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La Real vuela alto en Lyon

Dos golazos de Griezmann y Seferovic destrozan a un Olympique inmaduro y vulgar

Los jugadores de la Real celebran el gol de Griezmann.
Los jugadores de la Real celebran el gol de Griezmann. JEFF PACHOUD (AFP)

Sería porque aquí nació el cine, o al menos los hermanos Lumière, que lo inventaron, que el partido requería un par de artistas, esos que en las grandes películas se presentan como actores invitados, que suelen ser más importantes que los protagonistas. Sería por eso que de pronto aparecieron Carlos Vela asistiendo y Griezmann definiendo de chilena junto a la media luna del área. Sería porque en una ciudad típicamente universitaria (le segunda de Francia, tras París) los futbolistas académicos e intuitivos al mismo tiempo tienen más posibilidades de sacar sobresaliente por lo uno y por lo otro. Sería por lo que fuese, lo cierto es que la Real, la inexperta en estas lides frente a un Olympique con el gen de la Champions (84 partidos disputados) metido en el club, se adelantó en el marcador a la segunda llegada. La primera, del catedrático Carlos Vela, tropezó con el poste cuando se antojaba, por su currículo, un gol que diera en el hierro interno que sujeta la caída de la red para hacer los goles más bellos. A la segunda, la cazó Griezmann con una chilena ladeada de esas que los acongojados la mandan a la tribuna y los ilustrados a la red (otra vez junto al poste).

Olympique, 0-Real, 2

O. Lyon: Anthony Lopes; Miguel Lopes, Bisevac, Fofana, Bedimo; Malbranque (Bahouli, m. 57), Gonalons (Danic, m. 57); Benzia, Grenier, Gourcuff y Lacazette. No utilizados: Gorguelin; Umtiti, Koné, Mvuemba, Ferri.

Real Sociedad: Bravo; Carlos Martínez, Cadamuro, Íñigo Martínez, De la Bella; Markel Bergara, Zurutuza (Pardo, m. 81), Xabi Prieto; Vela, Griezmann (Chory Castro, m. 70) y Seferovic (Granero, m. 63). No utilizados: Zubikarai; Ansotegi, Elustondo, Ros.

Goles: 0-1. M. 17. Griezmann. 0-2. M. 50. Seferovic.

Árbitro: Milorad Mazic (Serbia). Expulsó a Bisevac (m. 75) por dos amarillas. Amonestó a Lopes, Iñigo Martínez, Prieto y Cadamuro.

Estadio Gerland. Unos 40.000 espectadores, 4.000 de ellos seguidores de la Real.

Pero la película, en homenaje a los Luimière, guardaba otras escenas para el recuerdo. A Seferovic, un suizo de origen bosnio, aún por curtir y con un aire a Kovacevic por sus cadencias en el área, se le ocurrió pasar de debutante en la competición a promesa del cinematógrafo futbolístico. Su gol fue un acto de fe, una frase redonda dicha desde fuera del área, cuando nadie se la esperaba, como quien se arrebata de tanto trabajar los espacios y por fin se le antoja que la portería es un desierto que conviene explorar. Su zapatazo fue glorioso, impetuoso, valiente, como corresponde a un delantero centro de toda la vida, un nómada del área que cuando se da la vuelta, por fin, aprieta los dientes, mira al portero y lo ignora con un zapatazo que es un disparo automático, seco y violento.

Y no es que la Real hubiera hecho nada más de lo que debía: defender con orden, amparado por el trabajo previo de Markel Bergara, encargado de succionar a Grenier, el artista francés y obligarle a ir para todos los lados menos para el suyo, el de la vía directa a la portería. La promesa lionesa se convertía así en una pequeña mentira. El sudor lo ponía Zurutuza, maratoniano en el campo, y la contundencia Íñigo Martínez, con el tobillo dolorido pero el ánimo intacto. Y el ánimo es más poderoso muchas veces que los tendones. No se sabe aún hasta dónde llega la Real (aunque va para chico listo), lo que si se sabe es que al Olympique le faltan muchos cursos para ser quien fue. Gourcuff, Grenier, Lacazette tienen asignaturas pendientes por distintos motivos. Gourcuff, a pesar de su prestigio no nació líder, Grenier está en ebullición, es decir imprevisible, y Lacazette es un revoltoso inesperado. A todos les falta algo y al OL un poco de todo.

La Real no ha perdido ni una gota de su perfume. Con un central improvisado (Cadamuro) y otro dolorido (Íñigo Martínez), su fotografía fue fiel. Mucha culpa de ello tuvo el trabajo privado de Markel Bergara, y el laburo público de Zurutuza, portentoso, infatigable hasta el límite del desmayo. La Real tiene aprendida la lección. Su contencioso empieza en el centro del campo desde donde lanza los misiles. Vela, Griezmann o Seferovic son como aviones invisibles que cruzan el campo sigilosos pero disparan con saña. Para redondear la faena, ayer debutó Granero que, sobre todo, le da el tacto y la pausa que el equipo necesita.

Resultados y programa

Martes. (vuelta, miércoles 28): Shakhter (Kaz.), 2; Celtic de Glasgow (Esc.), 0. Paços Ferreira (Por.), 1; Zenit (Rus.), 4. PSV Eindhoven (Hol.), 1; Milan (Ita.), 1. Viktoria Plzen (R.Ch.), 3; Maribor (Eslovenia), 1.

Jueves. (vuelta, martes 27): Dinamo de Zagreb (Cro.)-Austrai Viena (Aus.). Fenerbahçe (Tur.)-Arsenal (Ing.) Razgrad (Bul.)-Basilea (Sui.). Shalke 04 (Ale.)-Paok de Salónica (Gre.) Steaua de Bucarest (Rum.)-Legia Varsovia (Pol.).

El sorteo de la fase de grupos se celebrará en Mónaco el jueves 29 de agosto a las 17.45.

Jagoba Arrasate, en su debut europeo, siguió la vieja máxima de sustituir al más cansado, más allá de supuestos tácticos (que los hubo). Tras el 0-2, prefirió coser el medio campo (no en vano en Lyon se inventó la máquina de coser por obra y gracia de un tal Thimmonier) y tejer una victoria que había escrito con puntadas de lujo. En realidad eso es fútbol: un estudio de arte lleno de cachivaches pero que al final se define con un pincel que traduce un sueño.

La Real está a un paso de meterse en la fase de grupos de la Liga de Campeones derrocando al rey de Francia. Una pequeña revolución, que para el equipo donostiarra tiene la grandeza de las grandes revoluciones. Todo lo empezó Griezmann, aquel niño que adoraba al Olympique de Lyon, y lo concluyó Seferovic, otro muchacho con ganas de comerse el mundo, con hambre de gol. El Olympique, pese a las altisonancias de su presidente Aulas, está muy lejos de su grandeur. La Real convirtió su utopía en realidad y el Olympique pareció ser un gigante en miniatura. Por eso, la Real voló muy alto en Lyon y miró de arriba abajo a su rival. Y vio su destino. Diez años no habían pasado en vano, salvo para el Olympique, un daguerrotipo de lo que fue cuando se paseaba por Francia. Su aventura en la Liga de Campeones, su fetiche, puede haber terminado en estos tiempos. La de la Real Sociedad acaba de comenzar de la mejor manera posible.

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