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A la caza del número uno

Nadal llega a Cincinnati tras ganar el 92% de sus duelos contra los otros diez mejores

Juan José Mateo
Nadal celebra su victoria ante Djokovic.
Nadal celebra su victoria ante Djokovic.ROGERIO BARBOSA (AFP)

El dedo índice marca el camino. Cuando Rafael Nadal derrotó a Novak Djokovic en las semifinales del Masters 1000 de Montreal, el preludio de su victoria final del domingo contra Milos Raonic (6-2 y 6-2), protagonizó lo que algunos interpretaron como un gesto reivindicativo. Su mano se apretó en un puño y luego liberó un dedo. Lo agitó brevemente. Es, quizás, la marca del número uno, que el español, ahora instalado en el número tres, seguirá persiguiendo desde mañana en el Masters 1000 de Cincinnati.

“Pienso que no podré ser el número uno del mundo a final de temporada si tengo menos de 10.000 puntos. Me hacen falta otros 2.000”, calculó el mallorquín, que en la actualidad tiene 7.860, por los 11.400 de Nole, firmemente asentado en el trono hasta que Nadal salió de la gira de arcilla disparado por sus títulos. “Es muy difícil conseguirlo en este momento de la temporada [en cemento], pero lo voy a intentar”, añadió Nadal el domingo, cuando la euforia de la victoria le puso picante a su discurso previo. “¿Puedo acabar el año como número uno? Sí. ¿Soy el favorito? Probablemente no. (...) Mi meta, mi prioridad, es acabar el año sano”.

Ahora tengo la confianza de hacer buenos resultados siendo muy agresivo Rafael Nadal

Por eso, en Cincinnati, donde debutará contra Benjamin Becker, el mallorquín se debatirá entre dos tensiones opuestas. Su natural ambición competitiva está afilada por la posibilidad matemática de recuperar esta misma semana el número dos mundial, ahora en manos de Andy Murray, lo que le evitaría jugar contra Djokovic antes de la final del Abierto de EEUU, que arranca el 26 de agosto —si gana el título de Cincinnati, obligaría al escocés a llegar a semifinales para mantener el puesto, según la ATP—. Al mismo tiempo, Nadal consumió muchas energías para ganar en Montreal y sabe que después de Cincinnati le esperan los cinco sets del último grande del curso, una tortura para el cuerpo.

Mientras tanto, su asalto al trono, que ya ha ocupado en dos ocasiones, se sustenta sobre dos razones.

Pese a que no compitió en el Abierto de Australia y a que cedió a la primera en Wimbledon, el español no defiende ningún punto de aquí hasta febrero de 2014, porque en el mismo tramo del curso pasado estuvo lesionado y no jugó. En consecuencia, solo puede sumar, como le ocurrió en Montreal: ahí le recortó 1.640 puntos a Nole, que defendía el título, casi como si hubiera ganado un grande (reparten 2000). Por encima de todo está su dominio de la competición. En lo que va de curso, Nadal ha devorado al resto de la elite: gana el 92% de sus partidos contra los otros diez mejores (13-1), por el 66% de Djokovic, el 62% de Andy Murray y el 16% de Roger Federer. Un dato pone en perspectiva lo excepcional de esa estadística monstruosa. Frente al 92% de 2013, construido además con victorias sobre cemento y tierra frente a Djokovic y Federer —aún no se ha enfrentado a Murray— Nadal promedia un 68% de triunfos contra los otros diez mejores a lo largo de su carrera.

En 2013, Nole y Federer ya se han inclinado ante el español en arcilla y cemento

“Estoy haciendo las cosas muy bien en pista rápida”, resumió el español, que ha ganado los diez partidos que ha jugado en la superficie y por eso ha celebrado los títulos de Indian Wells y Montreal. “Este [el triunfo en Canadá] es un ejemplo importante de que puedo jugar así en el futuro”, añadió. “Me da confianza en que si sigo trabajando de esta forma puedo hacer buenos resultados jugando muy agresivo”.

El sistema de juego del Nadal de 2013 nace de la necesidad y de un acusado sentido de la autopreservación. “Probablemente, en 2005 [el año en el que ha conquistado más títulos, 11], mis movimientos eran mejores”, explicó el mallorquín antes de llegar a Cincinnati. “Mis tiros, no. Ahora soy más consistente en pista dura”.

A los 27 años, huérfano de los pulmones de un adolescente y acechado por los dolores de rodilla, el español solo tiene una salida para intentar incrementar su lista de 12 torneos del Grand Slam y 58 en total. Acortar los puntos. Pegar. Ahorrarse sufrimientos y carreras tirando con agresividad. Lo sintió por primera vez Djokovic en semifinales. Lo vivió Raonic en la final como un castigo del veterano al recién llegado. Esto dijo el canadiense, que desde ayer es el número diez del mundo, nada más perder el título de Montreal frente a su público: “Rafa, gracias por el clínic”.

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Sobre la firma

Juan José Mateo
Es redactor de la sección de Madrid y está especializado en información política. Trabaja en el EL PAÍS desde 2005. Es licenciado en Historia por la Universidad Complutense de Madrid y Máster en Periodismo por la Escuela UAM / EL PAÍS.

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