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En el camino de los grandes

Cáceres salta 8,26m y se queda a un centímetro del bronce en una densísima competición de longitud Menkov, empujado por la grada, se impone por delante de Gaisah y Rivera

Carlos Arribas
Eusebio Cáceres, durante la final de salto de longitud
Eusebio Cáceres, durante la final de salto de longitudfabrizio bensch (REUTERS)

Cuando aún era plusmarquista español de longitud a Antonio Corgos le presentaron a un chaval tocho, fuerte y veloz que aún no había ido más allá de 7,70m. Se estrecharon la mano y cuando se soltaron, en un aparte, Corgos dijo a un amigo: “Acabo de saludar al que me va a quitar el récord de España”. Fue como si en el cruce de dedos y palma fugaz, una corriente eléctrica se hubiera establecido entre Corgos y Yago Lamela, y el heredero quedó reconocido. No se sabe si Yago Lamela, que aún sigue siendo el récordman nacional (8,56m), y Eusebio Cáceres, que es un chaval de 21 años, se han encontrado alguna vez o han chocado la mano. Si no es así, habrá que pedirles que lo hagan rápido; y si ya se conocen y se han pasado eléctricamente el testigo, todo es cuestión de paciencia, pues tarde o temprano le heredará el título Eusebio Cáceres, que está en el camino de los grandes y que ayer perdió por un centímetro la medalla de bronce en su primera gran final.

El atletismo español ha encontrado a un hombre con sangre de campeón, que ha llegado rápido a las primeras ligas y se mantiene entre los mejores pensando en la próxima gran competición.

He tenido la oportunidad de luchar y he luchado”, dice el alicantino, de 21 años

Detrás de un hombre, el local Alexander Menkov, que voló por encima de todos como las águilas, es un suponer, sobrevolarían por encima de Moscú y su colorido Luzniki en algún momento, cinco saltadores pelearon salto a salto, centímetro a centímetro, sin tregua ni compasión. Por debajo de Menkov, que ganó con 8,56m en su quinto intento pero que podría haber ganado con otros dos saltos más cortos anteriores, un 8,52m y un 8,43m, cinco atletas encontraron acomodo, estrechados unos contra otros, como sardinas en lata, en un hueco de solo ocho centímetros, entre los 8,29m del holandés (antes ghanés y medallista de plata también en el Mundial de 2005) Ignisious Gaisah, que fue segundo, y los 8,22m del alemán Christian Reif. En el medio, apechugado por arriba y por abajo, en el lugar más incómodo y amargo, cuarto, con un mejor salto de 8,26m, Eusebio Cáceres, de Onil (Alicante), que compitió de tú a tú sin achantarse ante lo mejor del mundo por primera vez en su vida. Un centímetro más largo, 8,27m, le bloqueó la escalera del podio el mexicano Luis Rivera, la revelación del año llegado de una universidad de Estados Unidos; dos centímetros más corto, quinto con 8,24m, el brasileño Mauro da Silva.

Fuente: IAAF.
Fuente: IAAF.EL PAIS

Las marcas, exceptuando la de Menkov, en la media de los últimos campeones (Saladino, Phillips, Pedroso…) no fueron precisamente las mejores que se recuerdan en una final, pero su estrechez y densidad reflejan la tensión competitiva, el miedo, la ferocidad en la pelea. “Yo tenía sensaciones de poder llegar a mi marca [8,37m, que habrían valido una medalla de plata], pero nunca a los 8,56m de Menkov”, dijo Cáceres intentando el difícil equilibrio entre la decepción amarga que le dominaba, la constatación de que “había podido pelear” y la esperanza de mejores cosas en el próximo futuro. “Cuando no pasé a la final de los Juegos pensé que había perdido una bala. Aquí, no, aquí he tenido la oportunidad de luchar y he luchado. No se me ha escapado la medalla, ellos han sido superiores a mí”.

En el último intento, víctima de la tensión y desequilibrado, un pie le restó 10 centímetros

Y sin embargo, y pese a empezar más tenso que habitualmente, todo comenzó magníficamente para Cáceres, quien tras un primer salto de 8,09m que le aseguraba no tener que penar por pasar a la mejora, saltó 8,25m en su segundo intento. La marca le permitió ser el primero momentáneamente y empezar a presionar a Menkov, que no había pasado entonces por encima de 8,14m. Y, además, dados los defectos en la ejecución del salto apreciados sabiamente desde la apretujada grada por su entrenador, Jesús Gil, permitía albergar esperanzas de que el gran salto podría llegar. El gran salto lo dio, sin embargo, unos minutos más tarde Menkov, un año mayor que Cáceres y su rival habitual ya en juveniles y júniors. En su tercer salto, y ante el delirio de las gradas chillonas y poco generosas con los extranjeros (salvo con los hermanos ucranianos), Menkov se fue hasta 8,52m y cerró el debate.

La pelea sería por abajo, y en ella cualquier detalle mínimo decidiría. Decidió que Gaisah agarró su mejor salto en varios años, que Rivera no flojeó en su primera gran cita. Ocurrió que Cáceres, víctima de la tensión, voló desequilibrado en su último, largo, salto. Un salto que habría valido 8,30m y una plata si Cáceres hubiera podido controlar en el aterrizaje un pie que se quedó atrás y le restó 10 centímetros. “La emoción me había desbordado entonces”, dijo Cáceres, que había podido luchar hasta el final por las medallas. Y seguirá.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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