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A pecho descubierto

El Granada empata (2-2) en el último suspiro a la Real Sociedad en un duelo trepidante y sorprendente

Mikel González pelea un balón con Diakhaté.
Mikel González pelea un balón con Diakhaté.RAFA RIVAS (AFP)

A los futbolistas se les mide por su talento, siempre; por su zurda de seda, a menudo; por su derechazo portentoso, por su cabezazo de plomo, por su folha seca, en circunstancias especiales. Por su puntera, que se asocia al goleador intuitivo. Hasta por la mano de Dios se les asocia para comprobar su relación celestial con el gol. Lo que cuesta más trabajo es medir a un futbolista por la oreja o por el pecho, algo que no se entrena, algo que está en la casualidad de los jugadores sea cual sea el avispero del área. Y en eso Agirretxe es un portento: no renuncia a ninguna parte de su cuerpo para hacer un gol o dos o cuantos sean necesarios. Se diría que Agirretxe escuchó el tacto de balón que le puso Carlos Vela antes de los 10 minutos. Escuchó el golpeo y puso la oreja al bordecito del área pequeña. Estaba en fuera de juego, eso es cierto, por centímetros, pero estaba en situación ilegal, lo justo para meter la oreja entre la defensa y el portero. Los goles a veces se escuchan, no se sabe si te hablan —se supone que sí—, si el fútbol es preciso, pero se escuchan, suenan por el área aunque rebasen la legalidad establecida.

REAL SOCIEDAD, 2; GRANADA, 2

Real Sociedad: Bravo; C. Martínez, M. González, I. Martínez, De La Bella (Cadamuro, m.89); Bergara, Xabi Prieto; Castro (Ifrán, m. 66), Vela (Estrada, m. 80), Griezmann; y Agirretxe. No utilizados: Zubikarri; J. Ángel, R. Pardo y Zurutuza.

Granada: Roberto; Nyom, Diakhaté, Mainz, Siqueira (Angulo, m. 46); Recio, M. Rico; Torje (Aranda, m. 57), Brahimi, Nolito; y El Arabi (Buonanotte, m. 73). No utilizados: Toño; I. López, J. Ortiz e Iriney.

Goles: 1-0. M. 9. Agirretxe. 1-1. M. 15. El Arabi. 2-1. M. 45. Agirretxe. 2-2. M. 93. Recio.

Árbitro: Estrada Fernández. Amonestó a Siqueira, El Arabi, Nolito, Buonanotte, Mikel González y Griezmann

Unos 20.000 espectadores en Anoeta.

El Granada se quedó sordo, le dolían los oídos, porque la Real le había robado la esperanza con una alineación insolente, más atrevida que lo que cualquiera pudiera imaginar, con un solo centrocampista defensivo, Bergara, y a partir de él, todos delanteros. Hay que echarle mucho valor para jugar con Xabi Prieto y Griezmann en el medio campo a sabiendas de que no tienen ojos en la espalda, ni los quieren tener.

Y quizás por eso, el Granada, sordo, acoquinado, encontró una jugada sorprendente por la voluntad de Brahimi y la resolución de El Arabi. Era dos contra cinco defensas y encontraron petróleo para batir a Bravo. La Real frunció el ceño porque esta temporada está poco acostumbrada a los castigos. Encaja mal los contratiempos y cuando los encaja muy mal, como en Getafe, se cae con todo el equipo. Por momentos pareció que se quedaba sin postre y, por lo tanto, se negaba a comer el segundo plato.

Pero Agirretxe tiene mucha hambre, más de la que muchos defensas pueden soportar, sobre todo si te han mojado la oreja. Y en esto, el delantero hambriento, es decir insaciable, decidió ir más allá de los cánones establecido y rematar con el pecho un centro, otra vez, de Carlos Vela. Sin pies ni cabeza, con el pecho, como mandaba el balón, la altura que llevaba, que estaba ahí en ese lugar indefinido que solo los inteligentes resuelven con improvisación. Y Agirretxe es inteligente, amén de voluntarioso, entregado, fortachón y demás adjetivos al uso del diccionario de futbolistas. Pero sobre todo es práctico, útil para el gol con todo aquello que permite el reglamento. La oreja y el pecho son legales y acreditan a cualquier futbolista.

Al Granada le costó despertar de la teoría. Entre la pizarra y el césped hay más trecho que el que separa el pasillo de los vestuarios. Más que la Real le espoleó la urgencia. Nolito fue el hombre libre, el que mejor engañó a la Real, el que le buscó las cosquillas y el que le miró a los ojos a Claudio Bravo para hacerle sudar en la segunda parte. Al menos, el Granada consiguió romper el partido, restablecer el equilibrio entre el miedo al abismo (el descenso) y el placer del éxito (la Champions). Sensaciones distintas que confluyen en la misma actitud. Bravo frenó a Nolito y el poste derecho frenó a la Real cuando Agirretxe y Vela le golpearon con saña. Buenanotte desarmó a la Real, que con el depósito vacío, seca como la mojama, asumió el sufrimiento. Con la puerta de Europa abierta (para la Liga Europa), eligió el portón de la Champions, el más grande, mientras el Granada echaba la última gota de sudor en la lucha por mantenerse en la clase alta española. Y le premió el destino con el gol de las diez de últimas, el de Recio, tras un rebote, tras mucho agobio, tras mucho esfuerzo, tras mucho mérito. Y la Real, con un palmo de narices. Lo lógico en un partido de pecho y oreja.

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