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Nadie puede con Lorenzo

El de Yamaha logra desde la ‘pole’ una contundente victoria en Losail ● Primer y espectacular cruce entre Valentino Rossi, segundo, y el debutante Marc Márquez, tercero

Nadia Tronchoni
Lorenzo en el podio con Rossi.
Lorenzo en el podio con Rossi.FADI AL-ASSAAD (REUTERS)

La historia se dio cita en Losail con un puñado de bravos pilotos. La historia pidió hora con Jorge Lorenzo, excelso, el único capaz de encontrarse cómodo en una pista que rebosaba arena y polvo, feliz con el neumático más blando, ese que generaba dudas en todos los garajes menos en el suyo, el único capaz de mantener el ritmo por vuelta en 1m 55s, marca inalcanzable para la mayoría. La historia pidió hora con Valentino Rossi el día que este se reencontraría con su amada (Yamaha), esa a la que conoció en Welkom (Sudáfrica) en el 2004 y a la que nunca dejaría de amar; esa a la que abandonó hace dos años y le hizo esconder la sonrisa. La historia pidió hora con Marc Márquez, osado en cada curva el día de su debut con los mayores, atrevido como lo ha sido desde que monta en moto y ganaba a gigantes.

Y la cita terminó en festín. Porque hacía años que no se disputaba una carrera con tantos alicientes: un ganador incuestionable, Lorenzo; una vieja gloria que vuelve de entre las tinieblas para demostrar que solo hay un Rossi; y un chavalín como Márquez que desborda alegría dentro y fuera de la pista, donde es capaz de cualquier cosa. Ellos subieron al podio, por ese orden, e hicieron de la carrera del gran premio de Catar del 2013 una prueba que quedará para la historia.

Fue Lorenzo el anfitrión, lanzado desde la pole, exactamente como hace un año. Paciente y tranquilo durante un fin de semana más largo de lo habitual, en el que comprobó, como ya lo haría a lo largo del curso pasado, que no todo es cuestión de revoluciones, que no se soluciona todo con insuflar más leña, no tiene por qué su Yamaha envidiar nada a otra máquina fantástica, la Honda. Pues su M1 nunca tiembla, no cambia de cara, es siempre la misma en todos los circuitos, para bien y para mal: no alcanza en velocidad punta a las Honda (la de Márquez alcanzó los 344km/h, la suya se quedó en 338km/h), pero se desliza por las curvas y casi nunca le da problemas de agarre; le obliga a ese pilotaje fino que tanto le gusta y le permite rodar encantado con lo que caiga y si toca hacerlo con la goma más blanda —como en Losail—, mucho mejor, pues sabe cuidar el neumático hasta la última vuelta. Y así lo hizo. Exhibió un ritmo fulgurante desde el primer giro, cuando sacó siete décimas de una tacada al segundo, Dani Pedrosa, el actor secundario, el que sucumbió al empuje de su compañero de equipo primero y al genio de Rossi después. En cinco vueltas, el mallorquín, que defiende el título con honores, ya había sacado dos segundos al resto. Y fue imposible darle caza. Siguió manteniendo un ritmo insultante. Y, en solitario, se marcó una carrera para enmarcar. La primera de un año que promete.

En cinco vueltas el mallorquín le sacó dos segundos al resto. Fue imposible darle caza

Por detrás de su M1 rodaban inicialmente Pedrosa y Crutchlow, se acercaba Dovizioso y Rossi se descolgaba tras intentos frustrados de atacar a los que estaban delante, Pedrosa entre ellos. Además, asomaba la cabeza Márquez, octavo en la salida, quinto en la primera vuelta, cuarto en la segunda y tercero a la siguiente. Demostró el debutante que además de valiente e irreverente es un piloto que corre también con la cabeza. Y se mantuvo a la sombra de la otra Honda, la de Pedrosa, expectante, observador, aguardando el momento perfecto. Porque intentarlo, lo iba a intentar, como había intentado llevarse la pole el día de antes. Porque si algo le sobra es confianza y atrevimiento. Y probó llegados al ecuador de la prueba: al final de la recta de meta, en esa primera curva a la derecha, pero no lo consiguió. Así que decidió quedarse agazapado, a escasas una o dos décimas de su colega de equipo, para volver a intentarlo a seis vueltas para el final. Esta vez ya no falló.

Fue también desde esa undécima vuelta que marca la mitad de la carrera cuando Rossi espabiló. Le había costado recuperar el ritmo después de aquellos intentos iniciales de engancharse a los más rápidos, pero empezó a recuperar sensaciones sobre esa M1 que adora y comenzó a rodar más rápido que todos los pilotos a los que llevaba delante. Se redujo la distancia que le separaba de ellos, se deshizo de Crutchlow primero, que, además, se marchó largo tras la embestida, incapaz de aguantar el envite en la trazada correcta; y notó el tembleque que le dio a la moto de Pedrosa, así que se lanzó también a su caza.

A falta de cuatro vueltas se hizo con él con un interior magnífico. Y se produjo el encuentro que tantas veces debe haber soñado el debutante, ese que colecciona motos en miniatura de Il Dottore. Márquez notó el aliento de Rossi y este le brindó la posibilidad de lucirse en su estreno con un cuerpo a cuerpo maravilloso: el niño quiso resistir el ataque y no se movió de su línea; Rossi volvió a probar dos curvas después y ofreció otro de sus magníficos interiores; pero el chaval no había dicho la última palabra: en homenaje al líder de la prueba firmó un adelantamiento por fuera, por el exterior de la curva, para contestar a su ídolo, que no se lo pondría tan fácil. Y, Rossi ganó el duelo. Y Márquez se conformó con subir al podio con dos gigantes, Lorenzo y Rossi, como había soñado hacer tantas otras veces cuando apenas levantaba un palmo del suelo. Ahora ha crecido. Y juega con los mayores.

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Sobre la firma

Nadia Tronchoni
Redactora jefa de la sección de Deportes y experta en motociclismo. Ha estado en cinco Rally Dakar y le apasionan el fútbol y la política. Se inició en la radio y empezó a escribir en el diario La Razón. Es Licenciada en Periodismo por la Universidad de Valencia, Máster en Fútbol en la UV y Executive Master en Marketing Digital por el IEBS.

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