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Sin Messi, bandera blanca

La ausencia del argentino, consensuada por el cuerpo técnico y los médicos, conmociona al Camp Nou “Había riesgo de que se rompiera y no se sentía cómodo”, argumenta Tito

Messi observa el juego desde el banquillo.
Messi observa el juego desde el banquillo.VICENS GIMÉNEZ

“…Y que Messi participe mucho”, recetó la víspera del partido Piqué, invitando a los barcelonistas a soñar en la posibilidad de lograr la gesta de remontarle al Bayern la ventaja que se traía del Allianz Arena (4-0). Pero Messi no pudo saltar al terreno de juego porque su estado físico lo desaconsejó. Tampoco pudo contar Vilanova con Busquets, pero tenía a Song. Y, aunque no sea lo mismo, el problema asustaba lo justo, porque el camerunés ofrece siempre una solución, mejor o peor. Pero no hay quien sustituya a Messi, y por ahí se le rompieron los sueños al Barcelona al mediodía, en el hotel de concentración, frente al mar.

Lo explicó Tito: “El lunes no se entrenó y hoy por la mañana —por ayer— después del entrenamiento, después de hablar con los doctores y los fisios, lo he hecho con él al llegar al hotel. Tal como estaba, había riesgo de que se rompiera. Y él, que no se sentía cómodo, pensaba que así no podría ayudar al equipo”. Lo incluyó en el banquillo: “Por si las cosas iban rodadas y necesitábamos arriesgar con él al final, pero no tenía sentido arriesgar después del gol de Robben”. “Lo intuíamos”, advirtió Villa al considerar el efecto causado por la ausencia de la Pulga. “Es el que mete los goles y el mejor del mundo. Es normal que se notara su ausencia”, admitió Bartra. “Con él la cosa no hubiera cambiado mucho, el Bayern ha sido superior. Pero siempre se le echa de menos”, cerró Piqué. “Fue un alivio que no jugara Messi. Nos sorprendió”, confesó Javi Martínez, del Bayern.

Estaba en el banquillo por si las cosas iban rodadas y había que arriesgar al final” Tito Vilanova

Y es que no es lo mismo jugar con un 9 falso que jugar sin el 10. Quedó de nuevo muy evidente. Le buscó Xavi y no estaba, le esperó Alves en sus carreras y nunca apareció, y cuando picaron Villa o Pedro, no encontraron sus pases en superioridad, así que le añoró el Barça, digno al inicio, pero fumigado en el segundo tiempo. El premio de la final fue para el Bayern, que demostró una superioridad insultante. Entre los culés quedará la duda de qué hubiera pasado si Messi hubiera podido competir, pero en la ida estuvo tieso y en la vuelta, en el banquillo.

La noticia de la suplencia del argentino conmocionó a los aficionados locales y sorprendió a los visitantes. De Leo no había noticias desde su última genialidad en San Mamés (2-2). Lesionado en el partido de ida de los cuartos de final, en París contra el PSG, la Pulga jugó media hora en la vuelta y su sola presencia intimidó a los franceses. Bastó con un rato para decidir el pase a las semifinales en el Camp Nou. A partir de esa noche, Leo participó en función de sus sensaciones y el criterio médico, antes que por la voluntad de Vilanova o la suya. “Sin Messi es otra cosa. Es fundamental para el Barça”, reconoció Heynckes. “Sí, es cierto, siempre que te falta un jugador determinante lo notas. El Bayern, sin Robben o Ribéry no hubiera jugado tan bien”, defendió Tito.

Ni todo el orgullo del mundo, ese que se reclamaba al equipo desde el mosaico que recibió a los futbolistas, alcanzó para suplir a la Pulga

Messi llegó a tiempo de saltar al campo en Múnich, donde pisó el césped pero no jugó (4-0). Desde entonces se le cuidó soñando con tenerle a punto para afrontar el reto de la remontada. El pasado sábado reapareció en Bilbao, supuestamente en perfecto estado, y marcó un golazo. Se dio por hecho que estaba en condiciones de jugar de titular contra el Bayern. Le necesitaban sus compañeros y le temían los alemanes, pero Messi se quedó en el banco.

El Barcelona fue inofensivo para Neuer, al que apenas sí intimidó un disparo lejano de Pedro en el primer tiempo y un remate de cabeza de Villa en el segundo. Fueron los únicos remates de los cinco a puerta que firmó el Barça que llevaron peligro a la puerta del Bayern. Ni todo el orgullo del mundo, ese que se reclamaba al equipo desde el mosaico que recibió a los futbolistas en el Camp Nou, alcanzó para suplir a la Pulga, que estaba para jugar media hora, pero que, tras el primer gol, el de Robben, en el minuto tres de la segunda parte, ni se quitó el chándal. Vilanova levantó la bandera blanca.

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