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El díscolo Wakaso recupera el control

El ghanés deja atrás sus problemas de conducta y se consolida en el Espanyol

Juan I. Irigoyen
Wakaso, en un partido con el Espanyol.
Wakaso, en un partido con el Espanyol.Josep Lago

Cuando termina la jornada de entrenamiento, Mubarak Wakaso (Tamale, Ghana; 1990) sale de la Ciudad Deportiva Dani Jarque a paso lánguido y mirada risueña a la espera de que alguno de sus compañeros de equipo le lleve a Diagonal Mar, donde vive con su mujer y sus tres hijos. Afable, tranquilo y pacífico. Así es el ghanés fuera del campo, que dentro se transforma en intensidad, vértigo e irreverencia.

A los 17 años, Wakaso hizo las maletas y viajó rumbo a Europa, a Londres, a probar suerte en el Tottenham y el West Ham. “Me dijeron que era muy joven todavía”, recuerda el centrocampista. A los pocos meses tuvo una nueva oportunidad en el viejo continente: en Elche. “Venía de una cultura muy diferente y su adaptación al grupo fue difícil”, cuenta Pepe Bordalás, que lo dirigió allí. “Fue una etapa muy bonita, tanto por el equipo como por la ciudad”, asegura el ghanés, que sin embargo no terminó sus días en el club de la mejor manera. Después de dos temporadas y media, el 31 de enero de 2011, el Elche decidió prescindir de él. “Hemos llegado a un acuerdo para extinguir la relación laboral a través de un despido disciplinario”, argumentó en su momento la entidad ilicitana. “Era un persona muy tranquila y buena, recuerdo que solo le gustaba comer arroz con atún”, cuenta uno de sus excompañeros. “Me gusta mucho el atún, cuando era chico solo podía comer arroz, y en España le pude añadir atún”, dice Wakaso. “Tenía una personalidad un punto rebelde, pero es muy noble. Intenté hablarle mucho y apoyarle, y fue mejorando. Le guardo mucho cariño”, aclara Bordalás.

Su carácter le ha jugado malas pasadas. En el Elche disputó un total de 60 partidos y cosechó 32 cartulinas amarillas y cuatro rojas. “Jugaba con mucha intensidad, y en determinados momentos eso fue en su contra porque se ganó alguna expulsión”, explica Bordalás. Tras rescindir el contrato se fue a jugar al Villareal B, aunque fue por poco tiempo. Los problemas físicos de Marcos Senna le abrieron las puertas de la Primera División. En el primer equipo disputó 25 partidos y le enseñaron nueve tarjetas amarillas.

En el campo es una bomba; fuera de él es muy tranquilo”, dicen en el vestuario

“Me voy a comportar bien”, prometió cuando fichó por el Espanyol de Mauricio Pochettino, el verano de 2012. Con el argentino en el banquillo se ganó un lugar en el once inicial y también confió en él Javier Aguirre cuando cogió las riendas en la jornada 14 de esta Liga. En diciembre del año pasado se marchó a jugar la Copa de África, su selección terminó la cuarta y él fue uno de los goleadores del torneo (cuatro tantos). Pero su regreso fue polémico porque aterrizó en Barcelona dos días más tarde de la cuenta, un acto de indisciplina que sirvió para volver a echarle un ojo a su historial de travesuras. En 2009, en el Elche, llegó a una pretemporada con 34 días de retraso. En esta ocasión, el Espanyol decidió multarlo y Aguirre lo dejó 10 días entrenándose en solitario. “He cometido errores en mi vida, pero como todas las personas”, justifica el mediocentro.

Wakaso no le guarda rencor al mexicano, todo lo contrario. “Me gusta Aguirre porque sabe cómo hablarle a las personas. Habla bien con todo el mundo, con un niño o con un adulto. Es directo y te dice lo que piensa a la cara”, asegura el africano. “Desde que volvió de la Copa de África está en muy buenas condiciones físicas y futbolísticas. Es un jugador muy joven y ha madurado mucho”, explica uno de sus actuales compañeros. Después de cumplir el castigo de Aguirre, Wakaso le ganó el puesto a Simão y lleva siete partidos jugados. Ha marcado dos goles y solo vio dos cartulinas amarillas de las 13 que lleva en toda la temporada.

“En los entrenamientos juega igual que en los partidos y eso puede generar algún problema, pero sabemos que no lo hace con mala intención”, aseguran en el vestuario. “Esa intensidad la transmite al grupo, que se contagia. Puliéndolo, era un jugador que podía llegar muy lejos y ahora lo está demostrando”, le piropea Bordalás. “En el campo es una bomba, pura energía. Contrasta con su personalidad fuera, donde es muy tranquilo y cercano”, asegura otro de los futbolistas del Espanyol. “Este vestuario es muy sano y tengo una gran relación con todos sus miembros. Esa es la fuerza de este grupo”, zanja Wakaso, todo un lobo en el campo pero un cordero fuera del mismo.

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Sobre la firma

Juan I. Irigoyen
Redactor especializado en el FC Barcelona y fútbol sudamericano. Ha desarrollado su carrera en EL PAÍS. Ha cubierto Mundial de fútbol, Copa América y Champions Femenina. Es licenciado en ADE, MBA en la Universidad Católica Argentina y Máster de Periodismo BCN-NY en la Universitat de Barcelona, en la que es profesor de Periodismo Deportivo.

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