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OBITUARIO

Jelena Gencic, forjadora de gigantes del tenis mundial

La entrenadora descubrió a Novak Djokovic, Goran Ivanisevic y Monica Seles

Juan José Mateo
Jelena Gencic, en enero de 2011 en Belgrado.
Jelena Gencic, en enero de 2011 en Belgrado.ANDREJ CUKIC (AP PHOTO)

“La vida te da y te quita cosas. Jelena fue mi primera entrenadora y mi segunda madre. Me enseñó muchas cosas que son parte de mí, parte de mi carácter, de quien soy hoy. Siento la responsabilidad de continuar su legado. Trabajaba con niños de entre 5 y 13 años. Nunca se casó. Nunca tuvo hijos. El tenis era todo lo que tuvo en su vida”.

Quien habla cariacontecido es Novak Djokovic, el número uno mundial del tenis, que sufrió la pérdida el pasado 1 de mayo de Jelena Gencic (Belgrado, 1936-2013), la entrenadora que se lo enseñó todo a él, a Goran Ivanisevic y a Monica Seles, todos ellos campeones de grandes torneos originarios de la extinta Yugoslavia. Las lecciones que dio Gencic como técnica, sin embargo, tienden a ocultar sus logros personales, su vida como deportista, los éxitos que consiguió por sí misma y no a través de otros. Fue una gran jugadora de balonmano que llegó a ganar el bronce mundial con la selección de Yugoslavia. Tenista, representó a su país en la Copa Federación, la versión femenina de la Copa Davis. Universitaria, fue directora de TV Belgrado. Nunca dejó de lado su gran pasión y su gran virtud: la capacidad de identificar entre decenas de niños al jovencito con el talento innato, la fortaleza mental y la coordinación natural para ser un campeón en el futuro.

Gencic descubrió a un Nole de cinco años en Kopaonik, un complejo turístico en las montañas en el que la familia Djokovic tenía un restaurante. Durante ocho años, la entrenadora fue una presencia diaria en la vida del futuro campeón. Ella le enseñó su famoso revés paralelo. Ella alimentó su cerebro con sueños de grandes títulos. Ella le introdujo en el mundo de Chaikovski, le metió el gusanillo de los idiomas, le habló de arte, música clásica y literatura de la misma manera que lo había hecho con ella su abuelo, el primer cirujano de Yugoslavia. Durante la guerra civil de su país, Gencic fue quien eligió las pistas de entrenamiento en función de dónde habían sido el día anterior los bombardeos de la OTAN, razonando que los aviones de la coalición no volverían a elegir el mismo objetivo. Así fue esculpiendo a un tenista que ha ganado seis grandes, y que esta semana busca en París el único que le falta, Roland Garros. Djokovic no se entiende sin Gencic y Gencic no se entendía sin Djokovic.

Enseñó a Nole su revés paralelo

Una imagen lo resume todo. Poco después de ganar a Rafael Nadal la final de Wimbledon 2011 y de coronarse como número uno, el campeón serbio se presentó en una casa humilde con la Copa. En las escaleras esperaba Gencic, la mujer que le había hecho practicar con un vaso de plástico una hipotética ceremonia como campeón en la catedral de la hierba. Los ensayos ya no eran necesarios. Su niño había cumplido el sueño.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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