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Bronce monumental de Mireia

Belmonte, en plena excelencia y madurez, extiende su explosión olímpica a los Mundiales con una inteligente remontada en los 200 estilos El martes nada la final de los 1500 libre

Robert Álvarez
Mireia Bemonte celebra la medalla de bronce
Mireia Bemonte celebra la medalla de broncejosep lago (AFP)

Mireia Belmonte explotó en la élite con dos medallas de plata en los Juegos Olímpicos de Londres. Un año después, sobre la navaja de doble filo que acarrea un Mundial en casa, se situó a pie de obra, obsesionada en un desafío solo al alcance de unos pocos elegidos. Un rosario de pruebas, 14 en seis modalidades distintas, durante ocho días en remojo. El maratón empezó el domingo y no de la mejor manera, con la eliminación en los 400 libre. No hubo tiempo para lamentarse. Piscina, masaje, relajación, unos hidratos, un ratito de música, y otra vez a nadar. Y así transcurrió el domingo y prosiguió la mañana del lunes, en la que se clasificó para la final de los 1.500 libre con el cuarto mejor tiempo. Y por la tarde, otra vez a la pileta del Sant Jordi. Otra vez repitió el rito. Trató de abstraerse de la claca, con la música que sonaba en sus auriculares blancos hasta llegar al poyete. Allí apoyó la pierna izquierda, en una estampa un tanto quijotesca. En sus sucesivos pasos por la zona mixta, en las entrañas del Sant Jordi, allí donde se confiesa con los periodistas unos instantes tras cada prueba, había avisado. “Los 200 estilos no es mi prueba”. Tal vez ni siquiera ella misma es consciente de la excelencia y la madurez que ha alcanzado. Se empleó con la inteligencia y seguridad de las grandes figuras y atrapó una medalla con la que no contaba. Fue de bronce, rozó la de plata.

La medalla me da confianza y fuerza para lo que queda”

Solo se le resistieron la húngara Katinka Hosszu y la australiana Alicia Coutts, que se salvó por la campana de la dentellada de Mireia, desbocada en los últimos metros. Fue su primera medalla en un Mundial, la confirmación de su acceso a la cumbre en Londres hace un año. La carrera se las traía. Mireia partía con el quinto mejor tiempo, frente a rivales más acreditadas en la distancia, como la china Shiwen Ye, campeona olímpica y mundial, Coutts, subcampeona en ambas citas, y Hosszu, que exhibe un estado de forma excepcional. Mireia fue a lo suyo. Muy fuerte mentalmente. Consciente de que la clave era no perder comba en mariposa y la espalda. Corría el riesgo de sucumbir. Fue cuarta al paso de los 50 mariposa y quedó relegada a la séptima plaza tras el turno de espalda. “He apretado los dientes. Me ha parecido que iba muy retrasada en la espalda y el viraje a braza me ha ido un poco mal, no he tocado bien. La clave ha sido no rendirme. No puedo pedir más. Era mi peor prueba”, analizó la nadadora badalonesa de 22 años, que dedicó su triunfo a los familiares y a las víctimas del accidente de tren de Santiago.

Mireia Belmonte posa con la medalla de bronce
Mireia Belmonte posa con la medalla de bronceMichael Sohn (AP)

El suyo fue el triunfo de la experiencia, de la plena consciencia y perfecta gestión de sus debilidades y fortalezas en el nado. “Tenía a la australiana al lado y pensaba que la china iba por delante, de manera que notaba que iba un poco atrás. Pensaba que iba cuarta”, relató. Pero no. Shiwen Ye se hundió de una forma estrepitosa. Y Mireia fue remontando cuando entró en acción con la braza y el libre. El público vibró con el acelerón. Obtuvo el segundo mejor tiempo en la braza (37,08s) solo superada por la ya totalmente descartada británica Sophie Allen. Pero todavía quedaba lo mejor. Después de doblar en cuarta posición en el último giro, devoró los últimos 50 metros a nado libre. Su parcial (30,43s) fue el mejor de todas las concurrentes. Le faltaron siete centésimas para superar a Coutts y ganar la plata. Cerró con 2m 9,45s, récord de España.

El podio le supo a gloria a Mireia, tan enredada en la maraña de pruebas que ni siquiera recuerda el turbulento invierno, la ruptura con su club, el CN Sabadell, su obligado parón hasta que por fin encontró una alambicada solución de continuidad, una fórmula basada en su fichaje por el UCAM Murcia pero al mismo tiempo seguir con Fred Vergnoux y utilizar las instalaciones sabadellenses.

La clave ha sido no rendirme. No puedo pedir más. Era mi peor prueba”

Las turbulencias fuera del agua tras su éxito olímpico se apaciguaron justo a tiempo para encontrar la tranquilidad imprescindible y afrontar el enorme desafío. “Son sensaciones. Cuanto mejor te encuentras, mejor te va. Pero nunca sabes lo que va a pasar. Ahora, un poco de relax para afrontar otra jornada”, cerró. Los días de Mireia nunca son rutinarios. Este martes compite en la final de los 1.500 libre. Comparece con el cuarto mejor tiempo (16m 00,31s), por detrás de los de nadadoras excepcionales como la danesa Lotte Friis (15m 49,18s), la estadounidense Katie Ledecky (15m 49,26s) y la chilena Kristel Kobich (15m 54,30s). “La medalla me da confianza y fuerza para lo que queda”, se regocija Mireia.

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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