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El torneo de la realeza

Desde que Jorge VI participó en el dobles en 1926, Wimbledon siempre ha sido asociado con Buckingham Palace, que se llevó un buen susto en 1957 cuando una espectadora invadió la pista ante Isabel II

J. J. M.
Wimbledon -
Isabel II saluda a Roger Federer en 2010.
Isabel II saluda a Roger Federer en 2010.AP

Nobleza obliga. Wimbledon es el torneo de los torneos, la catedral del tenis, y por eso siempre ha estado vinculado a lo más alto de la sociedad inglesa. Ni siquiera Buckingham Palace ha escapado a la atracción de una cita que domina el verano británico. Por la Royal Box, el palco real, pasan reyes, príncipes y princesas desde que Estefanía de Austria fuera la primera persona con corona en pisar las instalaciones (1895), como harían luego los príncipes de Gales (1907). Sin embargo, Wimbledon no empezó a ser lo que es hoy hasta que Jorge V y la reina María accedieron a honrarle con su visita en un día lluvioso de 1922. El rey apareció en el palco, cogió una maza y le dio tres golpetazos a un sonoro gong. Las nuevas instalaciones de Wimbledon habían quedado inauguradas. El estrecho lazo que une al torneo con la realeza y luego con la casa de Kent había nacido.

Así, el que luego sería Jorge VI se atrevió a competir en el Wimbledon de 1926, en modalidad de dobles, y consolidó una relación de la que luego disfrutaría Isabel II, todavía hoy en el trono para desesperación de su hijo Carlos. En 1957, su alteza pisó por primera vez el césped londinense, con la intención de entregar en mano los trofeos a los ganadores del cuadro femenino individual y del masculino de dobles. La señalada ocasión, que debía pasar a la historia como un instante solemne, es recordada por una protesta que arruinó el momento. Miss Helen Jarvis (“señorita”, así se refieren a ella los anaqueles), invadió la pista con un cartel en el que pedía un nuevo sistema bancario, hasta que la detuvieron un árbitro y un juez de silla, que la escoltaron fuera de la pista.

Wimbledon es el torneo de los torneos, la catedral del tenis, y por eso siempre ha estado vinculado a lo más alto de la sociedad inglesa

Su aparición, eso sí, fue de lo más respetuosa. Si en la última edición de Roland Garros Rafael Nadal se llevó un buen susto en la final cuando un espectador semidesnudo asaltó la pista con una bengala encendida en la mano, en aquella ocasión Miss Jarvis encabezó su cartel con una frase de lo más apropiada, a modo, probablemente, de disculpa: “Dios salve a la Reina”, se leía.

Desde entonces, la Reina ha vuelto a Wimbledon, donde se la vio en 2010. Andy Murray y Nadal no la conocieron, excusándose en que debían preparar sus partidos, así que su majestad se debió ‘conformar’ con Roger Federer, las hermanas Williams o Billie Jean King como compañía de una tremenda comida: milhojas de salmón con espárragos; pollo marinado en naranja y miel; fruta; quesos, chocolates y café. El vino: Meursault, Joseph Drouhin, Barolo, Giovanni Corino...

Aquel día, con el club tomado por la policía y el ejército; con los jugadores vestidos de etiqueta y el personal de gala, una cosa quedó clara: Wimbledon saben cómo tratar a una reina.

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Sobre la firma

J. J. M.
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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