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DESDE MI SILLÓN
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Día de reflexión

Froome celebra la victoria tras cruzar la meta en el Mont Ventoux
Froome celebra la victoria tras cruzar la meta en el Mont VentouxPeter Dejong (AP)

Lo más impresionante del Mont Ventoux no son los datos globales, a pesar de que estos asustan por sí mismos: 20,8 kilómetros al 7,5%, que traducidos a la realidad son unos 16 al 10%, pues el tramo desde Bèdoin a la curva a izquierdas de Les Bruns no es más que la fase de calentamiento, el ascenso al campo base para los himalayistas que aspiran a subir al gigante de Provenza.

Si una imagen vale más que mil palabras, todo lo que te hayan contado de esta montaña, todo lo que hayas visto en el pasado, todo el peso de esta montaña solitaria en la historia del ciclismo, queda reducido a un pesado lastre cuando divisas la cima desde la lejanía: hasta ahí arriba hay que escalar. Esta vez, en los más de 200 kilómetros de aproximación en paralelo al valle del Ródano, esta visión debió de ser por la Cota de Bourdeaux, un tercera por el que la escapada rodaba aún con cuatro minutos de ventaja, sabiendo ya que el Movistar de Quintana no dejaba oportunidad de soñar.

Faltaba aún por ascender el no puntuable Col de la Madeleine —no confundir con su homónimo alpino— para divisar en todo su esplendor la vertiente sur del monte pelado, el de la cima de roca caliza blanca que te hace quitarte las gafas para comprobar que no es nieve, y al que los astilleros de Toulon despoblaron de su bosque originario a partir del siglo XII.

Tuve la impresión de que iba a ganar la etapa, pero al final me faltó fuerza", dijo Quintana

Quintana, sueltas las amarras y proclamado gracias al viento —junto a la mala suerte de Valverde— líder del Movistar, quiso entrar en la historia del Tour, qué grande lo del pequeño colombiano en su debut en la carrera más grande, ganando una etapa con connotaciones históricas en un cara a cara con el más fuerte, Froome. Se le había adelantado un ambicioso Mikel Nieve, todo pundonor, aprovechando que no es peligroso para la general. Faltaban aún 13 kilómetros cuando Nairo realizó lo esperado, y Froome, impasible y concentrado en los datos de su medidor de potencia, continuó al ritmo que marcaba su compañero Kennaugh, sabiendo la bala guardada que aún quedaba por quemar con Porte.

Y fue faltando siete kilómetros, tras consumirse esta última fase del lanzamiento que dejó al grupo reducido a tres unidades —los dos Sky y Contador—, cuando Froome olvidó los fríos números de los vatios y se dejó llevar por su instinto ofensivo. En una primera aceleración, terrible y con riesgo de descarrilar en las curvas con ese estilo tan poco ortodoxo, alcanzó a su temido colombiano. Habló con él, comenzaron a colaborar buscando intereses comunes viendo cómo Contador cedía segundos a cuentagotas, pero el esfuerzo era tan intenso que bastante tenía Nairo con aguantar la rueda del de amarillo. Dos nuevos cambios de ritmo de Froome probaron a Quintana, que aguantaba robusto.

“Tuve la impresión de que iba a ganar la etapa, pero al final me faltó fuerza. Di todo lo que tenía…”, dijo Quintana explicando el momento en el que sucumbió al líder. “Froome esta fortísimo, no se le puede ganar”, dijo Contador; “salvo que tenga un día malo, veremos qué pasa en los Alpes”.

Hoy llega el segundo día de descanso, pero esta vez más que nunca será un día de reflexión, pues va quedando claro que si es por fuerzas, Froome debería ganar esta carrera. Pero como se vio el día del viento, en determinadas situaciones tácticas también puede perderla. Y tanto Saxo Bank como Movistar han demostrado estar por la labor de poner a prueba la inexperiencia en estas lides del hombre de amarillo.

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