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FÚTBOL | FC BARCELONA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El pequeño Bielsa

Gerardo Martino, en su presentación.
Gerardo Martino, en su presentación.Vicens Gimenez

En un fútbol que glorifica el resultado, como sucede hace años en Argentina, Gerardo Martino recibía puros elogios la tarde del 17 de julio de 2011. Paraguay se había salvado de una decena de situaciones de gol (pelotas en los palos, despejes en las líneas y un gran arquero), eliminó por penales al Brasil de Neymar y avanzó a semifinales de la Copa América que se jugaba en Argentina, acaso la victoria más resonante del Tata como DT.

Renombrados comentaristas de la televisón argentina alababan la “inteligencia táctica” y el “orden” de Paraguay y la primera pregunta que recibió Martino en la conferencia de prensa fue si el partido había salido como él lo había “visualizado”.

Respetuoso y autocrítico, como siempre, Martino sumó en la respuesta otra de sus principales características: sinceridad brutal. “Lo único que se puede decir”, contestó, “es que tuvimos mucho sacrificio, corazón, buen arquero y, si se puede decir, culo [suerte], mucho culo”.

Con Newell’s Old Boys, al que sacó del fondo de la tabla y lo coronó este año campeón argentino y semifinalista de la Copa Libertadores, Martino practicó un fútbol mucho más audaz, de posesión y de ataque, revolucionario en la Argentina de hoy, aún así, acaso algo cauteloso para el Barcelona de los últimos años, su nuevo equipo.

Volante fino y un poco vago, Martino, tres veces campeón en 511 partidos con Newell’s, brilló una tarde de 1985 en un torneo cuadrangular amistoso de verano y los hinchas, con la música de una vieja canción de Luis Aguilé (Amor de Flacos) le cantaron: “Boca no te vayas/ Boca vení/ quedate a ver al Tata/ parece Platiní”. Un año antes, en la incipiente democracia argentina, había posado junto con otros jugadores en un afiche, apoyando al candidato peronista Antonio Cafiero.

En el partido despedida de Martino, un Messi de ocho años deleitó haciendo ‘jueguito’

Sus hinchas imaginaron el paraíso cuando el ídolo eterno, con la camiseta número 8, salió al campo el 7 de octubre de 1993, en un amistoso ante el ecuatoriano Emelec que servía para presentar el arribo a Newell’s de Diego Maradona, capitán y con la número 10. Maradona, que volvía al fútbol argentino después de 11 años en Europa, anotó esa noche el gol más bonito que se le recuerde con su pierna derecha, acariciando el balón desde afuera del área. Fue el único gol que marcó en Newell’s, donde jugó apenas cinco partidos oficiales. Además, la sociedad soñada con Martino fue una frustración. Apenas empezó el partido con Emelec, Diego, al borde de los 33 años, dio un pase demasiado largo, raro en él, y el Tata, cerca de los 29, lo corrió igual, raro en él. Se desgarró y salió lesionado. Lo lamentó en la tribuna Jorge Messi, admirador del Tata y uno de los 30.000 hinchas de Newell’s que fueron esa noche al Parque Independencia. Había ido con Leo, que tenía apenas seis años. Dos años después, en el partido despedida de Martino, un Messi de ocho años deleitó a los hinchas haciendo jueguito en la mitad de la cancha.

Almirante Brown de Arrecifes en 1998 (14 triunfos, 6 empates, 14 derrotas), Platense en 1999 (6-4-3) e Instituto de Córdoba en 2000 marcaron el debut del Martino-DT en el ajustado fútbol del ascenso. Instituto, con las cuentas inhibidas por deudas y con su presidente renunciado, tenía apenas 11 jugadores cuando Martino llegó a la primera práctica. Debutó con derrota 0-3 en Bahía Blanca. Sumó luego 71 puntos en 32 fechas y, pese a que en el ascenso se lucha más que se juega, Martino cumplió su promesa de jugar bien, de local y de visitante. Falló tres chances para ascender a Primera, pero dejó un recuerdo imborrable. “Yo”, contó Raúl Bocha Maldonado, “le decía que era enganche. Me dijo ‘andá a mi habitación y lo aclaramos’. Fui y me mostró una carpeta con una discriminación perfecta de mi rendimiento y por qué debía ser delantero. Y me dijo: ‘Si al segundo partido de pretemporada no hacés goles ahí, jugás todo el año de enganche’. Al tercero ya había marcado tres. Me lesioné y cuando volví, hice un golazo de 40 metros”. El diario cordobés La Voz del Interior ya lo llamaba El pequeño Bielsa.

“Me gustaría aprender de Martino. Siempre amable, dispuesto, siempre un señor”, dijo de él Bielsa

“Me gustaría aprender de Martino. Siempre amable, dispuesto, siempre un señor”. Lo dijo Marcelo Bielsa, admirado del Martino que renunció a su vagancia y corrió como todos en el Newell’s bicampeón de 1991 y 92. El Bielsa-DT deslumbró a Martino, pero el Tata se confirmó más pragmático que su maestro cuando en 2002 se fue a Paraguay. Fue campeón con Libertad y Cerro Porteño y asumió en la selección de la mano del entonces dirigente Horacio Cartes, hoy presidente de Paraguay. Cambió protagonismo por pragmatismo, pero llevó a Paraguay hasta los dramáticos cuartos de final del Mundial de Sudáfrica ante España. Tres años antes, algunos periodistas habían pedido su renuncia, furiosos tras una derrota 6-0 contra México en cuartos de final de la Copa América 2007. “Para mí”, dijo Martino, enojado por algunas críticas que intuyó interesadas, “la prensa [deportiva] es culpable hasta que me demuestre lo contrario”.

El Tata renunció a dirigir a la selección de Colombia y volvió a Rosario porque no toleraba que su Newell’s del corazón cayera al descenso. Lo sacó del pozo y ahora se reencontrará con Messi. Leo no estará en la tribuna ni hará jueguito en la media cancha. Martino, audaz pero también pragmático, lo precisa para que lidere su primera experiencia europea como DT flamante del Barça.

Ezequiel Fernández Moores es periodista argentino.

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