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Ona mantiene el ‘statu quo’

La nadadora catalana inaugura el medallero español La rusa Romashina consigue el oro y la plata es para la china Huang

Diego Torres
Ona Carbonell, durante su prueba en el solo técnico
Ona Carbonell, durante su prueba en el solo técnicomanu fernández (ap)

La natación sincronizada española sigue viva y pujante a pesar de las sacudidas que le pegan los bandazos federativos, las ambiciones políticas del momento, y los escándalos, reales o prefabricados. Ona Carbonell, debutante como líder del equipo con 23 años, no desperdició la primera oportunidad para subirse al podio y colgarse la medalla de bronce en el solo técnico. Fue la primera de las siete medallas que aspira lograr España en su objetivo de mantener el nivel que exhibe desde hace casi una década en este deporte que amalgama mnemotecnia, gimnasia, danza y natación. El resultado de la jornada fue la conservación del férreo statu quo impuesto en los Mundiales de Shánghai de 2011: Rusia, China y España, de mayor a menor en el podio. Los 14 jueces dictaron un veredicto predecible y justo. La magnífica rusa Svetlana Romashina obtuvo 96,800 puntos. La china Xuechen Huang, larga y pálida, fue juzgada con 95,500. Ona recibió 94,400. El público, disgustado, berreó con fuerza, dándole al evento un furioso aroma de pressing-catch.

“La felicidad la sentiré luego”, dijo la barcelonesa, que salió del agua tiritando, sin mostrarse especialmente contenta, con una leve sonrisa que a veces rompía luciendo una hilera de dientes perfectamente pulidos. Siempre había ambicionado verse en un momento como este, pero aferrando otra clase de metal. Quizá su ambición le impidió concederse una indulgencia. Quizás quería más. Pero había dado un paso de gigante. En su primer solo había tocado el primer trofeo. Exactamente una década después del primer podio mundial de la sincronizada española.

Ona Carbonell se hizo nadadora en una pequeña cala menorquina llamada Es Murtar. A simple vista, parece un recóndito entrante del mar donde se enclavan unas pocas casas encaladas que en otra época debieron ser una aldea pesquera. Sus padres, que tienen una residencia ahí, observaron que la niña se pasaba horas metida en el agua salada. Se entretenía ensimismada, jugando con la imaginación en el entorno marino, completamente sola. “Mis padres flipaban”, recuerda Ona, “porque yo me divertía sola. Me sentía genial dentro del agua. Me sentía diferente”.

La ingravidez, la sensación de aislamiento, la caricia de la marea, el mundo submarino, supone una poderosa fuente de atracción para los espíritus introvertidos. En la natación sincronizada, el solo es una especialidad peliaguda. Por un lado, es la disciplina ideal de los virtuosos solitarios. Por otro, exige que los participantes transmitan al mundo su talento en vivo y en directo, lo que les exige construir grandes vías de comunicación. Superar la contradicción conlleva tiempo. Una mezcla de madurez personal y aprendizaje teórico del que Ona todavía carece en proporciones suficientes. Es lo que opinaban ayer algunos jueces en la piscina del Palau. Decían que la española posee unas cualidades maravillosas para desplazarse en el agua, ondulando como un delfín, ejecutando las figuras reglamentarias del programa técnico, pero que, sin embargo, le falta pulir su sentido del espacio, el dominio del lenguaje corporal, esa fuerza interior que sirve para comunicar sentimientos con el cuerpo que caracterizó a Gemma Mengual, su gran referencia.

“Es muy ágil, flota mucho y tiene una gran coordinación corporal”, dice la seleccionadora

“La solista rusa y la china son muy técnicas pero pesadas”, explicó la seleccionadora Esther Jaumá, destacando las ventajas de su chica, que pesa 50 kilos frente a los más de 60 de la china y los casi 60 de la rusa. “Se nota en el agua esta agilidad más pesada. Ona es muy ágil, flota mucho, es capaz de realizar movimientos muy en la superficie del agua por la gran capacidad de flotación que tiene su cuerpo. Tiene un dominio y una coordinación corporal muy por encima de la media. Tiene unas características muy particulares porque es muy flexible, muy ágil pero a la vez muy explosiva. Esta coincidencia entre la agilidad y la rapidez suele ser difícil de encontrar”.

Ona se dispone a participar en las siete finales del programa. Si lo consigue, emulará las hazañas de sus predecesoras, Gemma Mengual (2009) y Andrea Fuentes (2011). “Es un desgaste brutal tanto físico como psicológico”, dice la nadadora. “Tienes que cuidar muy bien el cuerpo y la mente, la comida, el sueño, la fisioterapia. Cuidar la mente significa ser consciente de que lo que harás será muy duro, que te cansarás mucho, que pasarás muchos nervios y mucha presión, pero que es lo que toca hacer. Durante este año he hecho muchas competiciones para acostumbrarme. Con el psicólogo he hecho muchas sesiones de visualización. Me he visualizado en el Palau Sant Jordi compitiendo”.

“Es lo que toca”, dice Ona. Corrían tiempos difíciles en su equipo. Tiempos de transición. Como dicen los conductistas estadounidenses, había que hacer lo que había que hacer. Fuera magia. Se imponía una visión prosaica. Marchar firmes, defender la posición y pillar el bronce. Misión cumplida.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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