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“Una oportunidad única”

Costa, Corretja y Berasategui, protagonistas de las últimas finales españolas, analizan las opciones del alicantino y cómo influye que se crucen dos tenistas de La Armada

J. J. MATEO
Ferrer, durante el partido ante Tsonga.
Ferrer, durante el partido ante Tsonga.getty

A los 31 años, David Ferrer llega a su primera final grande con un partido esplendoroso: destruye 6-1, 7-6 y 6-2 el saque de Jo-Wilfried Tsonga, que concede seis breaks y 17 oportunidades de rotura, y confirma la cuarta final española de Roland Garros al citarse mañana con Rafael Nadal. "Es lo más importante que me ha pasado en la vida", acierta a decir el español tras saber que se cruzará con su amigo, que le domina 19-4 en los cruces. "No voy a lanzar las campanas al vuelo, ni pensar más de la cuenta, porque entonces te llevas una tunda", dice.

¿Influye tener al otro lado de la red a alguien que conoce cada golpe tuyo? ¿Es igual que jugar contra un tenista de otro país?

Finales españolas

1994. Sergi Bruguera se impone (6-3, 7-5, 2-6 u 6-1) a Alberto Berasategui.

1998. Carlos Moyà vence 6-3, 7-5 y 6-3 a Alex Corretja.

2002. Albert Costa domina 6-1, 6-0, 4-6 y 6-3 a Juan Carlos Ferrero.

"Para mí no lo fue y fue un error", contesta Àlex Corretja, hoy seleccionador, que cedió en 1998 ante Carlos Moyà. "La amistad hay que dejarla de lado. Cada uno debe hacer su trabajo, concentrarse en lo suyo", añade. "Carlos fue mejor, pero reconozco que tener un amigo delante quizás me hizo tener un poco menos de agresividad mental. No es excusa. Me ganó porque fue mejor", prosigue antes de recordar cómo saltó la red inmediatamente después de perder para levantar a su rival. "Vi a un amigo que había ganado, me puse contento y hasta que no pasaron dos semanas no me di cuenta de que en una final así la amistad no vale".

"Entre españoles siempre es especial", coincide Albert Costa, que en París acabó levantando el título ante Ferrero. "Es difícil tener que jugar contra una persona con la que has convivido en muchas cosas importantes. Tienes que evadirte", recuerda. "Normalmente, ese conocimiento mutuo se traduce en puntos muy buenos, muy largos, porque los dos conocen dónde va a tirar el otro", añade. "El que sea más fuerte mentalmente es el que se llevará el título", cuenta. "Deben intentar imponer su sistema de juego. Mis sensaciones antes de esa final fueron que estaba cómodo dentro de la pista, y también de nervios, porque sabía que esa era una oportunidad única para mí".

"Tener un amigo delante quizás me hizo tener un poco menos de agresividad mental", explica Corretja de su final ante Moyà

La situación de Costa, esa sensación de que la ocasión era irrepetible, probablemente la comparta Ferrer. "Así se lo tiene que tomar David, como una oportunidad única", dice Alberto Berasategui, derrotado por Bruguera en 1994. "Si tiene alguna pequeña chance, no debe dejarse nada en el tintero, porque ya lo ha tenido bastante cerca en varias ocasiones", recuerda. "Yo llegué a esa final con 21 años, todo era novedad. No digo que fuera conformista, pero entré sabiendo que iba a ser muy difícil y que pasase lo que pasase estaba contento. Hubiera cambiado cosas. Me hubiera gustado llegar con más experiencia. Se convirtió en una especie de derbi, que te alegras, porque el torneo se queda en casa, pero también es más difícil porque te conoces muy bien", cierra.

París verá su cuarta final española. El palmarés masculino, que inauguró Santana, ya cuenta con Gimeno, Bruguera, Costa, Ferrero, Moyà y Nadal. La final decide si el mallorquín extiende su impresionante dictadura con un octavo título o si Ferrer inscribe su nombre en tan exclusiva lista.

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Sobre la firma

J. J. MATEO
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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