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Nadal siempre se reinventa

El tenista español tortura el ‘drive’ de Djokovic para ganarle por primera vez en cemento desde 2010

J. J. MATEO
Nadal, en la semifinal en Montreal ante Djokovic.
Nadal, en la semifinal en Montreal ante Djokovic.ROGERIO BARBOSA (AFP)

Fue una oda a la agresividad controlada. Cuando Rafael Nadal tumbó 6-4, 3-6 y 7-6 (2) a Novak Djokovic en las semifinales del Masters 1000 de Montreal, clasificándose para disputar el título contra Milos Raonic (sin acabar al cierre de esta edición), protagonizó un tie-break para las videotecas.

El desempate no solo le aupó hasta su primera victoria sobre cemento frente al número uno mundial desde 2010, sino que coronó un cambio estratégico que se mide con estadísticas. Nadal, que desde hoy será el número tres, ha hecho carrera destrozando el revés de sus contrarios desde su condición de zurdo (que le pregunten a Roger Federer). Frente a Nole, el tenista que mejor doma con ese golpe su derecha alta, culminó ayer un cambio táctico que le permite soñar con la vuelta al número uno y que marca un punto de inflexión en su rivalidad con el serbio. Cuando Nadal se adelantó 6-0 en el tie-break decisivo no lo hizo solo a caballo de la agresividad y de la ambición por pegar primero: lo consiguió también concentrando en el desempate el plan de cambios de ritmo con el que había destruido el drive de su contrario.

A lo largo del duelo, Nadal provocó 47 errores de Djokovic con ese golpe, según la ATP (35 en juego y 12 al resto). El español sumó el primer punto del desempate con una volea fácil que había nacido de un ataque portentoso sobre la derecha de su contrario. Desde entonces, y hasta que alzó los brazos, el mallorquín recogió la cosecha sembrada durante el encuentro: el número uno mundial sumó cinco errores seguidos con su drive y seis en total para entregar el tie-break. Nole acabó desencajado. Había visto lo siguiente. Para evitarse carreras sin premio, Nadal cerró las heridas que siempre abren los ángulos de los tiros de Djokovic jugando profundo y recto; luego, con feroces cambios de altura y velocidad, atacó su derecha hasta destrozarla. Contraviniendo su patrón habitual (tirar contra el revés una y otra vez), Nadal acumuló en el primer set un 53% de sus pelotas contra el drive de Djokovic. Esa estadística solo creció con los minutos.

“Tomé las decisiones correctas en los momentos importantes”, resumió el campeón de 12 grandes, que ha disputado diez finales en los once torneos que ha jugado desde que en febrero volvió a las pistas tras siete meses penando una rotura parcial de ligamento rotuliano y una hoffitis en la rodilla izquierda. “Intenté jugar muy cerca de la línea de fondo y entrar en la pista cuando tuve la oportunidad. Contra Novak, no puedes perder pista”, continuó. “(…) Los dos intentamos controlar los puntos desde la línea de fondo. Nos empujamos hasta el límite”, cerró.

La victoria culmina un ejercicio de reinvención. A través de un 2011 que vio a Nole iluminado, intocable y radiante, Nadal llegó a acumular siete derrotas seguidas ante el serbio. Fue un momento crítico, de los que definen una carrera. Tras dominar a Federer, quizás el mejor tenista de todos los tiempos, el mallorquín se veía superado por un competidor al que había sometido en la mayoría de los enfrentamientos previos. Entre otros partidos decisivos, Nadal perdió frente a Djokovic las finales de Wimbledon y del Abierto de EE UU. En Nueva York, como luego en la final del Abierto de Australia 2012, también perdida, reencontró el camino. Cedió, pero sumó sets hechos de zambombazos, sin medianías, rebosantes de riesgos. Con esa base se ha impuesto en cinco de los últimos seis partidos frente al serbio y ha alzado los brazos tanto sobre tierra como sobre cemento, sin importarle haber perdido equilibrio en el juego: ayer cometió 36 errores no forzados, pero angustió a Nole hasta los 44.

“Fue un partido muy cerrado”, dijo Djokovic, al que Nadal pegó un pelotazo en la cara del que luego se disculpó repetidamente. “Hubo algunos \[pocos\] puntos que decidieron el ganador. Tuve mis posibilidades y él las suyas”.

La victoria de Montreal, que llega justo antes de que comience el Abierto de Estados Unidos (desde el 26 de agosto) tiene la categoría de punto de inflexión. Nadal destronó al bicampeón del Masters 1000 canadiense y reforzó su candidatura a quitarle el número uno, impulsada porque solo sumará en la clasificación de aquí a final de año (no jugó en 2012 por lesión) y perjudicada por no haber participado en el Abierto de Australia y haber caído a la primera en Wimbledon.

Hoy, Djokovic es un tenista perseguido. Tras el Masters 1000 de Montreal, viajará al Masters 1000 de Cincinnati y al Abierto de EE UU como el máximo favorito, porque es el número uno y el que mejores resultados acumula desde 2011 en la superficie. Sin embargo, Canadá le demostró una cosa: hay un tenista dispuesto a reinventarse para arrebatarle el trono.

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Sobre la firma

J. J. MATEO
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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