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Futbolista de los pies a la cresta

El Shaarawy, siempre aliñado con ese corte de pelo y obsesionado con la pelota, superó problemas de crecimiento para ser el referente ofensivo del Milan

Jordi Quixano
El Shaarawy, durante un partido de esta temporada.
El Shaarawy, durante un partido de esta temporada.GIUSEPPE CACACE (reuters)

Ojos como platos, oídos parabólicos, cerebro alerta. Stephan El Shaarawy (Savona, Italia; 1992) no perdía detalle de los consejos de sus compañeros de habitación Rodrigo Palacio y Alberto Zapater en el palacete de Pegli y en el Hotel Sheraton colindante con el aeropuerto, donde los jugadores del Genoa se concentraban antes de los partidos. Stephan, por entonces, contaba con 16 años y una cresta mohicana que no ha erosionado con el tiempo. “Le metía caña porque se le intuía que llegaría”, revela Zapater, ahora en el Lokomotiv de Moscú; “y siempre atendía, escuchaba y disfrutaba. Quizá porque adoraba el fútbol. Tanto, que no había día en el que no viéramos algún partido”. Nunca eran suyos porque Il Faraone –como le gusta que le apoden por sus raíces egipcias- apenas sumó 47 minutos, repartidos en tres encuentros y dos cursos (2007-09). Por lo que debió labrarse lejos del club un futuro que ya es presente, extremo referencial del Milan, toda vez que en la punta de ataque (sin posibilidad de alinear a Balotelli) se turnan Pazzini y Bojan. Aunque hoy en el Camp Nou, en el duelo de vuelta, se especula que juegue de ariete con la ausencia del lesionado Pazzini. “Así de joven y bueno solo existe Neymar”, sentenció el vicepresidente rossonero Adriano Galliani. “Tiene el desequilibrio en las botas y una facilidad tremenda para encontrar posiciones de disparo. Es único, un fenómeno” completa el exjugador y director del fútbol base, Filippo Galli.

“¡No se despegaba del balón ni en la sauna!”, recuerda su extécnico Alessandro Calori

Su amor por el balón es indudable. “Sus compañeros le obligaban a ponerse dentro de un rondo para que hiciera joggini [juegos con la pelota]”, recuerda Alessandro Calori, actual técnico del Brescia que le dirigió en el Padova, en la Serie B; “¡no se despegaba de la pelota ni en la sauna!”. Lo certificaba en La Gazzetta Bárbara Carroni, vicepresidenta del Padova: “Un día escuché ruidos de pelotazos en el baño turco y pregunté: ¿Quién hay ahí? La respuesta me la dio el técnico: ‘El Shaarawy está jugando y me ha dicho que no le molesten…”. Stephan ya era titular en el Padova y fue reclamado por la selección egipcia. “Me siento italiano”, respondió el delantero, que ya cuenta con 36 internacionalidades con las inferiores azzurri y cuatro duelos con la absoluta.

Pero su progresión se frenó ese día en que en un calentamiento le dijo a Calori: “Tengo mucho dolor en las rodillas, no puedo jugar”. Tras estudiarle, entendieron que era un problema de crecimiento y de los tendones, que debía parar. Inconveniente que no le preocupó al Milan, que pagó 7,5 millones más la cesión de Merkel. “En esa época, entre el Genoa y nosotros hacíamos abundantes traspasos; pero se le fichó porque teníamos unos informes magníficos sobre él”, explican desde Milanello, donde se le realizó un programa físico similar al del delantero Pato (ahora Corinthians) para que cogiera musculatura y aminoraran los problemas. “Este lo hará mejor que yo”, vaticinó el propio punta brasileño. Aunque costó lo suyo, a la sombra de Robinho, Cassano, Pato e Ibra. Ahora, sin embargo, destaza las redes.

Con 16 goles, es el segundo capocannoniere, solo por detrás de Cavani (18), del Nápoles. Logró, además, la diana más precoz en Europa con el Milan –19 años, 342 días; 72 días antes que Pato- y se le contabiliza un tanto cada cuatro chutes. “En el Genoa jugaba como ahora; pegado a la izquierda, desequilibrando con el regate y la diagonal”, cuenta Zapater. Interviene Calori: “En ese sentido, ganó fútbol conmigo en el Padova porque le hacía jugar de trescuartista”. Y recuerda el lema que le subrayó: “Si quieres ser grande, no puedes bajar la guardia”. Aunque matiza: “Algo que no pasará porque su familia le ha inculcado buenos valores”.

“Si metes siete goles antes de enero, te pago un viaje a Dubái”, le retó Ambrosini. Hizo 14

Hijo de Sabry, psicólogo que emigró de El Cairo a Italia en la década de los 80, y Lucia, que trabaja en un hospital de Savona, no es raro ver a El Shaarawy con las bolsas del súper de su madre por la calle. Normalmente, en el barrio de San Siro, donde vive él y la mayoría de los jugadores del equipo. No se le recuerda altercado ni farra alguna, y escogió el A3 cuando los demás conducen un coche de gama más alta. La única extravagancia que se permite es el peinado. “Mido 1,80 ¿Sin la cresta? No lo sé”, bromea, aunque se atrevió a jugársela de ganar esta Serie A, tarea complicada porque el equipo está a 11 puntos del Juventus.

Imagen de Nike –participa en una campaña publicitaria con jóvenes de futuro como Götze, Hazard, Sterling…-, ha pasado de Pegli a Milanello, donde comparte habitación con Antonini y donde el vestuario le protege, como explican a cada ocasión que se les pregunta por Il Faraone a Bonera, Amelia y Ambrosini, del que sacó un viaje gratis a Dubái en estas Navidades. “Si metes siete goles antes de enero, te lo pago”, le retó. El Shaarawy marcó 14. Y ahora, él y su cresta apuntan de nuevo al Barça.

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