailarín de claqué”, definió Eric Harrison, el preparador que moldeó en la cantera a los Fergie’s fledglings –los polluelos de Fergie–: Beckham, Butt, los hermanos Neville, Scholes y el propio Giggs. Entonces, este último limpiaba el vestuario, embetunaba el calzado de la vieja guardia y repasaba las líneas de cal del campo tras el entrenamiento. Sin rechistar.

Simboliza todos los equipos que he tenido en el Manchester United. Ha sabido reinventarse constantemente" Alex Ferguson, técnico del Mufc

Hoy día, su anatomía se ha transformado. Sus facciones se han endurecido, las canas adornan sus sienes y sus piernas han perdido voltaje. Su modo de concebir algunas cosas, sin embargo, sigue intacto.Los jóvenes ya no hacen esas cosas. Dios sabrá por qué no. Experiencias de ese tipo te aportan disciplina y respeto”, opina él, a sus 39 años.

La virtud de saber evolucionar y readaptarse, unida a un físico prodigioso, es la clave de la longevidad futbolística de Giggs. Ya no es un meteorito incrustado en la banda, un driblador letal. Pero, con el paso de los años, se ha convertido en un magnífico intérprete, en un afinado lector del espacio. Ya no muerde, pero esconde alguna que otra finta terminal. Ahora afila el pase y campa con oficio en la medular, ya sea como volante o en labores de orfebre. “Es el gran referente”, sentencia Sir Alex, que todavía hoy luce en ocasiones un gorro con el escudo de Gales, que años atrás le birló a Giggs, para combatir el frío de Manchester. “Se descuidó. Ese ha sido el único fallo en toda su carrera”. Una trayectoria de ensueño.

El 2 de marzo de 1991: debut. “La primera vez que vi a Giggsy, él jugaba para el Salford Boys contra nuestros chavales. Era delgado y menudo, pero se fue de cuatro y marcó. Entonces me dije: 'Este chico es un talento natural'”, expuso el símbolo del fútbol inglés en los años ochenta, Bryan Robson. Desde muy joven, Giggs engatusó a la grada de Old Trafford, que le vio por vez primera en un duelo frente al Everton.

El 7 de septiembre de 1991: primera punzada. El Norwich City fue la primera víctima del galés. Giggs, un winger (extremo) en toda su expresión, adivinó una mala cesión para interceptar la pelota en carrera, orientarla y batir al portero con un golpeo escorado.

En el Olimpo de los ‘devils’. “No hay manera de que Ryan Giggs sea otro George Best: él es otro Ryan Giggs”. La frase es de Denis Law, uno de los jugadores a los que los supporters del United rinden honores. Una selección en la que figuran los nombres del propio Law, Charlton, Best, Robson, Giggs o Cantona.

Las lecciones de Giggsy. “Cuando era pequeño y jugaba en el patio trasero de mi casa, siempre soñaba con hacer lo que hacía Ryan Giggs”, señaló recientemente Tom Cleverley, la última joya de la cantera del United. Símbolo y espejo para los más jóvenes, la doctrina del 11 sienta cátedra.

Un relámpago contra el Arsenal. “He llorado dos veces en mi vida viendo a un jugador de fútbol. El primero fue Maradona y el segundo Ryan Giggs”, se sinceró hace unos años Del Piero. Tal vez, Pinturicchio se emocionó al ver un maravilloso eslalon del galés contra el Arsenal, en el desempate de las semifinales de la Copa inglesa. Un tanto que, para muchos, engloba todas las virtudes de Giggs: control, velocidad, potencia, calidad y definición.

Ganador. “Tengo un gran respeto por él, por lo que ha hecho y por lo que significa para el fútbol. Combina clase y un carácter ganador. Es un ejemplo a seguir”, le elogió Arsène Wenger. Un señor sobre el césped, Giggs aúna destreza y efectividad. De la mano del United, el galés ha coleccionado un amplio abanico de títulos. Entre otros, dos Ligas de Campeones, una Copa Intercontinental, un Mundial de Clubes, 12 coronas de la Premier League y cuatro FA Cup.

Unánime. Pocos futbolistas han generado una opinión tan generalizada como él. “Si Ryan Giggs hubiera nacido en Francia, a mi nunca me habrían convocado para la selección”, dijo Zinedine Zidane. “Giggs fue un gran problema para nosotros, pero el problema más grande de todos es que no tiene pasaporte alemán”, ironizó Bertie Vogts, exseleccionador alemán, tras un partido contra Gales en 1995.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.

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